jueves, 21 de marzo de 2013

23. La Primera Vez












Me materializo en el porche de casa. Siento las piernas pesadas y una capa de acero apretando mi corazón, renuente todavía a dañarla cuando las palabras de Tohr resuenan en mi cabeza. Es algo que ha de suceder, desde que los tiempos son tiempos y será sólo una vez. Pero pensar en lastimarla por mi lujuria sigue pareciéndome un precio demasiado alto... Absorto en mis pensamientos no había escuchado antes el chapoteo del agua. Es tarde para tareas domésticas de los doggen... Cierro los ojos y busco mi sangre corriendo por sus venas. Mis pasos se dirigen rodeando la casa, a la parte trasera.
Por un momento mi cuerpo se paraliza, excitado y soltando el aire con dificultad. Su cuerpo, su precioso y bello cuerpo refleja en su piel mojada la luz de la luna. Sus pechos emergen del agua, balanceándose con el movimiento de pequeñas olas formadas por su propio cuerpo al moverse bajo el agua. Jesus!!! Existe otra criatura más bella, más perfecta, sobre la faz de la tierra...? Mi polla apretando bajo los pantalones responde por mí... un gruñido en mi pecho la alerta de mi presencia, absorta como estaba sin haberse percatado de mi llegada. Mis ojos abandonan la visión de su cuerpo desnudo, reticentes, para posarse en los suyos: alivo, amor, deseo, pudor... Una mezcla de sentimientos a cuál más excitante... Rasgo mis ropas de un tirón, despojándome de ellas y de las armas que todavía llevaba sujetas. Avanzo despacio hacia la poza con pasos largos, cubriendo la distancia en un par de zancadas. Sus ojos bajan hasta mi miembro, que salta erguido contra mi vientre mientras ando, cubriendo sus mejillas de un rubor intenso que brilla más todavía por la luz de la luna reflejada en el agua... Entro lentamente hasta cubrir la cintura. La atraigo hacia mí, posando mis manos en sus pechos desnudos en una caricia, manteniendo sus pezones rígidos, ya erectos por el roce del agua sobre ellos.

- Hola...

Bajo mis manos hasta sus caderas y la atraigo hacia mi cuerpo desnudo, enroscando sus piernas en mi cintura mientras acaricio la suavidad de sus muslos. Acerco mi boca a la suya, soltando el aire poco a poco, con la respiración agitada. Sus labios tiemblan cuando poso los míos en ellos, pero enseguida me acompañan en un beso húmedo, cálido y suave... Me obligo a frenar mis impulsos de tomarla aquí mismo y me separo un instante de su boca para juntar mi frente con la suya y hablarle apenas a unos milímetros de sus labios.

- Te prometo que voy a ser cuidadoso, Selena... voy a ir despacio y voy a intentar hacerte el menor daño posible... pero Santa Virgen... que me parta un rayo ahora mismo si logro la fuerza de voluntad para apartarme de ti en este momento...

Mis manos siguen el recorrido de su silueta, desde el abrazo en su espalda hasta la parte baja, donde sus nalgas prietas y suaves reciben mi caricia, demorándome en abarcarlas por completo con las palmas y en pellizcarlas ligeramente para notar su respingo sobre mi vientre. Me siento al fondo de la charca para cubrir nuestros cuerpos hasta los hombros y me deleito con el descubrimiento de cada curva bajo el agua. Complacido, suelto el aliento en un gemido cuando siento sus manos viajar tímidas pero curiosas por mi pecho.

- Así, cariño... no dejes de tocarme...




Me está mirando; ha venido por fin a mí y sé que no habrá más esperas. Tendría que cubrirme o mostrar algo de pudor pero, a pesar de la timidez que me invade, no quiero ocultarme a sus ojos ardientes. Se desnuda mientras avanza y cuando llega hasta mí, el toque de sus manos en mis pechos me hace gemir. Mis rodillas se doblan, pero Zsadist me sujeta alzándome hasta su cintura, enredando mis piernas en su espalda y sintiéndole en cada poro de mi piel. Su boca me besa con ternura, lentamente, como si no sintiese prisa alguna, pero todo mi cuerpo parece electrizado al contacto con el suyo y no sé cómo reaccionar. El alivio de saber que por fin me tomará, a pesar del dolor, el temor al ver su descomunal tamaño, el deseo que despierta en mí con sólo mirarme como lo hace, todo se aúna para enloquecerme y hacerme responder como nunca pensé que podría hacerlo. Se ha sentado en el fondo de la poza y el agua le cubre ahora hasta la mitad del pecho. Me sienta sobre su regazo para permitirme estudiar su cuerpo, acostumbrarme a él, perder el miedo y aumentar mi excitación, pero nada de eso es preciso, pues mi ansiedad crece exponencialmente a medida que recorro su piel con los dedos.
Hasta ahora me había limitado a soñar qué se sentiría, cómo sería su tacto, su olor, sus caricias, pero ahora mismo es mío; mío para explorarlo, para besarlo, para tocarlo y saciar mi curiosidad y mi hambre.

- Tu piel es más áspera que la mía... me gusta.

Una sonrisa recorre su rostro mientras continúo mi viaje a través de su pecho, tocando la marca de la Hermandad. Estoy intentando ignorar su enorme erección, que se yergue orgullosa contra mi vientre, pero mis deseos de saber pueden más y acabo por tomarla en mi puño. No consigo abarcarla con mis dedos y Zsadist sisea mientras su miembro respinga en mi mano.

- ¡Ay, por Dios, te he hecho daño!

Me aparto, asustada y buscando cualquier posible herida, pero él se ríe bajito y un cosquilleo en mi vientre desciende hasta el lugar entre mis piernas que ha de acogerle. Me acerco nuevamente, a horcajadas sobre sus muslos poderosos, y toco de nuevo su sexo, estudiando su forma, la cresta orgullosa, el tallo largo y grueso como mi propio brazo y las bolsas gemelas que se asientan en la base. Mis dos manos le recorren mientras él gime abiertamente y echa su cabeza hacia atrás. Inclino mi rostro hasta su pecho y mi lengua lame despacio la marca en forma de estrella. El sabor de su piel es delicioso y me encuentro preguntándome a qué sabrá ahí abajo, en ese lugar del que no puedo apartar la vista.

- Tu cuerpo es Pherarsom, guerrero... digno de penetrar a una hembra. Yo nunca te miré, ¿sabes? En todo este tiempo jamás violé tu intimidad buscándote desnudo, pero ahora...

Le miro a los ojos mientras mi mano acaricia su hombro y se pierde en su espalda, donde el nombre tachado de Bella y el tallado de Nalla se mezclan con las cicatrices de los latigazos. Susurro en su oído, muerta de vergüenza.

- Ahora no puedo apartar mis ojos de ti. Siento algo extraño en mi vientre, un dolor que no duele pero que no cesa, y mi cuerpo está ardiendo a pesar del agua fría... tu olor me hace desear lamer tu piel hasta saciarme de tu sabor y mi cuerpo parece tener vida propia y moverse contra mi voluntad.
Me he dado cuenta de que mis caderas ondulan contra su vientre de forma involuntaria. Sus dedos me recorren electrizando mi piel, arrancando de cada poro pequeñas chispas que suman un placer casi doloroso a las mil sensaciones que estoy experimentando en este momento.

- Dime qué hacer, Zsadist- Estoy susurrando a un milímetro de su boca y mi otra mano regresa bajo el agua a ese lugar que me fascina, a su miembro erecto, que salta bajo mis caricias- dime qué tengo que hacer para complacerte. Tengo miedo a cometer algún error y quiero que esto sea perfecto para ti.



Sus pequeñas manos sobre mi miembro me arrancan un siseo involuntario. Todo mi cuerpo se pone en tensión y he de hacer esfuerzos para no correrme en ese mismo momento... Ni siquiera se ha dado cuenta de lo que ha provocado en mi cuerpo con su caricia. Le sonrío, ronco, cuando se aparta temerosa y recojo su mano para volver a colocarla sobre mi erección. No deseo que se aparte, no quiero que se aparte!!! Con las puntas de los dedos resigue las marcas de mi espalda letra a letra, provocando mil impulsos nerviosos como fuego donde muy pronto descansará su nombre, que llevaré con el mismo orgullo que llevo el de Bella bajo la línea que lo cubre y el de mi pequeña Nalla. Su pregunta de qué hacer para complacerme me acerca a su rostro, lamo las gotas que bañan su mandíbula hasta el lóbulo de su oreja, arañándolo con suavidad con los colmillos y posando mis labios sobre su oído.

- Todo lo que haces me complace, nina... todo... el simple roce de tu mano, tus besos, tu lengua, tu cuerpo resbaladizo sobre el mío, tu respiración entrecortada y tu voz sensual como el canto de una sirena...

Pongo mi mano sobre la suya y la deslizo sobre mi miembro con pasadas largas y rítmicas. Poco a poco ella toma confianza y ya no es mi mano la que la guía, sino la suya propia, bajo la mía, la que toma el control. Mi cabeza cae hacia atrás retumbando un gruñido en mitad de la oscuridad como un lobo llamando a la luna. Retomo su mirada, y ella se humedece los labios al ver mis ojos, seguramente de un amarillo intenso aunque apenas visibles en dos ranuras de felino en celo. Me acerco a su boca y muerdo sus labios, ella acelera el ritmo de su pequeña mano mientras mis manos sujetan sus pechos, tersos e hinchados. Con el pulgar pellizco los rosados pezones, extasiado con sus jadeos.

- Te... duelen...?

Apenas dos palabras, entrecortadas y con voz ronca, pero su mirada me dice que no es dolor lo que siente y sigo con esos movimientos mientras con la palma amaso los pechos y aprieto ligeramente. Siento que ambas manos cubren ahora el diámetro de mi pene a una velocidad vertiginosa y mi boca se lanza hacia esos pechos, esos pezones duros y firmes, rosados y sensibles y arañando con los colmillos la delicada carne, muerdo con un grito ahogado mientras mi mente retiene MÍA sin cesar. Bebo ávido de ella, manteniendo en mis manos sus pechos apretados, amasándolos en ese movimiento ancestral de los felinos extasiados cuando me derramo bajo el agua en su manos. Mientras duran los espasmos, no cesa en sus caricias y me retiro despacio de su pecho, sellando su vena con mi lengua y un beso de agradecimiento. Durante unos minutos en que las contracciones parecen no cesar y mi respiración es apenas un jadeo constante, mi frente queda apoyada en la suya, sujetándola por la nuca y buscando en sus ojos algún signo de alarma. No sé cuánto le explicó la directrix que podía durar el orgasmo de un macho, un macho que hacía tanto tiempo que no obtenía una liberación... Pero no veo en ellos más que curiosidad y deseo... Cuando mi cuerpo deja de contraerse, bajo despacio las manos por su espalda hasta sus nalgas y la subo sobre las rocas mojadas del borde de la poza, fuera del agua. Me arrodillo frente a ella y sin dejar de mirarla buscando su permiso, paso las manos por sus muslos hasta sus rodillas, abriendo lentamente sus piernas sin que oponga resistencia alguna. Miro su sexo, mojado y excitado, y paso mis nudillos por él relamiendo la cicatriz de mi labio partido.

- Preciosa, nina, eres preciosa...

