miércoles, 29 de febrero de 2012

8. Joder, estoy bien!!!







Me materializo a las puertas del complejo. Fritz insiste en preguntar como me encuentro y lo despacho enseguida. Necesito llegar a la enfermería antes de encontrarme con Tohr o Wrath... seguro que los cabrones pueden oler mi sangre a una legua. Mierda, la puerta de Tohr está abierta! Paso a zancadas por delante hacia la enfermería, esperando que un milagro lo distraiga de mi presencia.





De verdad se piensa que va a salir indemne de esta? ¿Que puede ignorarme como si fuese transparente? Hace más de una hora que vigilo la puerta esperando verle pasar. El cabrón es tan veloz y silencioso como una puta sombra, pero puedo oler su sangre desde aquí y eso me dice todo lo que necesitaba saber.

- ZSADIST! Mete tu culo en mi despacho YA!

Esto va a doler, lo que aún no sé es a cuál de los dos. Si se cree que puede engañarme, está bien jodido.






Mierda! Jodido olfato e instinto del jefe! No podría estar ocupado con su shellan...? Es jodídamente pronto! Apenas hace cinco minutos que se puso el sol... Pero no me engaño... el cabrón me estaba esperando... Entro en su despacho sin mediar palabra, separo con una puntada de pié la silla frente a su mesa y me siento, estirando las piernas y cruzando los tobillos casi bajo las patas de su mesa. Junto las manos como en una oración y entrecruzo los dedos bajo mi barbilla, apoyando los codos en el reposabrazos.

- Ahora mismo iba a ver a Doc para que revisara la herida. Estoy bien Tohr...





‎Mi primer impulso es hacerle comerse sus dientes. Me habla como si fuese un imbécil, como si me fuese a conformar con su autodiagnóstico de mierda*- Pues me parece estupendo, Hermano, porque vas a tener mucho tiempo esta noche para verla. *Me inclino sobre la mesa para acercarme a su rostro y mi tono de voz baja una octava debido a la rabia contenida.

- No te has alimentado, no patrullas. Puedes largarte a hacer tu visita y darle recuerdos de mi parte.






Mis ojos y todos los poros de mi cuerpo destilan rabia. Mierda! Mierda! Mierda!!! Jodido cabrón!!! Pero el tono que sale de mi boca sigue siendo pausado y calmado.

- Vamos Tohr, no necesito alimentarme joder! Sólo necesito un cambio de apósito!! O es que crees que no he luchado en peores condiciones...? De verdad crees que pondría la vida de mis hermanos en peligro? La de mi hija...? Puedo hacerlo joder!!!






-No intentes hablarme a mí de lo que es capaz de aguantar un cuerpo antes de rendirse, joder!

Ya sé que puedes luchar, es una herida sin importancia. Lo que no pareces ser capaz de hacer es cumplir órdenes, Z. El rey en persona me ha pedido que supervise si te alimentas con regularidad. No te quiero bien en las calles, te quiero jodidamente perfecto y no aceptaré menos que eso si es posible lograrlo, y en tu caso lo es, así que ya lo sabes: Ve a tu casa, busca a una hembra, si no quieres a Selena, y bebe de la vena. Luego regresas y yo mismo te llevo en brazos al callejón que elijas para patrullar.






- Joder Tohr!!!!! Alimentarme de Selena...?

Mierda! He dicho eso en voz alta...? Mis puños se aprietan de rabia hasta golpear los brazos de la silla, astillándose bajo el golpe. Hasta Wrath ha de meter su jodida nariz en cuándo o como me alimento...?

- No soy un jodido chiquillo al que hay que vigilar! Es esto un castigo por llevarme a Nalla...? Ella está bien,joder!!! Os lo puede decir Phury que anoche estuvo en casa!!! Vamos Tohr!!!!! No puedes dejarme fuera, necesitamos todas las manos en las calles, no es momento de remilgos!!!!

Me he levantado y me doy cuenta de que mis puños siguen cerrados, blancos mis nudillos de la presión y mis uñas clavándose en las palmas de mis manos.

- Tío, me necesitas ahí afuera!!!






‎Entrecierro los ojos y clavo una mirada sospechosa en mi hermano.

- Es una Elegida, no? Yo lo he hecho también y puedo asegurarte que su sangre es perfectamente aceptable.

No diré nada más al respecto porque recordar lo que le hice aún me hace sentirme avergonzado. Zsadist está furioso y hay bajo la superficie mucho más que el simple tema de tomar de la vena, pero ahora soy yo el que está cabreado. Me levanto tirando la silla y apoyo mis dos puños en la mesa para no romper alguna otra cosa.

- Santa mierda, hermano! No intentes joder con mi sentido de culpabilidad por la niña. Sabes malditamente bien que ninguno de nosotros piensa eso, así que deja de soltar gilipolleces y no te ampares en Nalla. Si cualquiera de nosotros tuviese la más mínima sospecha de que ella no está bien y perfectamente feliz, hace mucho tiempo que te habríamos obligado a traerla de vuelta.

Bajo el tono de voz, aunque estoy seguro de que a estas alturas toda la mansión está al corriente de nuestra discusión.

- No tengo nada que preguntarle a Phury porque no soy un jodido centro de información ni uso espías para enterarme de lo que quiero saber. Y sí, hacen falta todas las manos, pero quiero que haya tantas a la vuelta como a la ida, así que no toques más los huevos o te juro por mi vida que te quito las dagas y te pongo a sacar fotocopias para los reclutas! Tienes a una elegida viviendo bajo tu techo, por algún milagro de la Madre aún no la has espantado con ese endemoniado carácter tuyo y no te alimentas? Vete.a.tu.puta.casa.






No obedecerá, lo sé con total y absoluta certeza. Es un bastardo independiente que hace lo que le place sin aceptar autoridad alguna. A pesar de todo, su honor le hará recapacitar tarde o temprano. Que sospeche que dudamos de él como padre me ha jodido profundamente. La seguridad de Nalla y su bienestar son prioritarios para todos en la Mansión, y mi hermano siempre se ha volcado en ella. Incluso le tomo como ejemplo; he pensado a menudo que me gustaría ser un padre como lo es él, y soy consciente de que es condenadamente difícil, de que él lo hace bien con la pequeña. El tema de la Elegida es otro asunto. Me dirijo al segundo piso, al despacho del rey, y llamo con un par de golpes secos. Wrath me abre la puerta con el pensamiento y me dejo caer en el sillón frente a su mesa. Puede percibir mi estado de ánimo en cuanto entro y su pregunta es concisa.

- Dime que se ha alimentado y que puedo dejar de preocuparme por toda esta mierda.
No hay que dar nombres. Todos estamos pendientes de nuestro Hermano, de la elegida, de Nalla. Somos familia y no podemos desligarnos de ellos.

- No lo ha hecho, mi Señor. Le he enviado a casa, pero creo que el problema no es su alimentación, sino el hecho de que sea Selena la que provea su vena para él. Hay algo que no me hayas dicho acerca de ellos?

Wrath mueve la cabeza negando lentamente y su ceño fruncido me indica que está tan jodido como yo con toda la mierda que nos está cayendo encima desde todos lados.

- Hace apenas un mes que hablé con ella, cuando se ofreció voluntaria para ir a vivir allí. Tenía mis reservas, teniendo en cuenta el carácter de Zsadist, pero pongo mi mano en el fuego por mi Hermano. No la dañaría de ninguna manera, así que, sea lo que sea, ha tenido lugar en estas últimas semanas. Averigua lo que sucede. Ya hemos pasado una vez por esta puta pesadilla, cuando tú te fuiste, no estoy dispuesto a ver cómo se repite por su maldita cabezonería. Si no descubres qué ha pasado, llamaré a Selena a la Mansión.

Por cómo ha reaccionado Z, estoy seguro que se encenderá como una antorcha si el rey ordena que su elegida salga de su casa. Sonrío al pensar en ese "su elegida" que mi cerebro ha pronunciado. Puede que ahí esté el quiz de la cuestión.

- Enviaré a Lassiter, mi Señor. Es discreto, a pesar de lo que pueda parecer, y Selena le conoce y confía en él *Me levanto y comienzo a caminar hacia la puerta* Te informaré en cuanto tenga alguna noticia.

Salgo del despacho y me dirijo al salón. A esta hora, es el único lugar en el que puedo encontrar
al ángel: Es la hora de Oprah.

sábado, 25 de febrero de 2012

7. Decepciones





Cuando terminamos la primera comida subo a armarme para salir y bajo de nuevo para despedirme antes de ir a la mansión en busca de mis hermanos. Esta noche hemos de cubrir la dirección de una casa que conseguimos en la última redada. Vishous ha encontrado relación con unas entradas nocturnas sospechosas informadas por unos civiles.

En mi cabeza bullen miles de pensamientos contradictorios y totalmente fuera de lugar... que ella ha dejado de ser elegida y que haya decidido voluntariamente recluirse en nuestra casa, lejos de la mansión y del rancho... Ella ha alimentado a los machos de la hermandad y a los guerreros... y si ella... y si ella se ha enamorado de alguno en este tiempo y no ha sido correspondida... eso explicaría su reclusión aquí y el no tener que volver a alimentar a ningún macho por su condición de elegida...

Phury golpea mi espalda y mi cabeza regresa de mis cavilaciones.

- Joder Z, despierta! Que coño te pasa hoy...? Vas a ir tú o prefieres que vaya yo y tu me cubres...?

- No, voy yo!

Me materializo frente a la puerta del cobertizo, pero al abrirla, no sólo oigo el chirrido de las viejas bisagras, sino el detonador de un dispositivo automático. Me giro para esquivar el disparo pero la bala se introduce en mi hombro, sintiendo el chasquido del hueso de la escápula al romperse con el impacto. Mierda!!! Me apoyo en la pared presionando la herida de mi hombro y mantengo la puerta abierta con la otra mano. Dos disparos más y silencio... Vishous y Rhage entran en el lugar golpeando mi hombro ileso mientras Phury se acerca con una arruga en su frente y mucha culpabilidad en sus ojos.

- Que estoy bien, joder! Es sólo un rasguño!

Pero él ignora mis palabras y levanta mi brazo examinando la herida y buscando el punto de salida inexistente, ya que siento la bala incrustada en el hueso como la punta afilada de una daga que se clava más todavía con ell movimiento. Bajo el brazo furioso y Phury me fulmina con la mirada.

- Vas a venir SÍ o SÍ a la mansión a que te mire Doc Jane o te aseguro que voy a informar a Wrath y se te ha terminado patrullar.

No dice nada más y me da la espalda; sin dejarme siquiera rechistar, se encamina hacia el Suv de Vish y teclea algo en su móvil mientras me observa esperando a que me acerque. Santa mierda!!!Encamino mi culo hasta el coche, pero no digo ni una sola palabra en todo el trayecto. Tan sólo presiono con fuerza la herida que parece no querer dejar de sangrar, manchando la tapicería del coche de V y haciéndome sentir más mareado a cada segundo que pasa, haciendo que disminuyan las alertas de mis sentidos...





En la mansión las delicadas manos de Ehlena lavan la herida mientras Jane examina el orificio. Siento como si unas jodidas tenazas se hubieran metido dentro para sacarme la bala. El sonido metálico del proyectil al golpear en la batea desde las pinzas me indican que todo ha terminado. Siento la aguja atravesar mi piel y el suave roce de las gasas.
- Gracias. Fin de la película *Miro el reloj, las dos* Phury, todavía nos da tiempo de regresar a la casa para ver que demonios ha ocurrido...

Jane niega con la cabeza y Phury me recuerda que necesito alimentarme... como si necesitara que me lo recordaran!!! Pienso de nuevo en Selena y mis colmillos se alargan rozando mis labios por dentro hasta hacer brotar sangre... Mierda!

- Bien, a casa. Hasta mañana Phu...

Me sujeta de nuevo por el brazo y me arrastra hasta el pasillo del centro médico. Lo separo de mí de un manotazo.

- Qué demonios te crees que estás haciendo???? *Mi mirada es ahora negra como el carbón. Por hoy ya he tenido suficientes órdenes que acatar...*

- Has perdido demasiada sangre. No vas a desmaterializarte en ese estado. Te guste o no voy a llevarte a casa y asegurarme que llegues bien y no pierdas las fuerzas y aparezcas en cualquier lugar entre aquí y el jodido refugio que te has buscado. Además tengo ganas de ver a mi sobrina y saber como está Selena.

Igual que una hora antes, hacemos el viaje en absoluto silencio. Sabe que no me he alimentado o mi herida no hubiera sangrado como lo ha hecho. Y supongo que deduce que tampoco alimenté a Selena … y por como se alargaron sus colmillos al ver mi vena intuyo que lo necesita tanto o más que yo... Santa mierda... Pero que me cuelguen si se piensa que voy a hacerlo delante de él!!! Ella no es ya una elegida y no es alguien anónimo como las hembras que le he solicitado para alimentarme...

Cuando llegamos a la casa la pequeña nos recibe en la puerta echándose a los brazos de su whard nada más verlo. Selena se mantiene detrás de ella, con el ceño ligeramente fruncido y una interrogación en sus ojos al ver a Phury. Enseguida su vista viaja hacia mí y el vendaje de mi brazo bajo la chaqueta de cuero. Bien... nada que esconder... Miro a Phury y aunque ver la alegría de Nalla con su tío me enternece, no puedo evitar ser hiriente en mis comentarios.

- Por lo interesado que estabas en venir, seguro que tienes muchas cosas que hablar con Selena... no te apures, como puedes ver, ella está sana y salva... no me la he comido todavía, ni está retenida por la fuerza; goza de buena salud aunque todavía no se haya... alimentado...

Sé que mis palabras han incomodado a Selena, pero ya es demasiado tarde para enmendarlo... Beso a Nalla que juega con el pelo de su tío desde lo alto de sus brazos y miro a Selena.

- No me he olvidado de nuestra conversación.... ve a buscarme a mi cuarto cuando mi hermano se haya marchado.

Joder Zsadist!!! Es que no puedes decir una puta palabra amable...? ni una sola...? Tu hermano no quiere joderte la vida aunque no te guste que te controlen y Selena se ha ofrecido a ti en varias ocasiones y... ha sido porque ha querido, nadie la ha obligado... Mierda!!! Enciendo el grifo de la ducha y dejo que el agua resbale por mi cuerpo intentando calmar la tensión de mis músculos.






‎Tras el postre, que Zsadist no ha probado, se despide con un saludo formal para irse de patrulla mientras nosotras entramos a la biblioteca a esperar a la profesora. Mi mente continúa fija en él cuando la hembra llega. Es amable, una mujer mayor, sin duda experimentada y muy dulce, a la que Nalla parece querer. Me presento, le explico que he sido Archivera recluída al Otro Lado, y sus ojos se abren con asombro. A continuación me hace una reverencia que me hace sentir algo incómoda. No es algo a lo que esté habituada, pero ella me otorga un respeto que no creo merecer. Mientras Nalla se entretetiene enseñándole a su muñeca las ilustraciones de uno de sus libros, la institutriz comienza un discurso sin apenas dejarme pronunciar palabra: Me habla de la niña, de lo inteligente que es, de la increíble rapidez con la que aprende, de sus materias favoritas y del plan de estudios que están siguiendo. La dejo explicarse porque todo lo que atañe a Nalla me interesa, pero no acabo de entender su prisa, como si tuviese que marcharse al cabo de unos instantes. De pronto se detiene y me pregunta si me quedaré a vivir en la casa con la niña y su padre. Ante mi respuesta afirmativa, la hembra sonríe aliviada y me comunica que a partir de hoy, y dados mis conocimientos y aptitudes docentes, da por terminados sus servicios en la casa y me pide que se lo comunique a Zsadist. Intento protestar y decirle que no es preciso nada de esto, que podemos trabajar juntas con la pequeña, pero ella niega dulcemente y me susurra que Nalla necesita una presencia femenina permanente a su lado, que estando yo cualificada sería un desperdicio no aprovechar mis conocimientos y que será mucho más adecuado, dado el linaje aristocrático de la niña, que sea una Elegida la que le enseñe. No puedo rebatir sus argumentos, pienso en su abuela, Madalina, y en todo lo que ella habría tenido que explicarle acerca del Otro Lado, de los antiguos rituales, las tradiciones y las oraciones, los textos de Historia Antigua, la Antigua Lengua... nada de eso llegará a Nalla si no es a través de mí. Hace unos años, el destino de mi pequeña, dada la ascendencia de sus padres, habría sido el ser entregada como una ofrenda a la Madre, al igual que hicieron conmigo, para que la sirviese como Elegida. La idea me angustia al punto de las lágrimas y me impide hablar.

La anciana se despide abrazando y besando a la pequeña y dirigiéndome, una vez más, una reverencia. Al quedarnos solas, abrazo a Nalla y le pregunto si quiere que sea yo, a partir de ahora, su nueva maestra. Me abraza feliz y se sienta, muy seria y formal, en su mesa de estudio, dispuesta a enseñarme todo lo que sabe. Las horas pasan volando. Me asombra profundamente la increíble inteligencia que posee mi niña. Siempre supe que era muy precoz, pero su nivel de conocimientos es muy superior al de cualquier niña de su edad. Es despierta, rápida en sus cálculos y en asimilar todo lo que se le muestra. Enseñarla será un inmenso placer, estoy segura.



Tras el estudio jugamos un rato en el jardín, vemos una película en el dvd del salón y cuando empieza a cabecear de sueño, la llevo en brazos a su cuarto y la acuesto tras ponerle el pijama. Aún me sorprende lo mucho que ha crecido desde las primeras veces que la cuidé en la mansión. Ya es una niña, ha dejado atrás los rasgos de bebé, y a veces tengo la sensación de estar hablando con una adulta, pero al final siempre aflora la niña dulce que es, mi pequeña... la beso y cierro su puerta para dirigirme a la mía. El sonido de unos pasos resonando en el vestíbulo y las voces airadas de dos machos se alzan hasta llegar con claridad al primer piso. Nalla abre de nuevo su puerta y se lanza a mis brazos gritando emocionada que ha llegado su tío Phury, su Whard. La dejo bajar las escaleras a toda prisa y lanzarse a los brazos del Primale, situándome justo detrás de ella. El Padre de la Raza me observa en silencio, puedo leer en sus ojos citrinos las preguntas que no formula en voz alta mientras la niña juega con su pelo.
El discursito irónico de Zsadist me hace sentirme avergonzada. Su forma de hablarle de mí a su hermano, como si yo no estuviese presente, me enfada sobremanera, pero es lo que dice, el trasfondo oculto tras sus palabras, lo que desata mi furia. Su chaqueta de cuero se abre de repente dejando a la vista su camiseta agujereada, bajo la cual asoma un vendaje. Mis ojos se abren con preocupación, aunque parece estar bien. Sé lo que sucede, entiendo por fin la presencia del Primale y comprendo su enfado, pero no me gusta ser el blanco de sus tiros y no es culpa mía su necesidad de sangre. Le veo desaparecer escaleras arriba y escucho cómo Phury habla con su sobrina, la besa y la despide con un gesto y una palmadita en el trasero para mandarla de nuevo a la cama. Nalla corre escaleras arriba tras arrancarle la promesa de una próxima visita en horas más adecuadas.

Nada más quedarnos solos, el teléfono del Hermano suena y él contesta con expresión fastidiada tras ver el nombre escrito en la pantalla. Por la conversación,deduzco que está hablando con Tohrment, el jefe de la Hermandad.

- Sí, me estoy encargando de eso. Ajá, de acuerdo... no, no será necesario, yo se lo diré, si lo haces tú puede que te mande a la mierda y no estoy preparado para veros enfrentados en un rhyte. Sí, me ha quedado claro, pero no comparto tu optimismo *Alza la mirada y me recorre de arriba abajo de un modo analítico, para nada ofensivo* Sí, por supuesto que está bien, Cristo! quién te crees que es mi hermano? Sabes de sobra que... vale, no importa, acepto las disculpas, entiendo tu preocupación. Muy bien, llegaré en una hora y te veo en tu despacho antes de volver al rancho. Hasta luego.

Cierra de golpe el aparato y lo desliza en su bolsillo. Se acerca ahora a mí y me besa en ambas mejillas y en el dorso de la muñeca. Es el único macho que hace eso conmigo, y siempre me sorprende su muestra de respeto. Acaricia mi mejilla con la ternura de un padre y mis deseos de llorar vuelven ahora con fuerza, mezclados con la indignación que no consigo disipar.
- Estoy perfectamente, Sire. Ha sido sumamente amable conmigo, ni una sola de sus palabras me ha faltado al respeto y me siento feliz de mi decisión, pero, por favor... no lo diga. Sé lo que tengo que hacer, él lo sabe también y es algo que hemos de solucionar nosotros. Juro por lo más sagrado que haré lo que esté en mi mano para convencerle de que tome mi vena, pero... Sire, no lo presione usted también. Es difícil para ambos...

En ese preciso instante comprendo que él lo sabe, que entiende lo que siento, lo que me ha impulsado. Quizás lo sabía ya cuando me permitió ofrecerme voluntaria, al hablarme de las órdenes del rey de buscar una hembra para ayudar a criar a Nalla. Estrecha mi mano con las suyas y se dirige a la puerta para regresar al coche que tomó prestado en la Mansión, pero se vuelve y me mira a los ojos terriblemente serio.

- Convéncelo, Selena. Si no hay vena, no hay patrullas, y el quedarse en casa lo matará. Las órdenes del rey y las de Tohrment son tajantes, pero te lo pido como amigo, como hermano suyo, no como Primale. Y por favor... llámame cuando necesites alimentarte. Lo arreglaremos con alguien que te resulte agradable.