Sus mejillas están sonrosadas y su mirada es ardiente y curiosa. Me levanto para besar, agradecido, ese rubor en ambas mejillas y vuelvo a sumergirme en el agua hasta los hombros para hundirme en lo más profundo de su sexo, entre sus pliegues calientes e hinchados, resbaladizos por el agua y su propia excitación. Mi lengua recorre cada centímetro de su parte más íntima, aquella que jamás antes había mostrado a otro macho y un gruñido estalla de nuevo, mis colmillos arañando suavemente el recorrido de sus labios. No me detengo cuando sus manos se aferran a mi cabeza y a mi cuello y sus gemidos cantan en mis oídos. Esa es mi hembra, mi hembra conociendo el placer por primera vez... Resigo con la lengua hasta su abertura y la introduzco hasta donde me permite su virginidad, lamiendo despacio para salir en busca de su clítoris, ese botón que por fin la hace temblar en mis labios...



Su voz en mi oído arranca un gemido de mi garganta, excitada por su tono ronco, erótico, áspero como el sabor de un buen vino e igual de embriagador. Acaricia mis pechos y mis pezones se estremecen, endurecidos y tensos, bajo las primeras caricias de un macho sobre ellos. Su pregunta me hace mirarle directamente a los ojos, del mismo color amarillo que los de Nalla y Phury, pero entrecerrados ahora por el deseo y el éxtasis perezoso que parece recorrerle. Mis dedos aprenden los caminos del placer sobre su carne dura y suave, como acero y terciopelo deslizándose el uno sobre el otro, creciendo más y más bajo mi mano y haciéndome desear lo que no conozco, lo que no comprendo.

- Sí, duelen... no, no es... no lo sé, Zsâdist. Es...

Mi lengua asoma a lamer mis labios mientras le miro fijamente y sus caricias se vuelven más firmes, haciéndome estremecer y enviando descargas de placer, tan sensible que no puedo distinguir si es dolor o anhelo lo que me asalta. Cuando sus colmillos rasgan mi piel hundiéndose en la carne blanda de mi seno, mi garganta enronquece con los gemidos que no puedo contener, sintiendo que se acerca algo... algo intangible que no sé definir.

- ¡Santa Virgen del Ocaso! Z, necesito... necesito... ¡ah, por favor!

Su risa ronca contra mi piel provoca un cosquilleo dulce que se suma al placer exquisito que estoy sintiendo. Mis caderas corcovean sin pausa sobre su regazo, acercándome cada vez más a su erección, que palpita enloquecida bajo mis puños, cerrados con fuerza en torno a ella, sujetándole, deslizándolo, absorbiendo sus gemidos mientras continúa clavado a mi vena. Siento mi sangre fluir hacia su boca y un instante después, un chorro caliente bajo el agua me hace bajar la vista al lugar en el que nuestros cuerpos se tocan. Su sexo se agita expulsando su semilla hacia mis manos y me veo incapaz de apartar mis ojos de él. Durante unos minutos, mientras los espasmos se multiplican hasta atenuarse y desaparecer, su frente se posa en la mía en silencio.

- ¡Eres tan hermoso, guerrero! No sabía que sería así... quiero sentirte hacer esto dentro de mí, Zsadist...

No sé hasta qué punto es correcto lo que estoy pidiendo, si es vergonzoso hablar con tal falta de pudor acerca de mis deseos, pero nada me parece incorrecto entre sus brazos. El deseo que siento nace por él, se alimenta con sus besos y sus caricias tiernas, atentas y cuidadosas por mi falta de experiencia. Pero no hay motivos para ello... le necesito con una desesperación que no creía posible. Cualquier dolor, cualquiera, vale la pena con tal de vivir esto, con tal de poder sentir sus caricias y su cuerpo excitado buscando el mío y llenándolo hasta completarme. Me dejo alzar cuando me saca del agua y me apoyo en mis antebrazos para observarle, aún sumergido casi por completo. Sólo sus hombros poderosos, la firme columna de su cuello y su cabeza rapada asoman al exterior. Me toca suavemente, incitándome a mostrarme por primera vez ante su vista codiciosa. No siento vergüenza, no con él, sólo algo de temor a no resultar agradable a sus ojos. Esa parte de mi cuerpo es desconocida incluso para mí, y no entiendo que pueda querer observarla, pero recuerdo la gloriosa visión de su pene erecto y la excitación que me recorrió con sólo mirarle derramar su semilla, y comprendo que quizás a él no le resulte fea o poco digna de su apreciación. Veo su rostro acercándose al vértice entre mis piernas y ya no puedo notar nada más, porque mi cabeza cae hacia atrás entre gemidos, mi cuello incapaz de soportar el doloroso placer que me asalta. Imagino, mientras le siento lamerme, su boca marcada, sus labios dibujando figuras donde nadie se ha posado nunca, su lengua penetrando mi sexo y haciéndome jadear al tiempo que mis caderas bailan, enloquecidas, buscando tenerle aún más cerca. Muerdo mis labios con mis colmillos plenamente extendidos; la naturaleza, el instinto de la raza, supongo, reclaman su sangre, me piden hundirse en su carne oscura y firme, atravesar su piel con aroma a sexo y a bosques, a especias picantes y oscuras, y hacerle penetrar en mi interior de todas las
formas posibles.

El orgasmo me sacude entre sus brazos mientras me retuerzo bajo sus manos, incapaz de mantener la compostura o conservar la cordura. Grito su nombre entre latigazos de fiero placer que me hacen perder el sentido por unos instantes, sintiéndome flotar bajo las caricias de su boca, que no cesa de lamerme despacio y suavemente. Me estremezco entre sollozos y siento las lágrimas correr por mis mejillas y la sangre brotando de las heridas que yo misma he perforado en mis labios. Su rostro se alza, sonriente y tierno, sobre mi vientre, y yo me incorporo con dificultad, todavía jadeante y con la respiración entrecortada; mi lengua asoma a lamer las gotas de mi labio inferior, pero es mi guerrero el que acaba por hacerlo, cerniéndose sobre mí en toda su estatura, un cuerpo inmenso cubriendo el mío y excitando mis pechos con el metal que perfora sus pezones. Mis piernas se abren para acoger entre ellas sus caderas, y todo su peso se apoya en sus antebrazos, tensos por el esfuerzo, mientras el calor que desprende su piel mojada arranca vaharadas de vapor que se pierden en la noche que muere. Alzo mi mano acariciando su rostro, recorriendo con la yema de mis dedos la cicatriz que lo divide en dos y acabo lamiendo sus labios, mordisqueándolos sin ser apenas consciente de que le he herido también, hasta que su sangre fluye a mi boca y mi lengua se deleita con el sabor adictivo, con el picante rastro que deja en mi garganta al llevarle a mi interior.

- ¿Hay más, Zsadist? ¿Puede haber algo más hermoso que esto?

Me niego a creer que sea posible sentir más placer que el que él me ha dado. No puedo haber una sensación más increíble, más dulce y profunda que el estallar en su boca, el sentir que cada molécula de mi cuerpo se descompone para llenarse de su olor, de su sabor, y materializarme una vez más convertida ya en parte suya, habiéndole absorbido en cada fibra de mi ser.

Le veo salir lentamente de la piscina de roca y musgo que nos ha acogido en sus aguas y arrodillarse frente a mí, apoyado, como yo, en sus talones; ambos desnudos, ambos conociendo por primera vez el cuerpo del otro. Sus ojos me recorren suavemente dejando un rastro de calor allí donde se posan, pero mis manos no pueden aquietarse ante su hermosura, ante el glorioso poder que desprende su cuerpo, y comienzo a explorarle cuidadosamente, necesitando grabar en mi mente y en la memoria de mis dedos cada resquicio de piel expuesta del macho al que amo, el macho que tomará mi cuerpo llenándome con el suyo. Desciendo con mis dedos una vez más a la gruesa columna de su sexo, nuevamente erguido, de nuevo listo para derramarse, y una parte de mí ruega que la próxima vez lo haga en mi interior. Recuerdo su rostro extasiado en medio del orgasmo mientras bombeaba en mi mano y siento que no puedo esperar más. Sé que el dolor llegará; su inmenso tamaño, que intuyo, aún en mi ignorancia, descomunal comparado con otros machos de la raza, me hace temer la imposibilidad de acogerle en mi cuerpo. Él es un Lhenihan, un macho de un tamaño preternatural , y yo soy demasiado menuda, ni la mitad de su estatura, ni la tercera parte de su complexión, pero no me importaría partirme en dos con tal de recibirle en mi interior. Nada impedirá que le tome, que me tome, porque mi necesidad de él crece por momentos mientras vuelvo a acariciarle como me ha enseñado, acunando en la palma de mi otra mano el saco pesado bajo su miembro.

- Tómame, Zsadist. He soñado con entregarme a ti durante demasiados años. Estoy cansada de soñar, amor... he llegado a ti como una newling pero quiero ser tu amante, además de tu amada.



Sus ojos, su boca, todo su cuerpo arqueado hacia mí y esa miel todavía en mis labios... Sé que no merezco lo que esta hembra me ofrece, pero como que existe el fade que voy a tomarlo...
Acerco mi boca a la suya, invadiendo con mi lengua su cavidad, lamiendo cada rincón, mordisqueando sus labios y recorriendo el contorno de sus colmillos excitándome hasta el límite. Mi voz sale ronca de deseo:

- Oh dios!! No puedo esperar más cariño... sujétate fuerte!

Mis manos se curvan bajo sus nalgas y anudo sus piernas a mi cintura intentando no poseerla en este mismo instante. Salgo del agua sin dejar de susurrarle al oído promesas de no hacerle daño, de cuidarla y mimarla hoy y por el resto de nuestros días y la conduzco por el camino detrás de la casa hasta mi cuarto, nuestro cuarto... Al abrir la puerta siento su aroma en mis brazos y en la estancia, y ronroneo recordando que tan sólo horas antes estuvo echada en mi cama mientras hablábamos por teléfono... Cierro la puerta con la mente dejando atrás las pisadas mojadas sobre las baldosas, no lo suficientemente frías para calmar el ardor que siento. La tiendo con cuidado sobre las sábanas negras, resaltando su piel de alabastro, todavía brillante, cubierta de mil diminutas gotas de agua que decido atrapar con mi lengua una a una....
Cuando su risa inunda mis sentidos y he reseguido cada rincón de su cuerpo, mi mirada le dice que ha llegado el momento... Despacio y apoyando todo mi peso en ambas manos al lado de su rostro la beso despacio mientras la penetro, temblando y asustado por dañarla, pero sin más destino que hundirme en su cuerpo y fundirme con ella hasta que no sepamos dónde empieza uno y termina el otro. Poco a poco la penetro hasta que un grito ahogado de su boca me dice que he encontrado la barrera, una fina y caliente pared que presiona en la punta de mi miembro clamando por volverme loco... la beso en el cuello y mis colmillos arañan su piel hasta hundirse en ella, haciendo que todo su cuerpo se tense antes de relajarse y sentir su sangre fluir por mi garganta. Noto como los músculos de sus piernas se aflojan en mis caderas y empujo hasta que venzo la resistencia y me hundo despacio hasta el fondo, sin trabas, sintiendo su suavidad, su calor y presión alrededor de mi pene hasta acomodarme en ella, pequeña y estrecha pero ajustada como un guante. Un grito desgarra mi garganta haciéndome desclavar los colmillos de su cuello y buscar sus ojos, su aprobación y su promesa de que el dolor ha cesado... Sus párpados están cerrados y los beso uno a uno hasta que siento su aliento entre jadeos en mi cuello. Sonrío ronco y dejo llevar mis caderas hacia atrás y otra vez adelante cuando su cuerpo, movido por esa danza ancestral innata, empieza a moverse al unísono con el mío.

- Te quiero, Selena... eres perfecta...

Sello la herida de su cuello, de la que todavía brotan gotas de sangre que saboreo en la punta de mi lengua como la ambrosía y acerco mi cuello a su boca para sentirla buscarme de todas las maneras posibles.

- Así pequeña, soy tuyo... tómame...



No habrá más esperas, no más sueños acerca de cómo sería tener a mi amante a mi lado; ha llegado el momento de hacerme una hembra completa entre sus brazos, y no puedo ocultar la sonrisa que atraviesa mi rostro mientras mi guerrero me sujeta con fuerza contra su pecho. El camino hasta su cuarto está marcado por el ritmo acelerado de mi corazón. No siento miedo, sólo anticipación, impaciencia y un amor profundo que busca expresarse a través de besos y caricias, de palabras susurradas al oído de mi amante. Su fuerza todavía me sobrecoge, asombrada, al verle caminar con paso firme y rápido, sin vacilación, como si yo no pesase más que Nalla. Mis manos se cruzan en su nuca; mi rostro enterrado en el hueco de su cuello, hambrienta, tímida, excitada, aspirando su aroma, que provoca en mi vientre un cosquilleo de ansiedad y entre mis piernas un hambre de algo que sólo puedo imaginar.

Estoy tumbada una vez más sobre sus sábanas, pero esta vez su mirada marca la diferencia; puedo notar el rubor inundando todo mi cuerpo, brillante por las gotas que permanecen en mi piel, pero sus ojos se clavan en mi desnudez llenándome de calidez y deseo. Se ha tumbado sobre mí, inmenso, cálido, preocupado, lo sé bien, por hacerme daño. No siento temor; mis piernas se separan haciendo sitio a sus caderas y él sujeta su peso en sus antebrazos, tenso y sudoroso, luchando por mantener el control, a pesar de que su excitación es tan evidente, tan gruesa y larga que ha de resultar terriblemente doloroso para él. Mi corazón se acelera, mi boca se seca, nerviosa por lo que sé que llegará, pero mi cuerpo se retuerce bajo el de Zsadist de forma involuntaria, buscando la plenitud que sólo él puede darme y ese placer demoledor que me ha mostrado hace apenas unos minutos y que nunca hubiese imaginado posible.

- Entra, amor... necesito sentirte dentro de mí.

Mis ojos se cierran y mis colmillos asoman a morder mis labios cuando siento la invasión de su miembro abriéndose camino a través de mi cuerpo. Soy demasiado pequeña, es mi primer pensamiento al notar su pene estirándome y presionando las paredes de mi sexo, y él es enorme, dotado de un modo increíble... pero la sensación es maravillosa, el momento que he soñado durante décadas, y el aroma que sale de su piel me enloquece. Mis piernas abrazan sus caderas, tensas, esperando la invasión total, la entrega plena de mi virginidad al macho que he elegido, al macho que amo, pero todo nerviosismo desaparece instantáneamente cuando sus colmillos perforan la vena de mi cuello, bebiendo de mí y hundiéndose más profundamente, rompiendo la frágil barrera que se lleva mi inocencia. El grito sale de mi garganta sin poder evitarlo, ante la sensación de mi cuerpo abriéndose en dos, estirándose hasta límites insospechados, forzándome al máximo, pero le siento muy dentro de mí, formando ya parte inseparable de mi cuerpo, llenándome por completo, sin que un sólo milímetro quede entre los dos. Por un segundo se detiene, totalmente inmóvil, consciente del dolor de la penetración, pero mis caderas salen a recibirle y la succión en mi vena envía tirones de placer a mi vientre. Esos breves momentos en los que se detiene sobre mí, dentro de mí, me ayudan a adaptarme, a dejar que el dolor se disipe, aunque todavía puedo sentirle clavado a mi cuerpo, profundo y duro, hierro y seda en mis entrañas. La sensación de dolor va dejando paso a un calor intenso, a una necesidad ardiente de algo más, algo que intuyo ahí mismo, al alcance de mi mano. Sus ojos están fijos en los míos, del más profundo amarillo, preocupados, temerosos de dañarme con su pasión, pero mi lengua asoma a buscar sus labios y su sabor me arranca un gemido hambriento. De repente un ligerísimo movimiento de Zsadist me hace jadear de placer.

- Otra vez... haz eso de nuevo, amor, hazlo otra...

Su risa ronca y baja me excita aún más. Ya no puedo pensar en vergüenza o timidez. Necesito desesperadamente lo que me está haciendo sentir. El movimiento es lento, fuego y miel deslizándose sobre mi carne, y mis caderas corcovean, mis piernas enredadas a su espalda, mis uñas clavándose en la piel marcada y cubierta de cicatrices. Busco un contacto más profundo, llevarle aún más adentro y con más fuerza. Estoy jadeando en el hueco de su hombro, sintiendo latir su corazón en la vena del nervudo cuello que me desata mi hambre, convirtiéndome en una hembra sin control, desesperada por tenerle.

- No duele; ya no duele, Z. Quiero... ah, amor ¡por favor!

Ni siquiera sé qué estoy pidiendo, pero mi amante sí sabe lo que necesito. Con una pequeña carcajada, inclina su cabeza ofreciéndome su vena, y mis colmillos se hunden en su carne firme, haciendo fluir su sangre a mi boca mientras le succiono con fuerza, casi con salvajismo, aferrada a su cuerpo. Comienza a retirarse de un modo imposiblemente lento y un grito de protesta escapa de mis labios separándolos de su carne. Intento obligarle a entrar de nuevo y su risa dentro de mi boca envía escalofríos al vértice entre mis piernas. Su cuerpo se mece sobre el mío, abandonando casi el refugio de mi sexo y hundiéndose de nuevo lenta y profundamente. Una ola de placer intenso comienza a formarse en algún punto de mi interior, provocada por su cuerpo bailando con el mío, meciéndonos ambos al mismo ritmo, que no tardo en aprender de sus movimientos suaves y tiernos. Me hundo de nuevo en su cuello y su gemido de excitación me incita a unir mi vientre al suyo, a salir al encuentro de cada uno de sus embates. Estoy recibiéndole en mi cuerpo de todos los modos posibles... su sangre ,su semilla, sus besos en mi pecho mientras me alimento de él, su voz ronca hablándome de amor y promesas... el placer estalla en mi interior tensándome, arqueando mi espalda y llevándole aún más adentro mientras le siento derramarse a su vez con un siseo y un gemido ronco. Pronuncio su nombre entre jadeos, incapaz de decir nada más, de pensar en nada que no sea él. Nunca, jamás, ni en el más loco de mis sueños, pensé que fuese posible sentir algo semejante. El éxtasis que experimento entre sus brazos va más allá del placer físico, del goce sensual. Es mi pareja, el macho que deseo a mi lado hasta que la Madre nos lleve al Fade. Miro sus ojos mientras acaricio su rostro y una lágrima de felicidad escapa de mis ojos.

- ¡Gracias, amor... gracias por quererme y por hacerme tuya!



“No duele...” es lo único que alcanzo escuchar, lo único que necesito saber para seguir adelante. Beso sus labios con desespero, resigo con la lengua la línea de su cuello con reverencia, beso las dos marcas de mis colmillos, todavía visibles en su piel y hundo mi rostro entre sus pechos, aspirando ese aroma a hembra y a nomeolvides que emana con más intensidad de cada poro de su piel... Su voz entre jadeos pidiendo más me enloquece y apoyando todo mi peso en una sola mano, bajo la otra por su cintura, apretando su carne a mi paso, sintiéndola estremecerse bajo mi caricia hasta su muslo, justo debajo de su rodilla y muy despacio la elevo a la vez que la separo de su cuerpo, ensanchándola, permitiéndome entrar en ella más y más profundo, acelerando las embestidas y penetrando cada vez con más fuerza. Siento sus pequeños colmillos desgarrar la gruesa vena de mi cuello y sonrío en una carcajada ronca y ahogada, sintiendo como mi sangre viaja por su cuerpo, como sus músculos se nutren con mi fuerza. Su succión es cada vez más fuerte, siguiendo el ritmo de sus caderas que corcovean acelerándose al encuentro de mis embestidas. Santa Virgen!! Sentirla es delicioso!! Mi vista está a punto de nublarse pero me obligo a mantenerla fija en su rostro cuando la invade un feroz orgasmo que la hace desclavar sus colmillos de mi cuello y abrir los ojos apenas un segundo. En ese instante en que nuestras miradas se cruzan, espero que vea en mí el placer, el amor y la felicidad que ella, y sólo ELLA ha puesto ahí. Cuando todo su cuerpo se tensa bajo mi peso noto las paredes de su sexo contraerse, apretar y ordeñar mi miembro, duro e hinchado hasta el límite de mi resistencia, para derramarse en su interior en una maravillosa sacudida que me hace perder el sentido. Las palabras de amor dichas entre jadeos mueren en mi boca y pierdo el control de mi cuerpo, que se sacude en un intenso orgasmo unido al suyo durando minutos, manteniéndonos enlazados, aferrados el uno al otro, con la respiración entrecortada hasta que poco a poco frenan las sacudidas de ambos.

Lamo despacio esa lágrima que brota de uno de sus ojos y la encaro, asegurándome de que ni mi peso ni mi grosor, todavía en su interior, le están causando ningún daño. Pero su mirada es serena y su cariño infinito, llenando mi corazón hasta sentirlo a punto de estallar.

- Te quiero, mi vida... gracias por darme tu cuerpo y tu alma... prometo no fallarte nunca... prometo amarte y honrarte hasta el fin de mis días...

Lentamente me salgo de su cuerpo mientras la beso despacio, en un beso perezoso, suave, calmado, tranquilo. Pero al deslizar mi pene siento otra vez la calidez de sus paredes apretadas contra él, despertando de nuevo mis ansias, haciendo que mi miembro vuelva a endurecerse... Sonrío soltando el aliento dentro de su boca.

- Cariño, espero que te haya gustado, porque no voy a cansarme jamás de estar dentro de ti...

Me obligo a salir despacio de su cuerpo. Ella tiene que estar cansada después de su primera vez... no, no voy a volver a tomarla hasta que haya dormido al menos unas horas... Levanto su cuerpo con una sola mano desde la parte baja de su espalda y deslizo las sábanas hasta sus pies para cubrirla antes que la temperatura de su cuerpo descienda y se enfríe. Ella sonríe y se deja mimar. Beso su nariz y su cuello, ambos pezones todavía erectos, sonrosados y seguramente doloridos, su vientre, ambas caderas y en el interior de sus muslos descubro un reguero de sangre. Mi preciosa newling... esa era la barrera que iba a causarle ese dolor la primera vez... lamo de sus muslos y su sexo el rastro de su sangre y deposito un beso en el montículo suave, liso y sedoso. Vuelvo como un oso bajo las sábanas hasta aparecer ante su rostro de nuevo y posar otro tierno beso en su boca.

- Gracias, mi niña... gracias por entregarme ese don tan preciado...

Vuelvo a cogerla de la cintura y nos hago rodar por la cama hasta echarme de espaldas con su cuerpo tendido sobre mi pecho. La arropo hasta los hombros y beso su frente con una sonrisa traviesa.

- Duerme, mi niña. Duerme... pronto voy a despertarte para tomarte de nuevo...

Empiezo a entonar una nana, una que me habrá oído cantarle a Nalla mil veces mientras mis dedos se enredan en su cabello en suaves caricias. Sus ojos se cierran y su boca dibuja una preciosa sonrisa. Siento su respiración rítmica espaciarse cada vez más sobre mi pecho hasta que estoy seguro de que se ha quedado dormida.

- Descansa, preciosa... yo velaré tus sueños...