Desaparece tras el volante del deportivo y yo subo las escaleras lentamente. No siento miedo y la rabia se ha disipado ya porque comprendo su enfado. Sé que odia la idea de usarme, por más que lo necesite, y el verle forzado a hacerlo me angustia más de lo que él pueda creer. Pienso en las palabras del Primale y me planteo la posibilidad de obedecerle, de llamarle y buscar a otro macho... no es justo que le fuerce a darme su vena, conociendo su pasado y lo mucho que odia hacerlo. No soy Bella, no soy su shellan perdida y no habrá para él satisfacción alguna en darme su sangre. Llamo a su puerta y me recibe con unos pantalones holgados y una camiseta que deja al descubierto la banda de esclavo de su cuello. Huele a gel de ducha y a loción masculina, mezclados con su olor natural, intensificado, sin duda, por su estado emocional. Un gesto brusco de su mano me invita a entrar y sentarme en el sillón que hay en la esquina del cuarto, al lado de la puerta del balcón. Cruzo las manos, nerviosa, y le miro a los ojos.



- ¿Era necesario, Zsadist? ¿O ha sido una broma cruel el burlarte de mí ante el Primale? Pensaba que habíamos llegado a un acuerdo, que el asunto de nuestra mutua alimentación sería un tema privado, algo a discutir sólo entre nosotros dos.

Ya no me importa lo que haga. Si decide alimentarse, mejor para él. Lo que tengo muy, muy claro, es que no tomaré su vena. No hoy, no mientras me sienta así de humillada. Me fijo de pronto en el bulto bajo la camiseta, donde una huella de humedad se extiende a ojos vista.

- No creo que sea buena idea mojar el vendaje, Zsadist. Mientras continúes sin alimentarte, tendrás que recuperarte como lo hace todo el mundo,lentamente, y a la herida no le hará bien el agua. ¿Me permitirías curarte? Sé hacerlo, nos han preparado para atender heridas menores en los guerreros.






‎Su manera de llamar a la puerta, esos toques suaves, sin prisa... me indican que se ha rendido... que no va a discutir más conmigo y que ha tomado su determinación. Y soy yo la causa... mis jodidas palabras gritadas a los cuatro vientos y mi falta de respeto...

Abro la puerta intentando mantenerme igual de calmado que lo está ella aunque todo el asunto de la herida y mi alimentación me enciendan como una cerilla...

Su pregunta, su recriminación, nada esconde y no es nada reprochable... tan sólo me duele en el corazón su decepción por haberle fallado. Fui yo quien abogó a la intimidad y he sido yo quien la ha puesto en evidencia delante de mi hermano... precisamente el Primale... joder Z!!! eres especialista en cagarla tío!!

Sus ojos examinan mi hombro bajo la camiseta y me indica la necesidad de mantener la herida seca... (si supiera lo jodidamente difícil que es mantener el hombro fuera del alcance del agua bajo la ducha...) Por sus palabras acerca de la celeridad de la cura de mi herida da por sentado que no voy a beber de ella...

La observo en sus gestos delicados y su mirada mientras me habla de que ella podría curar mis heridas. Por primera vez la veo tranquila. Por primera vez desde que bajó del tren hace días no la siento nerviosa, incómoda, ni azorada... ya no es como un cervatillo asustado. Es una hembra decidida y … triste...!! Quisiera poder eliminar la tristeza de sus ojos, de su alma... buscar al causante de tal desdicha, aunque ese probablemente sea yo. No me engaño... ella vino por un propósito, pero cada instante juntos ha sido como una chispa a punto de prender una mecha. En cambio ahora... justamente ahora... su brillo ha desaparecido. Tanto la he dañado...? Dios... jamás he sabido tratar con hembras... Bella aguantaba mi mal humor y Mary era paciente en mi aprendizaje como si de un niño se tratara... pero jamás tuve que lidiar con ninguna otra hembra...

Sin decir una palabra me siento al borde de la cama y me quito la camiseta. El vendaje mojado se ha hinchado y se despega por los bordes faltándole muy poco para desprenderse... Una mancha rojiza envuelve la mayoría del apósito, signo de que la herida, aún con la sutura, no ha dejado de sangrar... Ella se acerca enseguida y desprende el apósito de mi hombro. Sus manos son delicadas y expertas y siento como se me eriza la piel con su contacto. Ella desaparece en el cuarto de baño y la oigo revolver en los cajones. Santo dios... pensar en ella tocándome vuelve a excitar mi cuerpo cuando creí que me había dado una tregua... Me tiendo boca abajo en el colchón para que no vea el bulto entre mis pantalones. Aunque estoy seguro que a estas alturas puede oler mi excitación aunque no la vea... Regresa y sus pasos se detienen. Santo cielo, su aroma es delicioso... suerte que no puedo mirarla a los ojos o su expresión de decepción me arrancaría un grito de dolor... Alguna vez aprenderé a ser delicado con los demás...? Enseguida reanuda sus pasos y siento el colchón hundirse ligeramente bajo su peso a mi lado. Está malditamente cerca y un siseo se escapa de mi boca. Sus manos limpian la sangre de la herida y la siento aplicar algún tipo de ungüento sobre ella. Los dos nos mantenemos callados hasta que mis palabras rompen el silencio.

- Siento haber mencionado tu alimentación delante de Phury. Siento haberte incomodado y faltado a mi palabra de mantener esto en privado. Pero quiero que sepas que yo sigo queriendo ofrecerte mi vena, si es que todavía estás dispuesta a quedarte en esta casa, yo voy a proveer para ti.

Giro mi cuello y encaro su mirada, esperando una respuesta, aunque sus ojos siguen siendo tristes como un día nublado, sin brillo y sin ganas...





Su respuesta a mi ofrecimiento de curarlo, es quitarse la camiseta y observarme en silencio. Me levanto con calma del sillón, inspecciono el apósito húmedo y me dirijo al cuarto de baño en busca de lo necesario para limpiar su herida. Al salir le veo tumbado en la cama, boca abajo, e intento ignorar el efecto que su pecho desnudo me ha causado, pero su infalible olfato le hablará de todo lo que quiero ocultar, al igual que el mío me dice, ahora mismo, que el macho que tengo ante mí está excitado. Ese aroma, fruto del deseo sexual, se ha quedado grabado en mis sentidos y sé que siempre podré percibirlo en él. Sé también que le azora verse así, supongo que tumbarse sobre el colchón es su modo de ocultar a mi vista la evidencia... en su caso ha de ser condenadamente difícil, teniendo en cuenta el tamaño de... ¡Maldita sea! No puedo seguir por ahí o esto acabará avergonzándonos a ambos. Comprendo la triste verdad que encierra cada uno de sus gestos, cada una de sus palabras: El cuerpo de un guerrero responde independientemente de su alma y su corazón. La Virgen Escriba los dotó de impulsos y necesidades mucho más fuertes que los de los vampiros normales, haciendo que el instinto primase sobre el sentimiento. Lo he leído en los antiguos escritos cientos de veces... su bendición, la fuerza, el poder, la superioridad física sobre los civiles, es también la desgracia de estos elegidos para la lucha. No son libres de elegir ante quién responde su cuerpo. Supongo que cualquier hembra que le tocase en este momento desataría la misma reacción en un macho que lleva, no me cabe duda, más de año y medio de celibato.
Me inunda una pena profunda, una melancolía que no había sentido hasta ahora, y entiendo que, desde el preciso instante de mi llegada, le he puesto a prueba, le he tentado, le he llevado hasta el límite, aún sin saberlo. Mi cuerpo de hembra despierta su cuerpo de macho, cuya mente y cuyo corazón lloran aún por su shellan. Mi necesidad de alimentarme le ha llevado a formular su ofrecimiento de proveer para mí, que ahora reitera mirándome con seriedad. Es su honor el que habla, la bondad innata que siempre intuí bajo su fiereza y su fachada huraña y agresiva. Pero no aceptaré. Vi sus ojos mientras me mostraba sus bandas de esclavo en la biblioteca. ¿Qué me diferencia en estos instantes de su antigua ama, de la hembra que le esclavizó y le forzó a darle su sangre? Yo le fuerzo también, aunque sea él el que se ofrezca voluntariamente. Vivo bajo su techo, cuido de su hija y se siente obligado a alimentarme. Este tema se ha terminado entre nosotros. No importa ya quién lo saque a colación: el rey, el primale, Torhment... no seré yo. Si alguna vez necesitase mi vena, yo misma la abriría gustosa y la llevaría hasta sus labios, me sentiré dichosa de servirle si algún día lo solicita, pero no insistiré, no ofreceré de nuevo lo que no es deseado, lo único bueno que tengo para darle.

He secado la herida con suavidad, intentando no lastimarle, aunque ningún sonido, ningún gesto de dolor sale de él. Está acostumbrado al sufrimiento, como bien lo prueba su cuerpo. Nunca había tenido la oportunidad de observarle tan de cerca. Mis dedos acarician las suturas con suavidad, pero mis ojos recorren los nombres tallados en su piel: Bella y Nalla, escritos en la antigua lengua, en la cima de una espalda cubierta de cicatrices de latigazos. Las lágrimas se deslizan imparables por mis mejillas y de repente me asalta el pánico de que alguna caiga sobre su piel. Sé cómo se forman las cicatrices, y aún algo tan pequeño como una gota es un crimen sobre su cuerpo de guerrero. Me las limpio con el borde de mi vestido y en ese momento hago algo realmente estúpido. Mi lengua asoma a lamer mis dedos y los paso por los bordes de la herida buscando el poder cicatrizante de mi saliva. Si fuese su hembra lamería cada centímetro de piel dañada hasta sanarla... ¡Qué tontería, Santa Virgen! Si fuese su hembra él estaría ahora mismo prendido a mi vena y tomándome sobre este mismo lecho, como sé que hacen los hellrens con sus shellans, y nada de todo esto sería necesario. El deseo me enciende y siento que he de hacer algo, cualquier cosa, que despiste mi atención de esta enorme masa de piel dorada con olor a bosque que me está excitando. Odio el ser una newling ignorante con anhelos imposibles. Soy consciente de que lo que le cuento no tiene mucho sentido, que es, simplemente, un intento de llevar mi mente por otros derroteros.