Sus promesas de amarme y cuidarme me emocionan profundamente, aunque siempre he sabido que este macho es el mejor protector que una hembra podría desear o necesitar. Sentirme cuidada, querida, es una sensación desconocida que inunda mi pecho de alegría y calidez. Al salir de mi cuerpo, las maravillosas sensaciones que ha creado en mí, renacen mezcladas con cierta rigidez. Lo cierto es que estoy un poco dolorida; es tan grande y supone una invasión tal en mi interior, que me asombra cómo nuestros cuerpos se acoplan finalmente como un puzzle en el que cada pieza encaja a la perfección.

Me dejo deslizar lentamente hacia la calma, relajada, satisfecha y feliz, cuando de repente siento la lengua de mi amante lamer con cuidado y reverencia mi sangre virginal. Es la tradición más sagrada entre compañeros para nuestra raza, el ritual más íntimo, símbolo de comunión y veneración hacia la pareja, pero no comprendo cómo Zsadist, que ignoraba lo del dolor de la primera vez, puede estar al tanto de esta costumbre. Verle llevándola a cabo me hace sentir la hembra más apreciada, la más mimada, y siento que el amor podría desbordarse por cada uno de mis poros e inundarnos a ambos, hacerse visible, incluso, porque no podría ser más real para mí, tanto, que me asombra que no se haga material.

Descanso sobre su pecho, sintiendo la vibración de cada nota que emite su garganta, un regalo increíble de nuestra Señora, y me dejo llevar suavemente por los senderos del sueño. Puede que ahí afuera nos espere la suspicacia de quien no comprenda lo nuestro, el asombro, seguramente, de sus hermanos y las shellans, del rey, incluso, del Primale... en realidad, la única opinión que me importa ya es la de Nalla, pero no en este instante. En este momento perfecto sólo existimos Zsadist y yo.

Supongo que no habré dormido demasiado. He soñado que mi amado me hacía el amor lenta y dulcemente, que despertaba con caricias suaves y perezosas cada poro de mi piel al placer más delicioso, que besaba mis labios hasta que sabían a él y que tomaba mi cuerpo hasta fundirlo con el suyo y hacernos uno. Pero gracias al Fade, ha sido algo más que un sueño. Z lame muy despacio uno de mis pechos y toda mi piel se eriza, excitada, ruborizada, deseándole de nuevo. Sus manos, grandes y ligeramente ásperas, viajan por mi cintura hasta posarse en mi sexo, haciéndome separar las piernas con cuidado y acariciándome hasta hacerme gemir dentro de su boca. Su lengua juega ahora con la mía y yo aprendo a responderle, buscando los ángulos, el contacto que noto que le gusta, que le excita como él hace conmigo. No me atrevo a verbalizar lo que deseo de Zsadist en este momento, porque todo, absolutamente todo lo que me hace me vuelve loca de placer y no me parece justo exigirle más, pero el deseo me llena de nuevo, volviéndome húmeda y ardiente entre sus brazos, haciéndome girar mis caderas en busca de la plenitud que sólo él me ha dado. Quiero sentirle de nuevo en mi interior, sentirle creciendo y deslizándose dentro de mi cuerpo hasta que ocupe cada milímetro de mi ser. No encuentro las palabras apropiadas; la timidez me impide pronunciar ese "Dentro, Zsadist, te quiero dentro de mí" que necesito gritarle, pero mis manos descienden por su pecho, acariciando la gruesa firmeza de sus abdominales hasta llegar a su miembro, inmenso, majestuoso y temible por el poder que encierra, capaz de hacerme gemir, suplicar y darlo todo con tal de tenerle. Intento abarcarle con mis dedos, pero no lo consigo. Un siseo escapa entre sus labios y sus colmillos arañan mi boca mientras le guío hasta el centro de mi cuerpo. Z sonríe al notar mis intentos de conducirle y me hace girar hasta quedar situada sobre sus caderas; me alza despacio sin dejar de mirarme a los ojos y me siento aturdida, perdida en el amor infinito que veo en esas pupilas. Ni una sola vez he tenido que preguntarme en quién estaba pensando, a quién estaba haciendo el amor. Sé que soy yo, y sé que quiere enseñármelo todo sobre el placer entre compañeros. La postura me resulta conocida, recuerdo haber oído algo a la directrix acerca de ella, pero el miedo que sus lecciones habían inculcado ha desaparecido. El misterio, la sorpresa de cada nueva cosa que Zsadist me muestra, me hace sonreír mientras me sitúo sobre su sexo para dejarme caer muy lentamente. Sigue siendo una invasión terriblemente grande, demasiado grueso y largo, pero ahora sé que puedo acogerle, que mi cuerpo sólo necesita adaptarse lentamente, estirarse para apretarle como un guante ajustado. Jadeo ligeramente y pronto la impaciencia me hace buscarle más profundamente, hasta llenarme de él.

- Ah, amor... tenerte así es lo más hermoso que alguna vez haya experimentado. Nunca hasta ahora me había sentido completa.

Él ríe, satisfecho, mientras me acomodo, tomándome unos segundos para aceptarle enteramente. La sensación es maravillosa, y algo me incita a moverme, a cabalgarle despacio buscando la mayor fricción, el roce de su miembro deslizándose dentro y fuera de mi cuerpo.

- Quiero esto, Zsadist... lo he querido desde el día en que te vi por vez primera...



Su pecho se eleva lentamente a cada respiración. Santa Virgen, si hace apenas un rato que se ha dormido y ya vuelvo a estar duro como un mástil. Mis manos dan suaves pasadas a lo largo de su espalda, arriba y abajo, demorándose en recorrer por completo la perfecta redondez de sus nalgas. Mi pequeña muñeca, tan menuda y tan perfecta. El recuerdo de unos instantes antes, cobijado por la estrechez de su sexo, me hace gruñir bajo su cuerpo. Lo siento cálido, suave y extremadamente sensual... Durante estos dos años no necesité el sexo, ni siquiera pensé en ello. Pero ahora, con ella, mi polla parece estar permanentemente despierta. Dios sabe que me he resistido desde que su aroma al bajar de ese tren, hace meses, inundó mis sentidos y despertó mis instintos dormidos... Pero ahora se han terminado los rodeos. Y no la quiero a media jornada. Joder! Si toda la habitación huele a mi aroma vinculante!!! Ella se mueve sobre mi pecho, haciendo rozar sus pezones contra el metal de los míos, llevando un latigazo de placer directamente a mi miembro, que presiona bajo sus muslos, deseando volver a hundirse en ella. La acomodo a mi lado en la cama; si sigue por más tiempo sobre mí, voy a poseerla aún estando dormida... y no creo que sea el mejor recibimiento que espere tras su primera vez... Al sentirse libre de mi agarre, su cuerpo se desliza por las finas sábanas de satén apenas unos centímetros lejos de mí. “No, conmigo”. Paso una mano bajo su cintura y la atraigo nuevamente a mí. La sábana se ha deslizado ligeramente hacia abajo, mostrando uno de sus senos todavía turgente y parte del otro, insinuante y erótico, enseñando sólo un ápice de su pezón sonrosado y erecto. Con un dedo resigo la aureola hasta descubrirlo totalmente, ahogando un gemido en mi boca y con una sacudida de mi polla que casi me hace correrme en ese mismo instante. Giro en la cama, quedando de lado y flexiono el codo bajo mi cabeza mientras que con la mano libre recorro con un dedo el valle entre sus pechos, arrastrando la sábana con él más allá de su ombligo y el montículo de su sexo. Ella se estremece bajo mi contacto, pero aunque dormida, puedo descubrir una sonrisa en sus labios y cómo su cuerpo se arquea siguiendo mi caricia para prolongar el contacto...

- Ahh... cariño, vas a hacerme perder la cabeza...

Resigo en dirección ascendente de nuevo hasta sus pezones. “Ahí, deseo lamerla justo ahí”... y antes de formular esa frase en mi mente, mi boca aborda su pecho, lamiendo despacio sus curvas hasta alcanzar el pezón endurecido. Lo muerdo, arañando ligeramente su piel, y lamiendo una pequeña gotita de sangre que explota en mi boca llevando mil descargas en mi interior hasta mi pene. Paso una pierna a su alrededor hasta situarme sobre ella, apoyando mi peso en ambas manos al lado de su cabeza y resigo despacio y concienzudo ambos pechos hasta dejarlos hinchados, sonrosados y mojados. Justo entonces mi princesa se despierta perezosamente de su letargo, estirando su cuerpo y buscando inconsciente con sus manos mi cabeza rapada enterrada entre sus pechos, justo sobre el latir de su corazón...
Alzo la vista con una sonrisa y las cejas levantadas. Ella sonríe ante mi mirada traviesa, descubierto en plena invasión.

- Hola preciosa... te he despertado...?

La cicatriz de mi labio se tensa en una mayor sonrisa, haciéndose casi imperceptible.

- Tengo hambre de ti...

Antes de que pueda responder, asciendo entre sus pechos, besándolos renuente a modo de despedida, con una mueca de desagrado por dejarlos que la hace soltar una carcajada. Me gusta verla reír... oírla reír!!! Suena como música!!! Y mi boca atrapa la suya, comprobando satisfecho cómo su lengua busca la mía, primero con timidez y luego con avidez. Mi mano acaricia su costado hasta sus muslos, separándolos ligeramente para permitirme invadir la calidez de su sexo. Sus caderas se curvan buscando mi contacto y ronroneo de placer en su boca.

- Así, preciosa... dime qué es lo quieres que te haga... tenemos toda la noche... y no vamos a salir de esta habitación hasta que la caída del sol nos reclame...

Sus manos, decididas, se posan en mi miembro, haciéndome sisear y responderle con un beso más fiero, casi un mordisco en su boca. Ruedo sobre mi espalda y la coloco sobre mí. Quiero que se sienta libre de dictar ella el ritmo... Su cadera se alza y sus pequeñas manos guían mi miembro justo hasta la entrada de su sexo, haciéndome elevar la pelvis a su encuentro. Su pelo cae libre, golpeando sus pechos mientras su cuerpo se balancea, cabalgando sobre mi vientre. Santa virgen... no creo que aguante mucho viendo su precioso rostro contraerse de placer a cada embestida.

- Mírame, Selena. Mírame cuando te corras, quiero verte llegar y perderme en tu mirada...

Sus manos han caído sobre mi pecho, sujetándose y arañándome a cada movimiento y las mías se anclan en sus nalgas, acompañándola en cada viaje arriba y abajo de mi miembro.

- Aquí es donde estamos, mi vida... y no deseo otro lugar en el que pasar el resto de mis días que dentro de tu cuerpo...

Ella acelera el ritmo de sus caderas aproximándose al orgasmo y sus ojos se clavan en los míos, completamente abiertos, mientras todo su cuerpo se tensa, sintiendo sus músculos prietos a mi alrededor, forzando mi propio orgasmo y liberándome en su interior hasta llenarla por completo. Mi boca busca la suya y muerdo su lengua, dejando que su sangre fluya en nuestras bocas esos segundos antes de cerrarse la herida. Su cuerpo lentamente suaviza los espasmos hasta apoyarse completamente en mi pecho. Acaricio su pelo, su espalda, sus redondos glúteos sobre mis muslos una y otra vez entre mis brazos. Sus ojos se han cerrado apoyando su cara sobre mi torso, aunque sé que no está dormida.

- Selena... quiero que celebremos una ceremonia de emparejamiento. Quiero que seas mi shellan a los ojos de todos, de Nalla y de la Virgen Escriba.

Ella levanta su cuerpo para mirarme a los ojos, pero suavemente vuelvo a mantener la parte baja de su espalda sobre mi vientre. No quiero salir de ella todavía, quiero volver a tomarla cuando me diga si me acepta para sellar nuestra unión. Ella ha sido una elegida reconocida durante muchos siglos y no quiero que absolutamente nadie, pueda dudar que es una hembra de valía. Quiero su nombre en mi espalda, bajo el de Bella, sellado, y el de Nalla. Sé que está bien y que ella lo hubiera querido así.

- Quieres ser mi compañera y mi amante para el resto de nuestros días...?




Mientras mi cuerpo revive el increíble placer que Zsadist me enseñó hace apenas una hora, una verdad se abre camino en mi mente y en mi alma: Aunque nunca me sentí amenazada, dada mi condición de Elegida y protegida de la Madre, nunca, hasta este momento, me he sentido realmente segura. Los brazos de mi amante, su cuerpo creado para la protección y la defensa, su alma pura en un cuerpo herido mil veces en las distintas batallas que la vida guardaba para él, su promesa de quererme y velar por mí... son mi hogar, el lugar en el que nada ni nadie podrá dañarme, porque ya no estoy yo sola en el mundo, ya no soy yo sola frente al futuro. Y esta certeza baña mi alma mientras miro sus ojos de un claro amarillo que pocas veces asoma a la superficie; mientras le siento vaciarse en mi interior con absoluta entrega, sin guardarse nada para él, sin sombras ni dudas de ninguna clase.

Su petición me pilla por sorpresa... sé que es un macho de valía y que no mancillaría mi honor ante la sociedad pues, aunque a él no le importe lo que los demás piensen de él, sí lo hace cuando se trata de Nalla o de mí. No quiero que sea mi honra la que le obligue a tomarme como shellan; no necesito eso, porque lo tengo todo si tengo su amor y el de nuestra niña, pero soy consciente de que no me permitirá vivir a su lado sin conseguir para mí la aceptación de todos los que nos conocen y la de los que no me importan en absoluto. Siento cada latido de su fuerte corazón, cada respiración profunda que eleva su pecho ancho y poderoso bajo mi mejilla y, por un segundo, mis dedos dejan de jugar con el piercing de su pezón y se detienen en su exploración satisfecha y saciada. Intento levantarme, pero su mano me acaricia con suavidad y presiona ligeramente para impedírmelo; nuestros cuerpos continúan unidos y puedo sentir su sexo todavía ensanchándome, a pesar de que acaba de liberarse dentro de mí. La sensación es lo más especial que he sentido nunca y tampoco yo deseo romper el contacto, pero no sé si es justo para él que le exija todavía más de lo que me ha dado. Alzo mi rostro buscando su mirada mientras mi cabello se derrama sobre su torso. Mis dedos ascienden a recorrer el contorno de sus labios, su nariz, la cicatriz que rompe su hermoso rostro en dos, y acabo acariciando el arco elegante de sus cejas mientras mis ojos se clavan en los suyos.

- Soy tuya en todas las formas que realmente importan, Zsadist: En cuerpo y alma, en corazón y pensamiento. He vivido negándome la felicidad por trescientos años; ahora quiero vivir a tu lado los años que me queden, y ser tu hembra, tu shellan, por tanto tiempo como la Madre nos conceda. Sabes que no preciso ceremonias ni promesas firmadas, ni siquiera un anuncio público, salvo el que atañe a Nalla , pero si tú deseas hacerlo oficial... Sí, quiero. Quiero ser tu compañera y tu amante por el resto de nuestros días.

La emoción me vence y aparto la vista para que no vea mis lágrimas; intento vano, ya que puede olerlas sin problema, pero siento que no es momento para llantos, y no comprendo cómo, en el momento más feliz de mi vida, puedo sollozar como una chiquilla... quizás se deba a que nunca fui feliz antes de ahora y no sabía que la dicha podía desbordarse a través de los ojos, incapaces de contener la emoción, y sellar la felicidad de un instante con la sal de las lágrimas. Abrazo su enorme pecho sin poder casi abarcarlo y dejo que las gotas saladas caigan sobre su piel. Él mejor que nadie puede comprender, quizás, lo que siento en estos momentos; él, que estuvo perdido cien años, pensando que no era de nadie, que no tenía a nadie.

- Mi familia, Zsadist... Nalla y tú... mi familia.



Con un dedo alzo su barbilla escondida en mi pecho y la miro a los ojos, llenándome de ese azul cielo que los pinta. Sé que los míos son ahora amarillos, porque me siento de nuevo en paz. Demasiados sentimientos que expresar sólo con palabras...
Beso una a una sus lágrimas y lamo el rastro mojado con sabor a sal que cae por sus mejillas hasta que su boca se curva en una sonrisa. Atrapo entonces muy despacio sus labios, lamiéndolos, bebiéndolos, amándolos sin prisa. Sujeto sus nalgas sobre mis caderas, que empiezan a moverse muy lentamente, saliendo despacio de su interior para volver a entrar con la misma lentitud... cada roce es un cúmulo de sensaciones, soy consciente de la unión de nuestros cuerpos, pero también de las palabras dichas y no dichas, de los sentimientos que cuentan nuestras miradas, nuestras caricias... todos ellos son susurros de futuro, de compañía, de unión, de familia, de amor...

- Nunca más solos...

Es un suave murmullo en su oído, justo al despegar mis labios de los suyos. Mis caderas siguen bombeando en su interior. Ella alza su pelvis y desciende de nuevo con igual laxitud, prolongando el momento, sellando promesas. Su cabeza cae hacia atrás en un jadeo, levantando con ello sus pechos hacia mí. Introduzco uno en mi boca y con la otra mano masajeo el otro, excitando su duro pezón. Mi lengua recorre ese botón endurecido, succionando como si fuera mi fuente de vida... cuando la proximidad al orgasmo nos lleva a acelerar el ritmo de nuestras caderas, mis colmillos explotan en mi boca y rasgo la piel de su pecho para beber otra vez de ella. Ella se tensa, y espero hambriento cómo todos sus músculos se contraen sobre mí y en torno a mí. La sensación de su cuerpo liberándose sobre el mío, su gemidos culminando en un grito de placer, sus uñas clavándose en mis hombros, su pelo cayendo como una cascada sobre mi rostro clavado todavía en su pecho, es infinitamente mejor que cualquier vez que imaginé tomarla en todos estos meses... Joder!!! Abandono el mordisco sólo para gritar su nombre mientras me corro en su interior, acompañándola en sus espasmos, haciendo que gima acompasada a mis embestidas finales, a mi voz ronca diciendo su nombre sobre sus labios. Sus manos cubren mis mejillas y sus labios besan el recorrido de mi cicatriz, llevándome a ensancharme de nuevo en su interior cuando todavía no han cesado los estremecimientos. Mis colmillos siguen afilados impidiéndome cerrar la boca y ella los resigue con su pequeña y osada lengua. Santa Virgen, voy a volver a tomarla o el dolor va a obligarme a tener que darme placer a mí mismo para culminar. Mi gata se ha vuelto salvaje y juguetona ante mi reacción fiera. Nuestros cuerpos, tensos todavía tras el último orgasmo, se aceleran al unísono al encuentro del siguiente. La hago rodar en la cama hasta colocarme encima de ella, separo sus rodillas manteniéndolas flexionadas y embisto con fuerza hasta el final. Ella grita pero sus ojos me dicen que no es de dolor. Su sonrisa se curva y mi polla embiste de nuevo más fuerte, mordiendo sus labios, su barbilla y su cuello, en el que dejo pequeños rasguños en su fina y brillante piel, perlada ahora de sudor y caliente como el fuego. Beso desesperado sus pechos sin dejar de empujar con fiereza en su interior una y otra vez. Tan sólo se escuchan nuestros jadeos y el sonido de nuestros sexos deslizándose uno contra otro como las olas chocando contra las rocas. Toda su piel se ha vuelto resbaladiza, y la sujeto firme por la parte baja de la espalda para evitar que se mueva en sus propias embestidas.

- Muérdeme, Selena!!! Quiero estar completamente dentro de ti!



Jamás pensé que pudiese ser así; nunca imaginé que mi cuerpo buscaría el de un macho, desesperada por un contacto aún más íntimo, por una unión más intensa y totalmente fuera de control. Es Zsadist el que mantiene el ritmo, la cordura, el que me guía paso a paso en esta nueva experiencia que esperaba con cierto temor y que se ha convertido en lo más exquisito que mi cuerpo y mi mente hayan sentido alguna vez.

No hay miedo, no hay vergüenza de ningún tipo entre sus brazos ni nada que no desee o no me atreva a llevar a cabo. Sé que me desea, que encuentra en mí el mismo placer que me proporciona, y eso me da toda la seguridad que necesito. El placer ha sido tanto y tan intenso que sé que no resistiré mucho más sin colapsar de puro agotamiento, pero un último orgasmo se anuncia en su movimiento firme y rápido en mi interior. Verle cerrar sus ojos de puro placer, sentir su peso contenido sobre mí, gemir a cada embestida dentro de mi cuerpo, me hace sentir que estoy al borde de un precipicio, lista para probar mis nuevas alas y sin miedo alguno, pues es mi guerrero, mi Zsadist, el que me acompaña en este viaje. Me dejo llevar escuchando su orden y mis colmillos se disparan en mi boca buscando la vena que palpita en su cuello. Me hundo en ella y el sabor de su sangre me hace jadear con un placer multiplicado por cien, por mil... siento su fuerza renovándome, curándome, aliviando el ardor y el ligero dolor entre mis piernas hasta dejar sólo el goce que mi amante me proporciona. Sus embates se hacen más rápidos y profundos y yo me dejo arrastrar en un orgasmo que me deja sin fuerzas, desmadejada como una muñeca bajo su pecho y estremeciéndome todavía con los últimos latigazos de un placer que nunca me hubiese atrevido a soñar. Siento, al mismo tiempo, el placer de Z convulsionando lentamente, en espasmos cada vez más espaciados, hasta que su respiración recupera cierta normalidad y sus labios besan mi rostro con ternura y una delicadeza insospechada en un guerrero letal y feroz.

Se ha tumbado a mi lado, abrazándome dulcemente, y yo apoyo mi cabeza en su torso, acariciando arriba y abajo, muy despacio, cada músculo, cada plano duro y firme de su piel bajo mi mano, desde su cara marcada, que atrapa mi mirada enamorada, hasta su vientre liso, sin un ápice de grasa, y descendiendo, osada y curiosa, a tocar su miembro ahora ya casi fláccido, pero que conserva un tamaño que sé poco habitual en los machos de la raza. Mi amante me deja explorarle con una sonrisa satisfecha y yo miro sus ojos, ahora de un intenso amarillo, preguntándome si mi inocencia le resultará graciosa o mi curiosidad molesta, pero comprendo que no es así. Extiendo mi mano al completo sobre sus pectorales, intentando abarcar con mis dedos toda la superficie posible, y los dejo resbalar escuchando el sonido del roce de dos cuerpos que se aman. Su piel, al igual que la mía, está húmeda de sudor, con gotitas que resbalan hacia los lados por la fuerza de la gravedad. Asomo mi lengua y atrapo una de ellas antes de que se pierda en las sábanas.

- Nunca me cansaré de tu sabor, Zsadist. Es como tener en mi boca el mar y el bosque al mismo tiempo y, ahora que lo he conocido, que sé lo que puedes hacer en mi cuerpo, me resultará muy difícil mantenerme alejada de ti...