- No necesito disculpas, Zsadist, no es eso lo que buscaba, sino una respuesta que creo que no estamos preparados para dar, supongo. No te preocupes más por eso. Seguiré en tu casa hasta que tú mismo me pidas que me vaya. Nada más conseguirá alejarme de vosotros *Lo he dicho, le he incluído... "vosotros"...* Recuerdo mi viaje en tren desde las Adirondacks, desde el Rancho, y recuerdo el miedo, la angustia de verme rodeada de desconocidos, en una horrible máquina ruidosa y atemorizante, el pánico de encontrarme por vez primera sola en un mundo del que lo desconozco todo, salvo lo poco que he visto en la televisión, en casa de tu hermano, pero me dirigía a encontraros, sabía que estaríais esperándome en la estación y eso me consolaba. Por absurdo que parezca, todo ese espacio abierto, toda la libertad, la posibilidad de ir a cualquier lugar, de conocer a cualquiera allí afuera, me aplastó como una losa pesada que me impedía respirar. Supongo que tuve una crisis de ansiedad, un ataque de pánico o... no lo sé. Me pasé medio viaje llorando, angustiada, y maldiciendo mi orgullo, que me hizo rechazar la compañía de un doggen hasta aquí. Quería sentirme adulta, Zsadist, sentirme capaz, como cualquier hembra, de moverme libremente, de escoger mis opciones, en un mundo en el que siempre fui yo la elección de otros... quería elegir, por una vez, quería ser yo la que eligiese. Y os elegí a vosotros. Sois mi hogar ahora, tú me lo ofreciste y así lo siento. Sois lo único que tengo, porque no puedo regresar ya. Fuisteis mi única elección como Elegida. A partir de ahora seré vuestra amiga, la compañera de Nalla, pero nunca has de pensar en mí como una de mis hermanas en una solicitud al Primale, porque, aunque sé que aún me protege, ya no me cuento entre sus protegidas.

Acaricio su herida con lentitud, resiguiendo los bordes, mojándolos con mi saliva una y otra vez, de forma ya innecesaria, porque le veo mejorar a ojos vista. No es poderosa como mi sangre, pero sigue siendo curativa. Coloco el nuevo apósito y aliso los bordes con delicadeza, pegándolo a su piel. Mis ojos recorren cada centímetro de su cuerpo mientras le acaricio, quizás por única vez, con la excusa de curarle.

- Mi hambre no es ahora tema de debate, Zsadits. Olvídate de ello, por favor, no tendría ni que haberlo mencionado. Es un tema que solucionaré de forma privada, no te preocupes y muchas gracias por tu ofrecimiento, pero... *dudo unos instantes* al igual que tú, voy a rechazarlo amablemente, si me lo permites.

Me levanto de la cama y me alejo con premura hacia la puerta, que abro sin darle tiempo a reaccionar.

- Si me necesitas, estaré en la biblioteca un par de horas antes de acostarme. Quiero preparar las clases de Nalla para mañana. No te lo he dicho antes, pero la institutriz se ha despedido, espero que no te moleste que la sustituya, te aseguro que estoy capacitada para hacerme cargo de la educación de la niña. Puedo enseñarle todo lo necesario para moverse en la glymera sin problema alguno, y mucho más que eso. *Sonrío irónica* Pocas familias se pueden permitir como profesora a una Ex-Elegida. Puede que para todos los demás no seamos más que proveedoras de sangre y sexo, pero nuestra educación, al menos, es excelente.






Mientras sus manos curan mi cuerpo me habla de su viaje hasta aquí desde el rancho de Phury... dios! Como he podido ser tan insensible...? Ella es... “ha sido...” una elegida... no conoce otra realidad que la percepción del mundo desde allí vivida. Yo la he visto siempre en la mansión con Nalla, y he dado por sentado torpemente, que pertenecía a nuestro mundo... Mi mente vaga al pasado, a mi reclusión como esclavo durante cien años, al mundo que sucedía fuera y que yo desconocía más que la reducida realidad de mi alrededor. Huelo la sal de sus lágrimas derramarse, y como el hijo de puta que soy, no soy capaz de levantarme y volverme para consolarla, secarlas con mis manos, acunarla en mis brazos... porque yo mismo estoy llorando... llorando por dentro, por ella, por su cárcel personal... Cuando habla de que su primera elección hemos sido nosotros mi ceño se frunce... qué demonios habrá sido lo que la hizo abandonar lo único que ha conocido en toda su vida...? Pienso en Phury y me siento orgulloso de él como nunca; por ella, Selena, y todas las elegidas que pueden tener otra oportunidad si así lo desean...

No va a hacerlo... no va a alimentarse de mí, no si no lo hago yo de ella... y dios sabe que lo necesito por mis heridas y lo deseo como los infiernos! Pero no, no estoy preparado todavía para eso... ella no es una hembra anónima... y mucho menos desde que hace días aterrizó en esta casa y en nuestras vidas... ella es lo más parecido a una compañera que ahora mismo pueda tener... Sé que se ha ofrecido voluntariamente, pero sé que mi traicionera polla se despertará en el mismo momento en que tome su sangre...recuerdo esas pequeñas gotas de ese corte en su palma... sabía a fruta fresca y a néctar...

Ella se está alejando, está ya en la puerta y me habla de ser la maestra de Nalla... y quién mejor que ella...?

- Eres la mejor maestra que Nalla pueda tener sin duda, Selena, yo... *me incorporo en la cama con una mueca de dolor* yo... Gracias.

Cómo puedes no decir nada más después de que ella te ha abierto su corazón...? De verdad deseas que salga por esa puerta así...? Miro mi propio cuerpo con el torso desnudo y siento que quizás la he avergonzado en tantas cosas desde que ha llegado a esta casa... cojo la camiseta y vuelvo a cubrirme.

- Gracias por elegirnos...

Dejo que salga por esa puerta. Anhelando levantarme y abrazarla y sentir su cuerpo cálido y menudo conmigo, protegiéndola de todo mal y de los capullos que hay en este mundo, como yo, dispuestos a dañar a un ser tan puro y tan inocente...

Cojo el teléfono y ordeno un servicio de comida en una bandeja para la biblioteca. Voy al cuarto de Nalla y la veo acostada en la cama, durmiendo plácidamente. Sus bracitos se alzan en mi dirección y me acerco a ella para besarla y arroparla.* Duerme mi niña... Sé que lo que debería ofrecerte es más de lo que tienes. Te he separado de toda la familia que conocías... podrás perdonarme...? Ha venido un ángel a cuidar de ti, mi vida...

He pasado el día en el sótano. No debería porque la herida está reciente y podrían abrirse los puntos, pero necesito desgastar mi cuerpo para ocupar mi mente y no pensar en ella de nuevo... Siento una quemazón en los tejidos dañados, pero la ignoro y sigo flexionando y ejercitando mi cuerpo hasta que el dolor no me permite divagar más. Cuando me noto exhausto me dirijo a la ducha. Al pasar por el cuarto de Selena no oigo más que silencio e imagino que ya estará levantada. Llevo evitándola todo el día. No puedo verla de nuevo, no sabría qué decirle... !!!Despego el apósito en la ducha y observo la herida al otro lado del espejo... mierda! El ejercicio ha hecho que vuelva a abrirse y un hilillo de sangre baja por la espalda entre los puntos. No voy a pedirle a Selena que vuelva a curarme. Igual doc Jane o Ehlena puedan hacerlo antes de la patrulla... Me cubro con la camiseta, la chaqueta de cuero y las armas.Entro al cuarto de Nalla y se levanta de un salto del suelo, entre millones de muñecos, hasta mi cuello.
- Hola preciosa. Hoy papi tiene que marcharse pronto, mi vida. Pero vas a pasar la noche con Selena hasta que regrese, vale? Pórtate bien, eh..?

Ella asiente como una niña buena con una misión que cumplir aunque se niega a separarse de mi cuello. La beso mil veces en la frente, las mejillas, los labios y en su naricita antes de separarla de mí.

Antes de salir me paro frente al cuarto de Selena y alzo los nudillos para tocar a la puerta, pero freno antes de hacerlo. Deslizo un papel por debajo.

“Pasaré toda la noche fuera. Debo acudir a la mansión. Os veré en la última comida. Z”

6. Discusiones...




No he podido pegar ojo en todo el día. He salido de mi cuarto y tras comprobar que Nalla seguía durmiendo me he refugiado en el sótano; en el gimnasio improvisado con unas cuantas máquinas para mantenerme en forma. He subido a la cinta andadora y lo he programado para correr a máxima velocidad. El sonido de mis pies golpeando la cinta y mi respiración jadeante es todo lo que rompe el silencio. Ni siquiera los auriculares con la música a todo trapo han conseguido alejar mis pensamientos de Selena y al final en un arranque los he lanzado contra el suelo.
- Joder... Bella... por qué tuviste que dejarme...? Me prometiste estar conmigo siempre... no dejarme nunca!!! La Virgen sabe que jamás miré ni deseé a otra hembra que no fueses tú... Oh! nalla!... me siento tan perdido!!!
Mis lágrimas, aquellas que no me he permitido derramar desde que tomé la determinación de quedarme en este mundo cuidando de nuestra pequeña, resbalan ahora por mis mejillas empañando mi vista. Con el brazo las seco y paro la cinta con un golpe de puño. Mierda!!!! Respiro agitado con la cabeza entre las piernas y las manos a ambos lados de los muslos. Seco el sudor y el resto de lágrimas de mi cara y cuello y me siento en el suelo apretando la cabeza entre las manos, pasándolas una y otra vez por mi pelo rapado, intentando aclarar mis pensamientos... No sé cuanto rato permanezco así cuando la alarma del reloj marca las siete. Joder! Me levanto de golpe y subo por las escaleras hasta el salón a zancadas. La puerta de la biblioteca está abierta y su aroma a nomeolvides se cuela en mis sentidos nada más acercarme a la abertura... Ella está sentada en uno de los sofás de cara a la ventana que da al jardín. Tiene los pies descalzos recogidos sobre el sillón y con las manos abraza sus piernas como si pudiera consolarse con ello... Tan sólo verla mi cuerpo deja de crisparse como si ella fuera la solución que tanto he estado buscando devanándome los sesos allí abajo... Dios está preciosa! y yo soy un jodido idiota por presentarme sudado y con la cara hinchada por el ejercicio y... Carraspeo y se gira en mi dirección. Antes de que se levante alargo mi mano para detenerla.
- No, Selena, por favor no te levantes. Yo... *froto de nuevo mi cabeza* lo siento... *señalo mi camiseta mojada separándol de mi pecho* no me di cuenta de la hora y no me ha dado tiempo a cambiarme...
Ella baja la mirada azorada, se ve adorable con ese ligero rubor en las mejillas. He de contenerme para no alargar mi mano y tocarlas en una caricia. Recuerdo de repente su cuerpo crispado cuando esta mañana me sorprendió enredando su pelo en mis dedos y la idea de tocarla se esfuma de inmediato de mi cabeza. Me acerco al sofá de su lado y me siento en el reposabrazos jugando con la toalla entre mis manos. Muy serio empiezo mi discurso:
- Selena, sé que estás aquí por Nalla, pero también se que el rey te ha mandado para asegurarse de que no cometo errores ni incumplo el trato que hicimos. Por eso has insistido tanto en el tema de mi alimentación desde que has llegado...? *la interrogo con la mirada y antes de que pueda responder prosigo, ahora más calmado* Yo no sé hacer otra cosa que pelear. No puedo ni quiero hacer otra cosa. No hasta que no quede un solo lesser sobre la tierra o el fade me reclame... Yo... yo me cuido por Nalla si es lo que teméis... no me alimento tanto como un macho emparejado suele hacerlo, pero te aseguro que no voy a arriesgar mi vida por ello. Sé que W te lo ha ordenado, pero no tienes ninguna necesidad de servirme. No estás aquí en calidad de elegida. Quiero que sientas ésta como tu casa... Pero no me gusta que las cosas que suceden aquí sean chismorreadas al rey ni a nadie...