Su sonrisa me indica que no le importa demasiado saberme ansiosa por él, excitada por él; incluso podría pensar que le gusta saber que su hembra es una perversa y libidinosa adicta a su cuerpo.

- No sé cómo consiguen las demás parejas bajar alguna vez a comer con los demás. ¿Crees que volveré a ser una hembra recatada y sensata en algún momento de los próximos tres siglos? ¡Porque te juro que, ahora mismo, sólo puedo pensar en dormir varias horas seguidas y en repetirlo todo de nuevo!



He de contenerme para no saltar encima de ella de nuevo cuando su pequeña mano envuelve mi sexo. Santa Virgen! Me siento como cuentan que se sienten los machos recién transformados, siempre dispuestos!!! Sonrío ante su curiosidad y la dejo explorar sin mover un músculo más que mi miembro, de vuelta erecto bajo sus caricias... Me gusta su mirada al saberse dueña de mí, de lo que me provoca y de la propia reacción de su cuerpo ante mi respuesta... Suelto una estruendosa carcajada haciendo retumbar su cara y sus pechos sobre mi abdomen.

- No sé qué hacen el resto de miembros de nuestra familia en la intimidad... sólo sé lo que yo querría hacer contigo...

Mi mano acaricia el lateral de sus pechos, todavía hinchados y seguramente doloridos.

- Una y otra vez... Aunque creo que si desapareciéramos por mucho tiempo, cierta personita no tardaría en echar la puerta abajo si fuera necesario...

La beso en la arruga que se le ha formado en la frente, alisándola con los labios hasta que la sonrisa en su rostro hace desaparecer ese ceño fruncido.

- Todavía quedan unas horas para el anochecer...

La arropo con las sábanas sin dejar de sostenerla sobre mi pecho.

- Duerme un rato, princesa. Quiero volver a hacer eso que tanto te gusta un par de veces más antes de ir a buscar a Nalla a la mansión...



Me dejo arropar con una sonrisa; me siento segura entre sus brazos, como si ni siquiera la vida real pudiese alcanzarme mientras Zsadist me proteja, pero sé que es una impresión engañosa, que la vida real nos espera ahí afuera y no entiende de amantes ni de sueños cumplidos o por cumplir. La alusión a Nalla me recuerda que, a partir de ahora, seré más que una amiga, si ella me lo permite, y seré más que una ex elegida sin hogar ni lazos ante todos los que nos conocen. Suspiro contra su piel, apoyando mi mejilla en su pecho y permitiendo que las caricias lentas de sus manos me relajen y me conduzcan lentamente hacia el sueño. Su olor me atrapa, me rodea, penetrando a través de mis poros y marcándome como suya; sus brazos me cobijan dándome la bienvenida al hogar que hemos construido juntos y dejo que todos los miedos, las dudas, los futuros posibles se alejen por unas horas más.

- Quiero estar contigo cuando se lo cuentes a Nalla, si te parece bien. Necesito ver yo misma su reacción para saber que no le lastima que me convierta en tu compañera. No sé si lo entenderá, Zsadist... ¡es aún tan pequeña!

Supongo que mi macho no se dará cuenta, pero vuelvo a sonrojarme al pensar en los detalles que implicará la convivencia a partir de ahora.

- ¿Prefieres que siga en mi cuarto por un tiempo o...?

No continúo con mi pregunta porque su abrazo se estrecha aún más y alza mi rostro para mirarme a los ojos.

- No me importa, de verdad, si crees que es lo mejor por ahora. Puedo visitarte a menudo, si te apetece - sonrojada de nuevo, pero sincera, como he prometido a mi guerrero- yo sé que sí me apetecerá... muchas veces.



Mi ceja se eleva cuando la oigo titubear sobre dormir en su cuarto. Ni siquiera me mira y ha bajado la mirada. Alzo su barbilla hasta que sus preciosos ojos azules se posan en los míos.

- Selena, no sé si tus padres están vivos y quizás hubiera tenido que expresarle a Phury, en sustitución, mis respetos e intenciones hacia ti, pero.... *mi sonrisa es juguetona y traviesa* creo que ya es un poco tarde para eso...

Mi dedo índice se pasea por la curva de sus senos en una caricia suave que hace endurecer sus pezones y gruño complacido.

- No le tengo apego a esta habitación ni a ninguna cosa que haya en ella en realidad, así que si quieres podemos “dormir” en la tuya o en cualquier otra de la casa, pero si piensas que no voy a querer tocarte hasta que esto sea “oficial”... ni lo sueñes...

Mi tono es jovial y enfatizo algunas palabras que la hacen sonreír y hasta ruborizarse. Santa Virgen, como adoro ese rubor que tiñe sus mejillas... La beso en la frente acunándola en mis brazos como haría con Nalla.

- Venga, nena, si no te duermes ahora voy a volver a tomarte y al final no habrás descansado nada cuando se ponga el sol...

Beso sus labios con ímpetu, pensando en las ganas que tengo de volver a hacerle el amor pero me freno. Necesita dormir un par de horas al menos o la noche va a ser muy larga.

- Estoy seguro de que Nalla va a adorar la idea de tenerte aquí para siempre... No sé si va a entender bien lo que implica que seas mi compañera, pero seguro que va a acostumbrarse a nuestras muestras de cariño y con el tiempo entenderá...



No hay mucho más que decir en este momento. Cierro mis ojos con una sonrisa cruzando mi cara mientras pienso que, como amenaza, lo de volver a hacerme el amor no funciona demasiado; no cuando lo estoy deseando yo también, pero comprendo que mi cuerpo no está acostumbrado y reconozco ante mí misma que estoy dolorida y siento cierto escozor en lugares demasiado íntimos para nombrarlos. Pienso en Phury escuchando la noticia, en Nalla, en todos los Hermanos y sus shellans, y algo en mi interior me dice que todos se alegrarán por mí, pero sobre todo por Zsadist, por el fin de su duelo, el fin de su soledad y su dolor. Sé que, al menos las primeras veces, cada vez que Z me toque en público voy a pasar de repente al escarlata más profundo, pero eso es algo con lo que tendré que lidiar sola. Es natural para los machos vinculados mostrar su afecto en público, sea besando, acariciando o, simplemente, sosteniendo a su pareja en su regazo para darle de comer, como hace siempre el rey con su shellan. Y una parte de mí, aunque nunca lo reconocería ante nadie, se siente terriblemente orgullosa de haber conquistado al macho más maravilloso, al guerrero más oscuro y letal de la Hermandad, a un macho de su valía, y de haber conseguido traerlo desde su mundo de miseria hasta la vida nuevamente. Acaricio su pecho cada vez más lentamente porque siento que me deslizo hacia el sueño sin poder evitarlo. Justo antes de dormirme del todo, susurro contra su piel acomodándome más estrechamente entre sus brazos.

- Tu cuarto, amor; he soñado mucho tiempo con él. Será en tu cuarto...



Su afirmación es casi un susurro contra mi pecho. Sonrío y beso sus cabellos, que siento cosquilleando esparcidos sobre mi piel, produciendo suaves picotazos en cada fibra nerviosa, que lleva una información de posesividad a mi cerebro, calidez a mi corazón y un oscuro deseo directamente a mi entrepierna...
Mientras la acuno en mis brazos su respiración se va suavizando hasta quedarse plácidamente dormida y sonrío orgulloso, guardando mi tesoro y velando sus sueños.

En pocos días mi vida ha dado un giro completo. Y sé que desde que se apeó de ese tren, era ella la que estaba destinada a despertarme de ese letargo de sentimientos con el que aprendí a vivir desde la muerte de Bella. Jamás creí que nadie, salvo Nalla, llegaría a despertar mis instintos de protección, mis deseos y la alegría de esperar un mañana con ilusión... Sé que no le estoy siendo infiel al recuerdo de Bella, sé bien la promesa que nos hicimos cuando ni siquiera creí que pudiera ser posible perderla, y sé que ella hubiera querido que esto pasara. Respiro hondo, impregnándome de su aroma, y me siento en paz. Es ella la que ha aplacado mis ansias, mi dolor, mi necesidad de sangre, mi furia... Y de repente me siento deseoso de compartir con Nalla estos sentimientos, de dejarla ser una niña feliz de nuevo. De oír sus risas invadiendo la casa y verlas cuchichear. De alzarlas en brazos y amarlas sin reservas. No más penas, no más sombras, sólo vida...

- Duerme, princesa. Cuando despiertes quiero hacerte el amor, quiero contárselo a la niña y hacerte mi shellan ante los ojos de la Virgen Escriba. Duerme, amor...

Mis dedos resiguen su espalda en suaves caricias hasta la perfecta curva donde empiezan sus nalgas una y otra vez hasta que esa sensación de calma y paz me hace sumirme en un dulce sueño. El primer sueño relajado en mucho, mucho tiempo...

22. Voy a Lastimarla?



 


Falta poco más de una hora para el amanecer. He dejado a Selena en su cuarto más rápido de lo que se merecía , pero no podía seguir con ella o acabaría asustándola más de lo que yo estoy. Su pregunta me ha dejado tenso y crispado como un palo de escoba. “Que si dolería la primera vez...?” Santa madre, yo no sé nada de la fisiología de las hembras, absolutamente nada!!! Y aunque quise matar al amante de Bella por haber estado con ella en la intimidad, lo cierto es que yo nunca tuve que lidiar con esa “primera vez”.
Se, por las cosas que me ha ido contando, que esa zorra de la directrix quería verlas asustadas más que permitirles disfrutar del placer de un macho, pero... y si hay algo de verdad en eso? Santa mierda, no puedo arriesgarme, no con ella... Su cuerpo es pequeño y menudo y yo soy un guerrero que podría partirla en dos, joder!!! Froto mi cabeza rapada varias veces tratando de calmarme y aclarar las ideas. Phury... él sabría la respuesta, él es un macho de mundo y con conocimientos, pero... mierda!!! Es el jodido Primale y sigue teniendo la jodida impresión de que es el padre y protector de Selena. No, no puedo ir con esto a Phury! Sólo hay un persona que pueda ayudarme.

Salgo al porche y me desmaterializo hasta la entrada de la mansión. Un extrañado Fritz corre a abrirme, pero no tengo tiempo para sus preguntas ni apreciaciones sobre lo poco que falta para que salga el sol. Es que se cree que necesito que me recuerden que soy un puto vampiro? Sorteo su presencia y me encamino al pasadizo bajo las escaleras. Sin llamar, abro la puerta del despacho de Tohr. La cara del cabrón de “no me jodas a estas horas” no va a frenarme. Estaba de pie tras su escritorio, seguramente a punto de marcharse en busca de su shellan. Pero yo necesito respuestas y no voy a irme sin ellas. Entro en su despacho y cierro la puerta tras de mí con el pensamiento. Sé que todos en esta jodida casa pueden ser como una puta parabólica si se lo proponen, y esto no le incumbe a nadie. Me siento en el sillón frente a su mesa. Sin una palabra, obligándolo con mi gesto a sentarse a mi altura si es que quiere saber lo que me trae a su despacho a estas horas. No sé qué debe estar viendo en mí, pero seguro que no es la máscara impenetrable que cubre mi cara día a día al salir de patrulla. Si es cierto que los ojos son el reflejo del alma debo parecer el pánico en persona. Cojo un pitillo de una caja de madera sobre su mesa y lo enciendo, dando un par de caladas sin dejar de mirarlo fijamente. Se ha sentado frente a mí y me escruta más que extrañado. Bien, Zsadist, suéltalo ya! Apago el cigarrillo en el cenicero y dejo ir el aire despacio.

- Necesito respuestas.

Sus ojos no me pierden de vista y su expresión ahora es realmente de preocupación. Mierda!!!