Le escucho en silencio, mordiéndome la lengua para no contestarle antes de que acabe su discurso. Me ha quedado muy claro lo que piensa al respecto, ojalá sus otros pensamientos fuesen expuestos del mismo modo para evitarme estas inseguridades y estas dudas que me corroen por dentro.
No consigo, por más que lo intento, alejar mi mirada de esa camiseta mojada que se pega a su pecho como una segunda piel. Huele a macho, a sudor limpio, a pino, a algo verde que me recuerda a un bosque en verano. Mi lengua asoma a lamer mis labios, porque mi boca se ha secado de repente al verle entrar. No sospecha que hace apenas unos minutos le he visto sentado en el suelo del gimnasio: Un doggen me indicó su paradero tras preguntarle por él y bajé para... no sé para qué, simplemente quería verle, necesitaba verle. Le imaginé haciendo ejercicio, quizás golpeando el saco, como solía hacer en la mansión. Me encontré, en cambio, con su enorme cuerpo encogido en el suelo, frotándose el cuero cabelludo como si pudiese extraer de su cabeza todo pensamiento molesto... ojalá fuese capaz de hacer lo mismo. No me atreví a hacer notar mi presencia y me refugié en la biblioteca a esperarle, descalza, encaramada en el sofá y mirando hacia el jardín, hermoso, inmenso, pero cansado y lleno de hojas muertas que la primavera ha de convertir en nuevos brotes, si la Virgen es misericordiosa...
- Ya no soy una Elegida.
Ya está. Lo he soltado, no ha sido tan difícil. Mi tono de voz ha sido claramente desafiante, pero mi enfado es tal que me sorprende ser capaz de mantener cierta compostura. Poco me ha faltado para sonreír al observar su desconcierto. Podría dejarle así, sin más respuestas ni explicaciones, pero tampoco lo merece. Es normal que piense así dada la información que posee, que no es mucha. Bajo los pies desnudos del sofá y me sonrojo al ver que mi vestido no consigue cubrirlos. Ahora no tiene sentido buscar mis zapatos, perdidos bajo el mueble en el que descanso. Alzo la mirada y decido que la verdad es la mejor opción, y que la Madre me ayude, pero no me importa ya cómo la manejará Zsadist. Necesito hablar y dejar bien claras las cosas o nada de esto funcionará jamás para ninguno de los tres
- Vine a cuidar de Nalla, pero no a petición del rey. Nadie, ni siquiera tu hermano, el Primale, han intentado jamás darme órdenes. Phury se ofreció a encontrar un macho con el que emparejarme, sólo eso, y yo lo rechacé. Respondo únicamente ante la Virgen Escriba, y es ella la que me ha liberado de mis obligaciones, dada la naturaleza de mi petición ante Ella.
Me mira en silencio, sus ojos, de un negro absoluto, permanecen clavados en mí sin apenas parpadear. Si sigo mirándole, seré incapaz de continuar, y esta discusión ha de ser zanjada aquí y ahora.
- No soy una espía, no soy una fuente de información para Wrath ni para nadie en la Mansión, y por lo más sagrado que no sé qué he hecho para que me veas así.
Mi tono de voz se va elevando gradualmente, soy consciente de ello pero incapaz de ponerle remedio o de frenar el enfado que va tiñendo mi voz. Me levanto sin preocuparme por buscar mi calzado y paso a su lado camino de la puerta, dispuesta a marcharme a mi cuarto hasta que pueda razonar sin alterarme más... temo decir más de la cuenta.
- Si tienes problemas con tus Hermanos, supongo que tendrás que hablarlo con ellos, pero, por favor... *Acerco mi rostro al suyo hasta que casi puedo tocarle. Estando él sentado y yo de pie estamos casi a la misma altura* no me insultes atribuyéndome intenciones ocultas o llamándome recadera de la Hermandad. Y no temas, me ha quedado bien claro lo que piensas de mi vena y el rechazo que te produce. No te perturbaré más ofreciéndotela, ya que veo que no hay excusas suficientes para rechazarla. Por lo que a mí respecta, puedes desfallecer de hambre o beber de cada hembra que se cruce en tu camino: No es mi problema.
¡Santa Virgen! ¿Cuánta mentira cabe en un sola frase? La idea de verle tomando de otra vena me llena de angustia, pero ahora sé lo que piensa de mí, no me extraña que no desee acercárseme*
- Y ahora, si me disculpas, me voy a mi cuarto. Pasaré a ver a Nalla antes de la primera comida, pero no os acompañaré esta noche. *Alzo la vista y le miro a los ojos* Dada la idea que tienes de mi forma de ser, supongo que será un alivio poder librarte de mi presencia, no sea que le cuente a nuestro rey qué has comido y en cuántos bocados lo has hecho!
Estoy siendo tan irracional como una niña pequeña, pero algo en este macho me hace perder el control por completo. Me duele más que me ofende lo que considera de mi presencia aquí, pero no es algo que pueda confesarle a él.
- Es tu casa. Tú decides. Pase lo que pase entre tú y yo en esta biblioteca, no afectará para nada a mi relación con tu hija, pero necesito saber si soportas mi presencia en tu hogar o me consideras una amenaza a tu intimidad. No deseo ser una invitada molesta, pero tampoco creo que sea bueno para nadie el seguir desconfiando. Por favor, habla con el rey y con tu hermano si no me crees. No tengo más que mi palabra, y dudo que eso te baste... ya no puedo ni jurártelo por lo que era, una Elegida de la Madre. Ahora soy sólo Selena. Y no seré nada más. Es lo único que tengo, un nombre sin linaje... eso es lo que soy: Selena, hija de nadie, y perdóname el drama, estoy demasiado enfadada ahora mismo, Zsadist, aunque dudo que lo entiendas.



‎Santa mierda!! Es que le han dado cuerda....????? De su boca tan sólo salen malentendidos y cada vez está más y más ofendida y enfadada... Casi me divertiría verla tan molesta si no fuera porque no soporto la idea de dañarla, de que mis palabras la hayan ofendido o herido como lo han hecho... Cojo su muñeca cuando se gira para salir por la puerta. La sujeto fuerte para retenerla aunque intentando no apretar demasiado para no hacerle daño. Su brazo es tan menudo que podría partirle los huesos con sólo apretar mis dedos en torno a él... Levanto su brazo alzando el mío a la vez y dejando la banda de esclavo de mi muñeca al descubierto.
- Ves esto Selena..? Te dice algo esta marca...? *digo más enfurecido de lo que desearía, mi tono es casi hiriente* Sé que las elegidas son veneradas y no hay nadie más culto ni de clase más alta... *bajo la mirada y la suelto* pero no elegisteis vuestro destino... en qué se diferencia de un esclavo de sangre? Detesto tener que beber y lo hago sólo cuando mi necesidad es acuciante... Le he pedido a Phury una elegida distinta cada vez... *vuelvo de nuevo la vista hacia ella* crees que sería capaz de mirarlas a la cara si volviera a solicitarlas...? Sé que os enseñan a servirnos por la continuidad de la raza pero... *niego con la cabeza frotándome el cabello inexistente* Crees que si tuviera otra manera de hacerlo acudiría a vosotras...? Tu dices que ya no eres una elegida... por qué demonios quieres entonces alimentarme si no es por deseo expreso del rey...? Qué necesidad tienes de ofrecerme tu sangre si no es por obligación?



Su mano atrapando mi muñeca es una cadena que desearía poder fundir a mi piel para no separarme nunca, pero soy consciente de que es la rabia la que nos mueve a ambos, que es el dolor el que nos hace gritar cada palabra como un disparo que lleva esperando en la recámara demasiado tiempo. Miro su banda de esclavo y mis colmillos estallan en el interior de mi boca, ansiosos por hundirse en ella y tomar de su vena, pero supongo que eso no me hace mejor que el ama que le esclavizó y siento asco por mí misma. Escucho sus palabras, el paralelismo que establece entre su antigua esclavitud y nuestra posición como elegidas... tiene razón. Una extraña calma me invade mientras le hablo mirándole a los ojos.
- No es cierto que haya hablado con el rey, Zsadist, al menos no como tú crees. Él dio por supuesto que, dado que iba a vivir aquí, tomarías de mi vena, y yo no le desengañé. Y jamás le diría que no te estás alimentando como es debido. Sé que Nalla lo es todo para ti y nunca te pondrías en peligro.
Tomo ahora su mano entre las mías y acaricio con mis pulgares la banda tatuada sobre su muñeca.
- Ya ves, una elegida jamás se atrevería a comportarse con la osadía de la que yo hago gala, o con mi escasa educación al atreverme a tocarte. *Alzo la vista a sus ojos enfadados. Aún puedo sentir la ira bullendo bajo su piel, corriendo ardiente por sus venas* No tengo necesidad alguna de alimentarte. Ni a ti ni a ningún otro macho, de hecho. Nunca más. Lo que te he ofrecido ha sido una decisión propia, no impuesta por mi crianza, ni por la Madre, ni el Primale, ni siquiera por el Rey. Soy una hembra sin pareja, la sangre que corre por mis venas me pertenece sólo a mí y a aquel a quien quiera regalársela.
Me detengo en mi camino hacia la salida, inmóvil frente a él. Su ira ha hecho descender la temperatura de la habitación varios grados y me estremezco de frío.
- Si decides que no deseas usarme cuando precises alimentarte, tendré que buscar un macho que me alimente a mí, quizás pedirle a tu hermano, por más que me humille, que me encuentre un desconocido del que beber. Pensé que podría ser algo mutuo... ya veo que no. Tu necesidad de sangre y la mía son igual de vergonzosas e igual de indeseadas...


Mierda! Mierda! Mierda!!!!!! Por qué tiene que ser todo tan jodidamente complicado...?Cuando está a punto de llegar a la puerta me desmaterializo y aparezco tras ella, cerrando los goznes de golpe con el pensamiento y encerrándola entre la jaula de mis brazos y la gruesa madera. Obligándola a girarse para encararme, si es que no me tiene miedo.....La idea de que algún otro macho toque su muñeca con los labios me hace hervir la sangre de furia. He visto sus colmillos alargarse mientras me miraba y he olido su hambre por todos los poros de su piel... Santa mierda... Yo podría alimentarla... podría ser algo que hiciera sólo para ella...
- No tienes que pedirle nada a Phury, no es necesario... *un gruñido bajo sale de mi pecho* Nadie tiene que meter las narices en esto ni saber por qué razón necesitas o no alimentarte... Yo podría...

La tengo demasiado cerca... puedo oler su aroma a hembra mezclado con nomeolvides... pero no huelo miedo aunque la estoy acorralando...Mierda!!! mis ojos se desvían a su boca y mi erección decide volver a despertarse aunque la furia sigue hirviendo en mis venas...

- Yo podría alimentarte...

La dureza bajo mis pantalones crece hasta presionar la fina tela de su vestido contra su abdomen... dios, es imposible que no lo note! Me separo de ella aunque el bulto sigue siendo evidente bajo mis pantalones de deporte, que se han hinchado como una tienda de campaña... joder!!!! Es inútil que intente ocultarlo... es la reacción que su presencia ejerce sobre mi cuerpo, y si es que no me tiene miedo ni decide marcharse después de lo de hoy, va a tener que acostumbrarse...Me muevo hacia la derecha y abro la puerta mirándola de nuevo a los ojos.

- Ahora necesito ir a ducharme antes que despierte Nalla... cuando regrese esta madrugada seguiremos con esto... si quieres...

Abro la puerta y me deslizo a través de ella, a salvo de su ardiente mirada que enciende más mi polla bajo los pantalones... Saco la cabeza de nuevo tras la puerta.

- Selena... me gustaría verte en el comedor para tomar la primera comida con Nalla...

Mi cabeza vuelve a desaparecer y me encamino a zancadas hacia mi cuarto.



Atrapada contra la madera y encerrada en la jaula de esos enormes brazos, tendría que sentirme atemorizada, pero no lo hago... de algún modo siento que estoy donde deseo estar, y creo que mi cuerpo responde a su presencia porque sus ojos se entrecierran y le veo aspirar lentamente, como si analizase el aroma que desprendo.
- Opino lo mismo, Zsadist. Nadie tiene que meter las narices en nuestros asuntos.
Mi voz se quiebra al imaginar mis labios hundidos en su piel y su sangre penetrando en mi organismo. No sé qué sabor tiene, qué se siente, ni siquiera he conseguido aún acostumbrarme a la nueva sensación de mis colmillos estallando en mi boca. Normalmente, a estas alturas estaría ya al Otro Lado para evitar el hambre, pero las cosas han cambiado y tendré que habituarme. Siento su excitación y el bulto de su sexo hinchado contra mi vientre. Un cosquilleo se asienta entre mis piernas, obligándome a cerrarlas con fuerza mientras mi respiración se agita. Hay algo que sí he aprendido a este lado... el olor de su excitación es un perfume embriagador que me nubla el pensamiento y me vuelve incoherente. Se aleja de mí pero mis ojos se desvían a la erección que presiona la tela de su pantalón. Al igual que la primera vez que la vi, su tamaño me impresiona, pero no me asusta lo más mínimo... la Virgen sabe que tendría que imponerme algo más de respeto y algo menos de curiosidad.
- Está bien, bajaré, si es lo que quieres, pero no creo que lleguemos a ninguna parte con esta discusión. Es un quid pro quo, o los dos o ninguno. Prefiero salir a la calle a buscar al primer macho desemparejado que encuentre que hacer de esto algo unilateral *Me mira furioso de nuevo, puedo notarlo antes de que desaparezca escaleras arriba. Asomo mi cabeza por la puerta de la biblioteca mientras sube* Y puedo asegurarte que soy capaz de esperar mucho tiempo. Al fin y al cabo no lo he hecho nunca, no creo que sea algo demasiado distinto a cualquier comida que compartamos en el comedor, ¿no?
Cierro la puerta sin darle tiempo a una respuesta y me apoyo contra ella cubriéndome la cara con las manos.
-O sí?



‎- Dichosa hembra testaruda!!!!

Farfullo mientras subo las escaleras de tres en tres. Santa mierda! Buscar cualquier macho desemparejado!!!Sin dejar de renegar tiro al suelo las ropas empapadas de sudor y me meto en la ducha. Ni el agua cálida consigue calentar mi gélido cuerpo tras la discusión con Selena. Santo cielo, imaginarla con otro macho me hace querer desenfundar mi arma y apuntarla contra la cabeza del tipo, directa a su cerebro, o mejor aún... a su polla! cualquiera de los dos músculos que sea el que hubiera accedido a alimentarla...
Al salir paso por el cuarto de Nalla Hija de Zsâdist, pero no está y oigo sus voces en el salón. Bajo ya vestido para marcharme en cuanto las formalidades de la primera comida terminen. Mi cabeza no está realmente en el mejor momento para conversaciones y no querría que Nalla me viera enfadado y confuso...

Mi cuerpo se paraliza antes de recorrer el último tramo de escaleras... Selena está sentada en el sofá con Nalla en su regazo. Su pelo cae en mechones sobre el de Nalla, perdiéndose entre su melena tricolor como si se tratase de una continuidad de su pelo. Las dos ríen y juegan con una muñequita de trapo, que bien podría ser la del cuento de anoche. Dios la imagen es tan perfecta... No se cuánto tiempo llevo aquí parado, simplemente mirándolas. El frío que se había apoderado de mi cuerpo, (el frío que salía de mi mismo cuerpo!) ha desaparecido y algo suave y cálido se instaura en mi corazón. Selena alza la vista hacia la escalera y continuo bajando, pensando que quizás siga molesta conmigo, pero su sonrisa no se desvanece y toma a Nalla en brazos para llevarla a la mesa. Beso a la pequeña en la frente y la recojo de sus brazos para sentarla en la cabecera esta vez. Ella sonríe contenta de sentarse en el trono como una reina y yo puedo tenerlas a las dos a la vista a la vez... y de paso mirar a Selena de frente sin que se dé cuenta... Ella no deja de sonreír con los comentarios de Nalla y de cuando en cuando me sorprende mirándola. Pero no dice nada, tan sólo baja la mirada hacia el plato con un leve rubor en las mejillas y una sonrisa perfecta, todavía más acentuada...


No sabría decir exactamente en qué momento se disipó mi enfado, quizás al verle subir las escaleras como alma que lleva el diablo. Sé que le he enojado mucho y ha sido premeditado. No busco molestarle, pero está vivo, mientras me grita, mientras se cierne sobre mí como un gigante amenazador, está vivo y muestra más emoción que en todo el año anterior... puedo asegurarlo porque le he buscado a menudo en los cuencos de adivinación y siempre observaba su hieratismo, su impasibilidad, fruto de la indiferencia, noche tras noche, hora tras hora de patrullas rutinarias, de gestos repetidos por pura fuerza de costumbre. ¿Me grita, se irrita por mis reproches? ¡Bien! Verle reaccionar por fin ante algo, aunque ese algo sea yo y lo haga con rabia, me da esperanzas...
Despierto a Nalla jugueteando con mi nariz en su pelito y con besos suaves mientras la llamo en voz baja. Sus bracitos me rodean el cuello y sus piernas se envuelven en torno a mi cintura.
- Buenas noches, mi niña. Hay que vestirse para ir a clases, ¿qué nos ponemos hoy?
La elección es rápida, a pesar de poseer un vestuario digno de una princesa. Se dirige directamente a un vestido exactamente igual que el de la muñequita con la que ha dormido. Bajamos de la mano hasta el salón a esperar a Zsadist para empezar a comer. Los doggens han servido ya la mesa y Nalla y yo nos dejamos caer en el sofá hablando de cosas de chicas con su muñeca favorita, aconsejando a la pequeña señorita de trapo con respecto al chico que le gusta. Nos reímos poniendo voces tontas y sin saber muy bien cómo, acabo casi tumbada con la niña encima dándome besitos en el cuello que me hacen reír. Su naricita se abre paso entre los mechones de mi pelo y yo le pido a la muñeca que me proteja, que llame a su caballero para defender a una dama inocente... unos instantes relajados que me recuerdan el pasado y los buenos momentos vividos en la Mansión. La risa de Nalla es un pequeño milagro que me trae de nuevo la paz, dejando atrás la tensión y las preocupaciones.
Le veo de repente frente a nosotras y me pregunto cuánto tiempo lleva observándonos, porque es tan silencioso como una sombra. Toma a su hija en brazos y le otorga el puesto de honor en la mesa. Nalla ríe satisfecha y coloca a la muñeca a su lado. La comida transcurre tranquila, conmigo robando comida del plato de Nalla y ella intentando hacer lo mismo conmigo, contándonos secretos en voz baja que su padre, sin duda alguna, escuchará como si los gritásemos a pleno pulmón, por lo que intento medir mis palabras. Le susurro al oído que no está bien susurrar al oído de nadie en presencia de otros y Nalla estalla en carcajadas. Cada vez que alzo la vista le encuentro mirándome, pero ninguno de los dos aparta la mirada. Al cabo de unos segundos yo bajo los ojos, ruborizada pero no incómoda, y vuelvo a hablar con mi pequeña.

5. El Bosque Encantado





La cena transcurre tranquila entre las risas de Nalla. Salgo de mis divagaciones y me incorporo a la conversación, intentando aparentar normalidad... Cuando terminamos de cenar, Nalla se sube a caballito sobre mis hombros hasta su habitación y acordamos, sin permitirle opinar, que hoy la anfitriona va a tener que leernos a ambos... Escuchamos sus quejas detrás de nosotros, por la escalera, pero Nalla se tapa los oídos para no oírla y yo empiezo a tararear mientras subimos. Al llegar al cuarto la echo en la cama como un saco de patatas y me giro hacia Selena. Está deliciosa con ese arrebol en sus mejillas... le sonrío y me encojo de hombros. Carraspeo y digo bien alto teatralizando
- Bueno, si no deseas leernos... tampoco estás invitada a esta reunión!!!
Hago el ademán de cerrar la puerta y Nalla chilla saltando desde la cama “Nooo noooo papi nooooo! Venga Selena cuéntanos un cuentooooooo” Pone su mejor cara de pena con morritos y cejas caídas... Al ver las armas de la pequeñuela mi sonrisa se hace enorme y le hago una reverencia a Selena para que pase a la habitación, cerrando la puerta tras ella y guiándola hasta la cama de la niña. Carraspeo:
- Mi pequeña, que le parece que la señorita elija nuestro cuento mientras la desvisto y se pone la ropa adecuada para la hora del cuentacuentos...?
La pequeña aplaude como loca y le señalo a Selena la estantería de con los libros. Nalla de pie sobre la cama estira los brazos en alto para que pueda ponerle y quitarle más rápido la ropa y pueda sumirse cuanto antes en la lectura... Sonrío y la tapo con sus mantas, dejando un espacio a su lado para Selena. Yo me dispongo a sentarme en el suelo cuando reschista enfadada, obligándome a meterme en la cama junto a ellas o no podré ver los dibujitos del cuento... Su manita palmea la cama esperando a que me suba... Por el fade!!! Observo la diminuta cama y hago una mueca. Miro a Selena y juraría que... sonríe...? Santa Virgen!!! dame fuerzas... Cojo a Nalla por los aires, me siento donde ella estaba y la coloco sobre mi regazo. Mi cuerpo está dolorosamente cerca del de Selena... siento el calor de su brazo rozando el mío e intento concentrarme en su voz, su preciosa y melódica voz y en la sonrisa de Nalla y las cosquillas de sus deditos en mis muñecas, resiguiendo mis bandas de esclavo como siempre que leemos...