- Una hembra... la primera vez que una hembra es montada... siente dolor...?




Joder! Algo me dice que mis planes para primera hora de la mañana acaban de irse a la mierda... supongo que mi shellan podrá dormir un rato más sin tenerme como su manta matutina. Zsadist entra en mi despacho como un puto bulldozer arrasando a su paso cualquier obstáculo que se le presente. Con su simpatía habitual, cierra la puerta con el pensamiento y se deja caer de golpe en el sillón frente a mi mesa... bien! tengo que recordar pedirle a Fritz que lo refuercen después del crujido que acabo de escuchar. Estoy a punto de ordenarle que se largue y regrese esta noche con lo que sea que le trae hasta aquí a estas horas, pero sus gestos nerviosos, encendiendo un cigarro y apagándolo en el acto, revolviéndose como una jodida bailarina y escrutándome como si yo tuviese la fórmula de la puta coca cola, me hacen sentarme en mi silla despacio y quedar a la espera de que suelte lo que tiene que decir... no es normal en él, nunca le he visto nervioso de este modo: Sí cabreado, furioso, indiferente, con ganas de joder al mundo entero, pero no así... Su frase me hace aspirar despacio y profundamente... se avecinan problemas y de los gordos...

- Montada? Una hembra montada por prime... Cristo!

Me está preguntando por Selena? Joder, pero qué coño le ha pasado por la cabeza al hijo de puta?

- Me estás jodiendo, hermano? Porque como broma me parece de mal gusto, y, realmente, no es propio de ti el hacer...

Me freno en mitad de la frase. Zsadist está asustado, Santa Virgen! Asustado? En ochenta años, que yo sepa, sólo se le he visto así una vez, cuando Bella dio a luz y casi muere en el proceso; su pregunta de ahora me proporciona mucha más información de la que me gustaría conocer y de lo que es de mi incumbencia... se supone entonces que nunca ha tomado a una newling y la hembra que ha provocado esta preocupación es, por supuesto, Selena. No es algo que pueda tomarme a broma y él tampoco lo hace, por lo que puedo ver. Una parte de mí celebra el regreso a la vida de mi hermano, y espero que el miedo a dañarla no le frene, porque sé bien la maldita fuerza de voluntad que puede ejercitar si se empecina en algo en concreto... es capaz de renunciar a la felicidad que tiene ante sus narices.

- La primera vez suele ser dolorosa, pero depende de varios factores, no es igual para todas las hembras, Hermano. Su nivel de excitación, el cómo la hayas preparado para recibirte en su cuerpo, el miedo que ella misma tenga, el... - joder, no me puedo creer que esté hablando de estas cosas con Z! - bueno, el tamaño del macho y la fragilidad de la hembra, si ella es muy menuda...

Me hundo en mi sillón, me froto el cuero cabelludo y me cubro la cara con las manos antes de afrontar su mirada de pánico.

- Mira, Zsadist, quizás Phury pueda...

Ah, sí, claro! Es como preguntarle a un padre cómo puede uno preparar a su hija para montarla sin partirla en dos...

- Mierda, Zsadist! Es algo natural, sabes? Y no hay otro modo de pasar esa primera vez...



Joder, así que la directrix tenía jodida razón!!!!!

- Mierda Tohr, pero porqué?? Qué lo diferencia de otras veces? Por qué han de sentir dolor y... como coño puedo remediarlo...? Si yo pudiera hacerle daño... joder!!!

Me froto la cabeza varias veces y me vuelvo a dejar caer sobre el sillón frente a él.

- La directix que enseñó a Selena le contó muchas putas bobadas sobre las necesidades de los machos y absolutamente nada sobre el placer de una hembra. Supongo que esperaba que llegaran acojonadas al lecho o una puta sorpresa, pero... le dijo que la primera vez era MUY dolorosa. Tío... en serio es eso cierto...? Y no vuelvas a repetirme que es algo natural, hermano. Dime sólo QUÉ COÑO PUEDO HACER YO PARA NO DAÑARLA DE NINGUNA MANERA...

Suelto todo el aire y apunto en apenas un suspiro de voz

- Ella es tan menuda...




Jamás ha salido de mi boca comentario alguno sobre las intimidades del lecho matrimonial. Eso es una cuestión exclusiva de la pareja y algo de lo que no se comenta o alardea, pero sé que mi hermano necesita respuestas. La vieja directrix, esa zorra amargada, ha sembrado miedos y dudas en la mente de sus pupilas, y aunque no soy mucho más experto que Zsadist en estas cuestiones de la fisiología de una mujer, sí se una cosa con certeza: Si ella tiene miedo, el dolor será mucho mayor.

El despacho entero huele a ceniza y óxido, el olor del miedo que desprende Z por cada poro de su piel. Le escucho en silencio y, tras unos segundos de meditarlo, comprendo que no siento estar traicionando a Wells ni a lo que tuvimos entre los dos. Esto va de ayudar a mi hermano, no de una noche de borracheras y conversaciones presumiendo de machos.

- Z, hermano, mi única experiencia al respecto fue con Wellsie, y ella era una hembra mucho más grande que Selena... además, te he visto desnudo en las ceremonias de la Tumba... bueno, ya me entiendes, joder! No eres tamaño standard, por así decirlo... va a ser difícil para los dos. Hay una... una especie de membrana con la que nacen todas las hembras y que se rompe cuando son penetradas por primera vez, de ahí el dolor. Las veces siguientes, como bien sabes, no hay ya más que placer si está bien estimulada...

Veo sus ojos oscurecerse aún más, si eso es posible. Mis palabras no han ayudado a tranquilizarlo.

- No hay nada que puedas hacer para evitarle ese dolor, Zsadist, al menos nada que yo haya escuchado nunca, aunque tampoco es un tema que haya surgido a menudo, como comprenderás..

Me froto el cuero cabelludo y apoyo mis manos bajo la barbilla mirándole muy serio. Quiero que sepa que no pienso nada raro, ni creo que sea un ignorante por no saber estas cosas... Joder! Podría haberme pasado lo mismo si Darius no me hubiese explicado... Eso es! Puedo repetirle lo que él me dijo, al fin y al cabo, hay cosas que no han cambiado con el paso de los siglos!

- Verás, tío... a las hembras, especialmente a las de clase alta, las mantienen en la ignorancia con respecto a lo que sucederá en el lecho cuando tomen a un macho como pareja. En el caso de tu elegida es aún peor, pues esa zorra malnacida ha sembrado el miedo a algo que tendría que esperar con ilusión. Creo que lo más importante es que hables con ella y le digas qué puede esperar cuando os apareéis. No lo del dolor, creo que eso ya lo tiene bastante asimilado, sino el placer que puedes darle; esas mismas explicaciones pueden ayudar a excitarla y hacerla más receptiva.

La conversación en sí es embarazosa...espero que sirva de algo mi puñetera lección de consejero sexual. Santa Virgen! esa vieja estúpida tiene suerte de estar muerta, porque no dudo que mi hermano le haría pagar muy caras cada una de sus palabras.

- Estoy seguro de que no la dañarás, Z, aunque es inevitable ese instante. Mierda, hermano... tú haz lo que te dicte el corazón y será algo tan rápido que olvidaréis al momento. No se me ocurre qué más decirte, sinceramente... entiendo tu preocupación, pero no va a pasar nada... las hembras llevan acogiendo a los machos en sus cuerpos desde que el mundo es mundo... y para todas ha habido una primera vez. Ojalá pudiésemos tomar en nuestros cuerpos su dolor, al igual que el del parto, pero es algo que la Virgen ha reservado para ellas...




Joder! Que me hable del dolor del parto no ayuda en nada a calmarme... hubiera dejado que me azotaran mil veces antes de ver padecer a Bella de esa manera...
Sé que no puede contarme nada más ni evitarme esa preocupación que crece en mi pecho, el temor de dañar a Selena de algún modo... Me levanto de la butaca de un salto.

- Gracias, hermano. Siento haberte incomodado. Gracias por tu tiempo y tu paciencia.

Me giro y salgo de su despacho igual que entré. Sin menos dudas en la cabeza pero igual de preocupado o más...



Joder, pues valiente ayuda he sido para mi hermano! Le veo salir quizás más preocupado que cuando entró. Tendría que haberme callado, pero no podía dejarle ir sin una respuesta. Me levanto y subo las escaleras despacio hasta nuestro cuarto... voy a despertar a Serea y hacerle el amor tan lentamente que me va a llevar toda la mañana y parte de la tarde. Hace mucho tiempo que no pensaba en el dolor y el miedo de una hembra ante nuestros apetitos; no hace tanto que mi hembra estaba igual de asustada ante mis avances, a pesar de no ser una newling. Compadezco a mi hermano por lo que ha de superar... dañar a nuestras shellans es una tortura para nosotros mismos; preferiríamos castrarnos a lastimarlas con nuestros impulsos y nuestros arrebatos, y aún así, mi pensamiento está ya puesto en mi sirena que descansa, desnuda y sensual, inocentemente erótica, esperando a que yo la despierte con mis besos.

21. Camino a Casa





El respiro que me brindó la lucha en las calles tras la conversación con Rehvenge fue grato. Ni siquiera Tohr frunció el ceño al verme llegar bastante rato después de haber dejado a Beth en la mansión. Sin duda imagina donde estuve tras nuestra “charla” de esta mañana... 

Rechazo el coche para trasladarme de vuelta a la mansión. Necesito sólo un par de minutos para recomponer mi postura y serenarme antes de traspasar el umbral a mi nueva vida. Sin secretos, sin reservas. 

Cuando me materializo tras las puertas de la entrada cierro los ojos antes de posar mi cara ante las cámaras. La siento arriba, seguramente vistiendo a Nalla para su salida con Rehvenge. Tras salir de su despacho le mandé un mensaje indicándole que la niña pasaría el día con su tío en los aposentos de él en Caldwell. Sin más texto ni alusiones a la noche de intimidad que , hoy por fin, nos esperaba a ambos. Al entrar miro mis ropas sucias y me encamino al centro de entrenamiento. Una ducha rápida y ropa negra de combate de los surtidos armarios del vestuario. Vuelvo a armarme y me dirijo a la mansión con pasos apresurados. Rehvenge espera al pie de la escalera y me despido de Nalla cuando ésta baja al trote contenta de pasar un día lejos con su tío en una aventura. La recojo en medio de su salto al vacío en mitad del tramo de escaleras y la atraigo hacia mí besando su frente y acariciando su pelo multicolor. 

- Mi niña, debes portarte bien, eh princesa? Tío Rehv y Ehlena quieren pasar más tiempo contigo pero para ello, hoy tienes que demostrarles que eres una buena chica y obedecer en todo lo que te digan...

Trago saliva con un nudo en la garganta. Jamás ha salido fuera de casa, la mansión o el rancho, y la ciudad está llena de peligros tras cada esquina.... pero cuando la deposito en los brazos de Rehvenge, éste asiente y me promete que estará bien. Sé que cuidará de ella como si fuera su hija, pero una parte de mí teme desprenderme de ella, del calor de su sonrisa y del hecho que está creciendo a pasos agigantados... 

Alzo la vista a lo alto de la escalera y Selena me recibe con una sonrisa. Sus ojos me dicen que sabe como me siento y avanzo en la subida al tiempo que ella en la bajada; temerosa de reencontrarnos en un ambiente abierto, a plena vista de cualquiera en la casa. Pero no me importa, deseo abrazarla y besarla como hace un macho enamorado tras volver a casa y reencontrarse con su hembra...