La enorme servilleta me ha salvado la vida y la comida, permitiéndome salvaguardar mi pudor mientras Nalla nos envuelve en sus aventuras, hasta hacernos olvidar la incomodidad que parece ya acompañarnos a su padre y a mí cada vez que estamos juntos. La hora del postre parece llegar demasiado pronto y antes de darme cuenta me encuentro siguiéndoles escaleras arriba. Ver a este enorme guerrero, todo fuerza y poder letal, portando en hombros a su hija, me encoge el corazón por lo que ambos tuvieron y perdieron. Yo nunca podré devolverles nada, jamás podré reemplazar en sus afectos a la mahmen, a la shellan, a la hermosa hembra que lo fue todo para ellos, pero desearía poder ocupar un pequeño lugar en sus vidas. Mi primer impulso es dirigirme a mi cuarto, pero mientras subimos las escaleras me dejan bien claro que, como recién llegada, me corresponde leer el cuento esta mañana. Mi corazón salta de dicha en mi pecho: Estaré con ellos, a su lado, no como solía estar en la mansión, a escondidas y en silencio para no interrumpir. Lo único que me frena es el temor a no ser capaz de leer en voz alta sin que se me note el nerviosismo, la emoción, lo mucho que significa para mí algo tan normal como un cuento a la hora de dormir. Me dirijo a la estantería a elegir un cuento mientras les observo de reojo. La ternura de Zsadist mientras la desviste, mientras le pone el pijama a su niña, me llena los ojos de lágrimas y aprieta un nudo en mi pecho, un nudo de anhelo, de dulzura y de deseo por el macho que llena la pequeña camita con Nalla en su regazo.
La niña palmea el escaso espacio libre a su lado mientras su padre me mira en silencio, y yo no puedo ocultar la sonrisa que nace en mis labios imaginándome su apuro y preguntándome si será ahora cuando se levante para mostrar que mi cercanía le desagrada... o todo lo contrario. Quizás debiera oponer resistencia, buscar una silla o sentarme en el borde de la cama, pero no he cambiado de opinión, no tengo nada que perder y mucho que ganar. Necesito saberlo, saber si tengo que esquivarle, evitar el contacto por miedo al rechazo. Si ha de ser así, quiero saberlo desde ahora, desde el principio, en lugar de descubrir poco a poco que sólo mi cuerpo clama por el suyo, que mi piel, mi olor, mi contacto, le resultan molestos o desagradables... lo que he visto bajo la mesa hace apenas una hora, la increíble respuesta de su cuerpo, la evidente excitación bajo sus pantalones, puede deberse a muchas cosas, pero yo sólo busco una respuesta sencilla. ¿Puede desearme? ¿Puede el macho que amo responder a mi contacto como yo lo hago al suyo? Tomo el primer libro que veo, al azar, al fin y al cabo no voy a leerlo... ya sé qué cuento quiero contarle a mi niña esta noche.
Me acerco a la cama y los ojos de Zsadist se entrecierran mientras me ve acercarme. Intenta hacerme sitio, pero su cuerpo de Hermano ocupa casi todo el espacio y no puede alejarse más de mí sin que ambos, la niña y él, se caigan al suelo. Me siento en el borde y subo las piernas con cuidado para no levantar la falda más de lo imprescindible, pero es tremendamente difícil intentar estirar el pequeño fragmento de tela. Mis piernas desnudas quedan paralelas a las de Zsadist y parecen perderse en comparación con su tamaño: Uno sólo de sus muslos es más grande que mis dos piernas juntas, y para poder leer sin correr el peligro de caerme a mi vez, he de pegarme a sus cuerpos. Mi piel desnuda parece arder al contacto con sus ropas. Noto la dureza de sus músculos a través del pantalón, sus pies asomando fuera de la cama debido a su altura. Mi brazo choca contra su costado y él levanta el suyo para dejarme espacio, lo que le obliga a colocarlo tras mi espalda, sobre la almohada. Nalla sonríe impaciente, ignorante de lo que nos está haciendo a los dos, de lo que nos obliga a sentir. El calor que desprende el cuerpo de su padre basta para encenderme y hacerme sentir acalorada... su aroma a pino, a bosque, me está enloqueciendo y puedo notar la excitación que pronto será evidente para él... su olfato está entrenado para detectar aromas que un civil jamás notaría; espero... Virgen Santa! Espero que no se dé cuenta de que estoy temblando de deseo. Tomo aire lentamente y lo exhalo con fuerza intentando relajarme, tarea imposible con él a mi lado... jamás le he tenido tan cerca, jamás he sentido a un macho a esta distancia. Su cabeza queda muy por encima de la mía y la postura de su brazo me ayuda a fingir que me está abrazando, aunque en realidad no me toque... ¿Por qué no me toca? ¿Por qué?... Basta, Selena! Lucho contra el estúpido y erróneo impulso de alzar mi rostro hacia él. Mi frente, así colocados, apenas llega a su barbilla, y sé que si le miro no podré alejar mis ojos de su boca, y se dará cuenta, y ... Parcas! No puedo seguir con esto o... Abro el libro y comienzo mi historia, aunque sé que él se dará cuenta al instante de que no estoy leyendo en realidad, pero no me importa
"La pequeña no entendía qué estaba sucediendo: Un instante estaba dormidita en su cama, en su cuarto calentito, y al instante siguiente se encontraba paseando por un bosque antiguo como el tiempo, lleno de árboles inmensos cubiertos de musgo. No tenía miedo, su perrito iba a su lado para guardarla y protegerla de cualquier peligro, pero sí sentía mucha curiosidad: Sabía que todo era un sueño, aunque se veía muy real, y en los sueños, aunque la pequeña Sihrena no lo sabía, ella podría controlar y decidir lo que habría de suceder. No sabía por qué, pero sentía que debía dirigirse al centro del bosque, al lugar en el que los grandes árboles caían para morir y transformarse en brotes nuevos, un lugar de muerte y de vida en un círculo de eterna renovación.
Caminó durante lo que parecieron horas, hasta que supo que había llegado al lugar correcto. Allí había tan sólo dos tocones, dos árboles huecos y cubiertos de hongos y musgo, pero que, curiosamente, tenían ventanitas con vidrieras de colores y luz en su interior. Shirena siempre había sido muy curiosa, así que no se lo pensó dos veces y decidió llamar a la puerta del árbol más cercano. Nadie respondió, por lo que cogió el pestillo y abrió despacito asomando la cabecita al interior. -¿Hola, hay alguien? - Ninguna respuesta, ningún movimiento ni sonido, por lo que entró y se vio en medio de una estancia mucho más grande en el interior que en el exterior. Giró en todas direcciones y vio una gran chimenea en la que ardía un cálido fuego, una mesa de madera en un rincón con una sola silla a su lado y una mecedora antigua frente a la ventana. En ella, una muñeca de trapo, vieja y rota, parecía mirar a través del cristal hacia el exterior, con sus ojitos de botón perdidos en la lejanía. Sihrena era una niña muy buena, siempre hacía lo correcto y jamás se le ocurriría robar lo que no era suyo, pero algo en su interior le dijo que la muñeca era infeliz, que a pesar de tener en su casita todo lo necesario, hecho a su medida, la pobrecilla buscaba algo más, algo que no estaba dentro de aquel árbol. La cogió en sus manos, la estrechó fuerte contra su corazón y le susurró en su oído de trapo: ¿Quieres venir conmigo, muñequita? No tengo una casita como la tuya para regalarte, pero te voy a querer mucho y nunca más estarás sola... yo no tengo mamá, y, si tú quieres, podemos ser amigas para siempre, las mejores amigas del mundo! La muñeca no respondió, no tenía voz, pero la pequeña creyó ver que el pedacito de hilo que formaba su boca se curvaba un poquito haciéndose una sonrisa. Salió rápidamente de la casa y regresó al punto de partida, al lugar en el que empezó su sueño. Cerró fuertemente los ojos y repitió en voz bajita tres veces: A dormir, a dormir, a dormir! y cuando los abrió, se encontró en su camita, en su cuarto y con las sábanas revueltas, como si hubiese estado corriendo en sueños. Miró sus piececitos y se los encontró manchados de tierra y musgo. Se levantó corriendo, fue al rincón oscuro en el que se amontonaban sus muñecas y sonrió feliz tendiéndole la mano: Rodeada de peluches y preciosas muñecas de porcelana, su muñequita de trapo se había transformado en una hembra joven de sonrisa tímida que la abrazó con inmensa ternura mientras susurraba en su orejita: Sí, mi niña... sí quiero ser tu amiga, si me quieres a tu lado...
Sihrena estaba preocupada... su nueva e inseparable amiga jugaba con ella, sonreía, cantaban canciones juntas y le leía cuentos cada noche, pero la había sorprendido en más de una ocasión mirando, melancólica y silenciosa, por la ventana del cuarto. Una noche sorprendió una lágrima en su mejilla antes de que le diese tiempo a enjugarla. Era una niña, pero muy inteligente, más perceptiva que ningún adulto, y con una sabiduría que sólo poseen las almas antiguas. Se dio cuenta de que la muñeca hecha real, Dhariel, seguía necesitando algo que nunca había nombrado, algo que no quería confesar. Tras muchas noches de verla sufrir en silencio, la pequeña decidió encarar el problema: las mejillas de su querida amiga se humedecían cada vez más y más a menudo sin que nada pudiese frenar sus lágrimas
- ¿Qué te pasa, Dhariel, por qué lloras? ¿No eres feliz conmigo? ¿Quieres regresar a tu hogar?
La niña pensó que quizás echaba en falta su casa, su mecedora, en la que se sentaba a mirar por la ventana
- Ay, cariño... me hace muy feliz vivir contigo, nunca pienses lo contrario, es sólo que...
La muñeca-mujer bajó su rostro y su largo cabello rubio cubrió sus facciones ocultando una nueva lágrima que resbaló hasta sus manos unidas. Sihrena se arrodilló frente a ella, cogió las manos de su amiga con las suyas y le dijo bajito
- Puedes contármelo, de verdad, no se lo diré a nadie... ¡si sólo te tengo a ti!
Al escuchar a la niña, Dhariel la tomó en sus brazos y la estrechó muy fuerte contra su pecho
- Mi casa era solitaria y triste, mi niña. Los días eran iguales a las noches, las semanas iguales a los meses y cada año era un siglo de soledad. Pero... *su rostro se ilumina de pronto como la niña nunca vió* cada noche, al sonar las cuatro en el viejo reloj, en la casita de enfrente, en el otro árbol, veía tras el cristal a un macho maravilloso... un soldado fuerte y feroz que llegaba, herido y cansado, de proteger los bosques de cualquier amenaza que osase perturbar nuestra paz. Nunca nos hablamos, porque pertenecíamos a árboles distintos y yo nunca salí del mío hasta que te conocí, pequeña, pero... *se ruboriza de un modo encantador, con sus ojos brillantes y su voz cargada de luz y color* le miraba, ¿sabes? Simplemente le miraba hasta que desaparecía con las sombras. El resto de mi día y de mi noche consistía en esperar su regreso. Le echo en falta, Sihrena... es como si algo de mi interior se hubiese quedado allí, pero no te preocupes, de verdad... soy feliz a tu lado y nunca, nunca te abandonaré mientras me quieras contigo"
En todo este tiempo no he alzado los ojos del libro, pero soy consciente de la mirada de Zsadist clavada en mí, de que él es consciente de que me he inventado el cuento, y de que mi cuerpo, ahora mismo, es el de una vieja muñeca de trapo, solitaria y triste, que se ha hecho real por el amor de una niña... Alzo mis ojos y los clavo en los suyos sin decir nada. Mi respiración se atasca en mi garganta y observo a Nalla, cuyos ojitos se entrecierran de sueño
- El resto del cuento otro día, si aún queréis que os lo lea... Nalla está casi dormida...



Intento acomodar a Nalla sobre mis piernas, realmente su cama de princesita es diminuta, pero no voy a ser yo quien la contradiga en su deseo de tenernos a todos juntos. Ha estado demasiado tiempo conmigo a solas... soy un cabrón egoísta por haberla separado de su familia, de mis hermanos que la adoran y de sus amables shellans, pero sobretodo, de Selena... Ella siempre fue especial para Nalla, desde la primera vez que se encontraron se creó un vínculo irrompible entre ellas... por más distancia que yo haya puesto de por medio y por más tiempo que pase, jamás podrían perderse la una de la otra... Ver como Nalla la mira, adorándola, me emociona... realmente es bueno que ella esté aquí con nosotros... y no sólo por ella.
Miro nuestros cuerpos en silencio, mientras lee, y me asombro de la imposibilidad de esta situación tiempo atrás. Jamás me gustó el contacto directo con la gente, tan sólo Bella, Nalla o a veces Phury, se acercan tanto a mí si es que tienen alguna estima por sus vidas... Pero ella en realidad no me teme... percibo su nerviosismo, en su tono de voz y por cada uno de sus poros, pero no miedo, ni repulsión... incluso noto... No, Zsadist, que tu jodido cuerpo reaccione como un imán ante ella no quiere decir que ella sienta lo mismo... Por suerte la presencia de Nalla y el rítmico masaje de sus deditos en mis muñecas, aleja esos sentimientos lujuriosos de mi mente y al menos ahora, en la calma y la intimidad del cuarto, me siento relajado incluso con su contacto... Su voz es melódica y suave y bajo la tenue luz del cuarto, parece un hada salida de un cuento... Nalla ha abandonado las bandas negras de mis muñecas para enredar entre sus deditos un mechón de pelo dorado y resplandeciente de Selena. Juguetea con él distraída, su boquita se ha abierto, olvidándose de cerrarla mientras mira a Selena y pronto empezará a llenarse de babita que va a precipitarse sobre mi jersey, pero no me importa, verla tan feliz es más de lo que podría desear...
Las palabras de Selena empiezan a cobrar vida en mi cabeza y miro extrañado la portada del cuento, sin duda recita de memoria, aunque no separa la vista de las páginas del cuento al que se aferra con las manos como si su vida dependiera de ello... la pequeña muñeca de trapo y el guerrero... sonrío ante el paralelismo, seguro que a Nalla le encanta poder relacionar elementos de su vida cotidiana con las aventuras de fantasía... Cruzo los pies a la altura de los tobillos y sujeto a la pequeña con un brazo, totalmente inmerso en el cuento, sintiendo la gran pena de la muñeca de trapo... Mi cabeza reposa hacia atrás en el cabezal y mi otra mano, sin darme cuenta, acaricia el pelo de Selena hasta su oreja, enredándose en él, y jugando, distraído con uno de sus mechones al igual que hace Nalla...
De repente su timbre de voz se agudiza y su respiración se acelera... alarmado salgo de mi ensimismamiento y la observo, buscando el motivo de su agitación. Siento el rubor de sus mejillas emanar de su piel como una estufa. Santa mierda Zsadist! El movimiento de mi mano se congela en el aire y poco a poco voy soltando el cabello que quedó enredado entre mis dedos. Ella cierra el cuento despacio, anunciando que la pequeña se ha dormido... Separo mi brazo de sus hombros y me levanto de la cama, acomodando a Nalla entre las mantas. Beso su frente y apago todas las luces menos la de su mesilla, la que gira e ilumina duendes y hadas en movimiento sobre la pared. Los dos salimos del cuarto en silencio. Todavía percibo su azoro y maldigo mi estupidez. Es ella... su presencia está trastocando toda mi vida... Su voz me transporta y me trae una calma que no sentía en año y medio; su pequeño cuerpo, ruborizado y moviéndose tímidamente, me calienta como el demonio; y su olor a jazmín despierta en mí el deseo y todos los instintos de protección como si estuviera vinculado con ella... Niego con la cabeza. Ella abre despacio la puerta de su habitación y alzo la vista.
- Que descanses Selena. Gracias, por tu cuento y... nos vemos más tarde, para la primera comida si te apetece bajar a comer con nosotros...
Cierro la puerta despacio y me tumbo sobre la cama... joder!!!! Enciendo un cigarrillo y dejo que mi mente vague a la deriva, intentando encajar las piezas rotas en mi cabeza, en mi corazón y en mi alma, sintiendo como algunas partes se cierran, soldando esas grietas, impidiendo que entre el frío y volviendo a sentir calor... qué jodido sentido tiene todo esto...?



He tenido que dejar de leer y utilizar a Nalla como excusa, porque no me creía capaz de continuar: Me ha tocado! Zsadist, el hermano arisco, el solitario, el que jamás permitió más contacto que el de su gemelo, su shellan o su hija, me ha tocado... Sé que alguna vez ha permitido que alguno de sus Hermanos se acercase, pero han sido momentos tan escasos y aislados, que este gesto suyo, inconsciente, me he dado cuenta, me parece simplemente un milagro.
Sé que este compartir el lecho de Nalla se debe al deseo de ambos de no defraudar a nuestra niña. Es el mejor padre del mundo, y siempre hará lo posible por complacer a su hija, por eso sé que no hay segundas intenciones. La luz suave, el calor del cuarto y de nuestros cuerpos tan cercanos, las caricias dulces de Nalla en sus bandas de esclavo- he tenido que contener las lágrimas de ternura- y el rítmico sonido del cuento casi susurrado, han contribuido, sin duda, a relajarle a él tanto como me han crispado a mí. Nunca le había visto así, su enorme cuerpo descansando, libre de toda tensión, libre de armas, confiado, la cabeza echada hacia atrás, su pecho subiendo y bajando lenta y acompasadamente, su mano acariciando el cabello de Nalla, respondiendo a sus caricias... sé que no significa nada que acaricie mi cabello; su mano a mi espalda, mi pelo extendido en la almohada en la que apoya su brazo, mis mechones cayendo en sus dedos sin él buscarlo... Sólo desearía ser menos estúpida y no reaccionar como si acabase de besarme. Maldita timidez, maldito temor a perderles, maldito... malditos deseos imposibles. He leído sin apartar la vista del cuento, pero desde el preciso instante en que Zsadist cerró sus ojos para apoyarse en el cabecero, mi mirada no se apartó de su rostro, maravillada por el cambio que en él se produce cuando la tensión desaparece. Ansiando poder recorrer, como hace Nalla, cada cicatriz, cada marca de su piel, he cerrado el libro y ambos nos hemos levantado con sumo cuidado para no despertar a nuestra bella durmiente. Su padre la ha dejado con suavidad en la camita, la ha arropado y ha besado su frente. Yo he hecho lo mismo tras él y hemos salido en silencio del cuarto. El camino hasta el mío es terriblemente corto... o endemoniadamente largo, no sabría decirlo. Mi deseo de tocarle de algún modo, de devolverle las caricias que él dejó en mi cabello inconscientemente, es ya casi una necesidad física. Cierro mis manos en dos puños y me clavo las uñas en las palmas intentando recuperar un control que parece haberse quedado en la estación, cuando acudieron a recogerme
- Sí, claro, bajaré a tiempo, pero...
Dudo, sonrojándome una vez más, de la conveniencia de recordarle lo que él mismo me indicó
- Creo recordar que me habías pedido que acudiese a la biblioteca antes de las clases de Nalla. Si sigues pensando lo mismo, estaré allí sobre las 7. No suelo dormir demasiado, así que bajaré a dar un paseo por el jardín y a hablar con los doggens sobre los horarios de la niña y cosas así.
Abro la puerta de mi cuarto y me refugio en él tras escuchar su respuesta. Sé que seré incapaz de conciliar el sueño, así que me desvisto dejando la incómoda falda sobre la silla, al lado de la blusa, y me deshago por el camino del sujetador y la braguita para dirigirme a la ducha. Bajo el agua imagino a Zsadist en su cama, dormido, relajado como le he visto hace un rato, y apoyo la espalda contra la pared de azulejos, dejando que el agua golpee desde los distintos puntos mis músculos tensos. Voy abriendo gradualmente el grifo del agua fría hasta que la temperatura de mi piel desciende varios grados. Comienzo a tiritar y salgo de la cabina. Tomo una toalla y me siento en el borde de la cama para comenzar a secarme. El termostato está alto y enseguida entro en calor de nuevo. Tomo el frasco de crema y comienzo a extenderla lenta y metódicamente, pero la imagen de Zsadist acude de nuevo a mi mente y toda mi piel se eriza, excitada. Mis pezones se endurecen mucho más de lo que lo hicieron con el agua fría y un gemido se me escapa al tiempo que arrojo el frasco con fuerza contra la puerta de madera maciza. Maldita sea, ¿qué me está pasando? Ya no soy dueña de mi cuerpo y estoy empezando a pensar que tampoco mi mente me pertenece del todo, porque... ¿por qué soy incapaz de apartarle de mis pensamientos?
Me levanto de la cama, desnuda y enfadada conmigo misma, y recojo la crema que he tirado en un arranque infantil; no es ella la culpable de mi reacción, sino mi cuerpo traidor, anhelando cosas que supo ignorar durante 307 años y que ahora busca como si las precisase para respirar. Sé que al otro lado de esta pared está él, apoyo mi mejilla contra ella e imagino su respiración lenta, en medio del sueño, donde yo puedo acariciar sus bandas de esclavo, besar sus venas marcadas por los negros tatuajes y trazar con mis dedos la cicatriz de su rostro. En mis sueños... mi cabeza golpea suavemente contra la pared al ritmo de mis palabras
- A dormir, a dormir, a dormir...