La noche ha sido larga, eterna en este compás de espera que nos ha impuesto. Como cada vez que sale a las calles y desde que tengo memoria, me he sentado sola a rezar por su seguridad, a pedirle a la Virgen que le proteja una noche más. Cada pequeña herida que traía a diario de su lucha me llenaba de angustia, pero yo no tenía derecho a espiarle, a buscar en su cuerpo sangre o dolor. Hoy eso ha cambiado... cuando recibo su SMS pidiéndome que prepare a la niña para pasar el día con su tío Rehvenge, lo primero que pienso es que vamos a estar solos en la casa, que ya nada nos impide estar juntos. Después dejo de pensar en lo que va a suceder y me concentro en Nalla y en su entusiasmo. Hace mucho que no disfruta de la compañía de sus tíos, y estoy segura de que esta visita se repetirá a menudo a partir de ahora. Comprendo que Zsadist ha debido de hablar con su cuñado y un nudo de angustia atenaza mi pecho... no puedo imaginar cómo habrá transcurrido la conversación, pero sé que habrá sido difícil para los dos. El Reverendo idolatraba a su hermana Bella y no puedo menos que preguntarme si me odiará por ocupar su lugar en la vida de Z y Nalla.

Pero nada de eso importa ahora mismo, porque mi niña ha salido disparada escaleras abajo, directa a los brazos de su padre. En el vestíbulo de la Mansión, Rehvenge estrecha contra su pecho a su sobrina con una expresión de adoración que jamás había visto en su rostro adusto. Zsadist ha estado hablando con ella, supongo que dándole instrucciones, y sé que este momento es difícil para él. Ceder el control, la seguridad de su pequeña a otro macho, aunque sea un pariente, ha de ser un infierno. Sé que su confianza en su cuñado es absoluta o jamás hubiese dejado ir a la niña, pero aún así, su instinto de guerrero, de Hermano, es ferozmente protector, nada inclinado a ceder la custodia de aquellos a los que ama. De repente, su rostro se alza y me sonríe. Todo lo demás desaparece para mí en ese mismo instante. Comienzo a bajar las escaleras mientras él avanza subiendo hacia mí, y mis ojos le recorren de arriba abajo buscando cualquier rastro de daño. Mi mirada se desvía hacia la puerta de entrada, donde el enorme macho, el rey Symphath, me mira a su vez fijamente. Me paralizo en el escalón, incapaz de seguir mi camino o de apartar mis ojos de su mirada escrutadora. Siento una ligera invasión, nada ofensiva, pero sí desconcertante, y sé que está buscando algo en mi mente. No me molesta, entiendo por qué lo hace y en mis ojos nace una lágrima que me niego a dejar libre... mis labios no se mueven, pero mis pensamientos le llegan altos y claros, estoy segura. Busco su perdón, su comprensión y asegurarle que lo que siento es real e inevitable, que nada ni nadie puede acabar con mi amor por Zsadist, sea o no oficial, sea o no aceptado por los demás. Aunque él no me hubiese jurado su amor, el mío permanecería inalterable. Y Rehvenge lo sabe; como macho emparejado, comprende el dolor, la absoluta inevitabilidad de rendirse ante el sentimiento que ha nacido entre su cuñado y yo. Su sonrisa, algo triste pero sincera y abierta, y el ligero asentimiento que me dirige, me confirman su aquiescencia y su bendición a nuestro amor. Se gira y desaparece a través de la inmensa puerta y comprendo de repente que toda la escena ha transcurrido en tan sólo unos segundos. Zsadist continúa subiendo la escalera para encontrarse conmigo, y sé que lo hace lentamente intentando ser discreto, respetando mi deseo de no rebelar nuestra relación.

Este macho ha enfrentado su pasado, se ha reconciliado con el ayer, ha confrontado a su cuñado, ahora lo sé con certeza, y le ha dicho que me ama; en su corazón me ha nombrado ya como una nueva mahmen para su hija, lo que más ama en esta vida, y todo lo ha hecho abiertamente, proclamando con orgullo sus sentimientos a pesar de su habitual mutismo y su dificultad para hablar con otros acerca de estas cuestiones. Sé que algo le habrá dicho a su jefe, a Tohrment, no sé si a su rey, pero algo, una especie de interruptor, suena de pronto en mi interior aclarándolo todo, dándome una visión clara de lo que ha de ser, de lo que debo hacer.

Llego a su altura, tres escalones por encima de donde él se encuentra, para que mis ojos queden a la altura de los suyos. Se ha detenido mirándome en silencio, pero puedo notar el fuego en su mirada, el deseo y la promesa que esconde su boca. Sin dudarlo un instante, siguiendo mis sentimientos y lo que realmente deseo, egoísta por una vez en mi vida, abro mis brazos y le beso tímidamente, aspirando el aroma único de su piel y sintiéndome, por primera vez, con derecho a recibir a mi macho a su llegada de las calles. No sé si alguien nos verá, seguramente, porque oigo a sus hermanos haciendo ruido y llamando a sus hembras al llegar, como él, de la patrulla nocturna. No importa, ya no...

- Bienvenido, guerrero.

Su expresión sorprendida me arranca una sonrisa y sus brazos me sujetan con fuerza, como si temiese que pudiese escaparme o arrepentirme de mi repentina osadía. Me dejo abrazar sintiendo que estoy, por fin, en casa, y susurro en su oído.

- Rhader nos espera con el coche. Ya había salido a buscarnos cuando recibí tu mensaje, y olvidé decirle que sus servicios ya no eran necesarios, que Nalla no vendría con nosotros. Me encantaría dar un paseo en automóvil contigo, pero si prefieres que nos desmaterialicemos...

Dejo mi frase en suspenso, pendiente de su respuesta, pero al observar la forma en que me mira, como si estuviésemos solos en su cuarto, como si nada más en el mundo existiese, se me escapa un pequeño gemido y muerdo mi labio inferior mirando su boca con un hambre que sé que puede oler en mí.

- Te he echado terriblemente de menos, Zsadist. Quiero estar a solas contigo otra vez. ¿Es incorrecto sentirme así? Llevo todo el día pensando en tus besos, guerrero...



Cuando sus brazos por fin rodean mi cuello, dejo escapar un suspiro silencioso. Sé lo que ha debido de costarle dejarse llevar, sobretodo en esta casa y en mitad de la escalera. Pero la única persona a quién podría dolerle este gesto ya está informada. No quiero más esperas. Jamás me importó lo más mínimo lo que pensaran de mí los demás y no va a cambiar ahora... La alzo por la cintura tras su escrutinio minucioso de mi persona. 

- Hola preciosa... buscando heridas de guerra? 

Bajo la mirada a mi persona, posando la vista en mi erección palpitando contra su vientre y susurro en su oído.

- Un cuerpo sano y robusto, como puedes ver...

Le devuelvo el casto beso que ha posado en mis labios apretándola más a mi cuerpo, renovado y ardiendo ahora que vuelvo a tenerla conmigo. Se oyen voces que irrumpen en el salón y me separo despacio de ella para cogerla de la mano.

- Vamos... despidamos a Rhader, es una noche fresca y tranquila para conducir hasta casa. 

Al bajar la escalera me doy cuenta que las voces de mis hermanos han cesado y que un puñado de guerreros con la boca abierta nos observan desde el rellano. Cuando llegamos abajo giran prudentemente sus rostros hacia otro lado intentando mantener la conversación que llevaban al entrar. Me vuelvo hacia Tohrment, apoyado en el marco de una de las entradas al salón, con los brazos cruzados en su pecho. 

- Nalla pasará el día con Rehvenge en el Commodore. Por favor, que Vishous revise el sistema de seguridad y esté atento a cualquier alarma...

Su asentimiento basta para reanudar mi paso sin más palabras hacia el garaje, con Selena apretando mi palma y ruborizada como un tomate. Abro la puerta del copiloto del monovolumen y antes de que entre la apoyo en la carrocería para besarla de nuevo apresándola entre mis brazos. Esta vez larga y lentamente; esperando paciente, mientras recorro su boca, a que recupere la compostura, se relaje y tome la iniciativa para invadir, con su lengua resbaladiza y curiosa, la mía. Despertando de nuevo mi deseo, ese dolor sordo y delicioso en la parte baja de mi cuerpo que se extiende por todos mis músculos, pero con la certeza de que pronto se verán complacidos...

- Sube, princesa. Vamos a casa.



La idea de encerrarme con él en un coche, por poco tiempo que sea, me resulta excitante; tanto, que casi puedo ignorar las miradas asombradas que se han clavado en nosotros y en nuestras manos unidas. Mientras Zsadist habla con Tohrment, aprieta mis dedos con delicadeza para darme confianza. Sonrojada de los pies a la cabeza, me dejo conducir hasta el garaje y, antes de darme cuenta, estoy gimiendo, terriblemente excitada y nerviosa, contra su boca; mis labios se abren para dejar paso a su lengua, que aprisiona la mía en un beso húmedo y ardiente. Me ayuda a subir al monovolumen alzándome por la cintura como si no pesase más que Nalla y se sienta tras el volante. En sólo un minuto, estamos de camino a casa. El trayecto no será largo, pero este habitáculo parece volverse diminuto al acoger su enorme cuerpo de guerrero. Me ladeo en el asiento tras abrocharme el cinturón de seguridad para mirarle mientras conduce. Mis ojos parecen no poder saciarse al contemplar su imagen, fuerte, poderosa y letal, increíblemente erótica bajo esa montaña de músculos bien definidos.

- ¿Sabes? Nunca habíamos estado solos en un coche. Parece que esta noche es la de las primeras veces.

Al ver su sonrisa, con los colmillos asomando en su boca, comprendo en qué está pensando y me sonrojo de nuevo, azorada y tartamudeando una explicación.

- No... no me refería a ... quiero decir... bueno, mi primer beso, y todo eso, es que en sólo una noche...

Su carcajada me mortifica porque soy consciente de mi torpeza y cruzo las manos en mi regazo, estrujándome los dedos y pensando cómo arreglar las cosas. Pero una certeza se instala en mi mente y en mi corazón: Con Zsadist no tengo que intentar arreglar nada, porque con él todo es correcto. Le miro nuevamente.

- He estado hablando con Serea... ya sabes, ella ha llegado hace poco del otro lado y se ha emparejado con un viudo, también... me ha aclarado muchas cosas.




Su nerviosismo y sus disculpas arrancan una carcajada en mi pecho. La miro, orgulloso, excitado, feliz... ella está recostada de medio lado en el asiento, girada hacia mí y otra vez sus mejillas están teñidas de ese delicioso rubor. Llevo mi mano hasta su pierna, consciente de su calor bajo mi palma, de que únicamente la fina tela de su falda separa su piel de la mía. La escucho sin apartar la mano de su muslo mientras me habla de su conversación con Serea, mis cejas se alzan, extrañado ante la confesión, aunque aliviado y agradecido de que tenga alguien con quien hablar y compartir confidencias. Mi mano sube hasta su rostro, para acariciar sus mejillas sonrosadas.

- Selena, sé que soy parco en palabras y algo taciturno a veces. Si estás asustada o deseas que vayamos más despacio, puedo entenderlo... quieres contarme lo que hablaste con Serea...?




Su mano, áspera por el uso de las armas durante siglos, quema primero mi pierna y luego mi rostro, excitándome con su simple roce.

- No ha sido nada trascendental, pero... sentí que necesitaba hablarlo con alguien que hubiese vivido una situación parecida.

Su mirada está pendiente de la carretera, pero se desvía continuamente en mi dirección. El sonrojo parece formar ya parte de mí, pero es inevitable al tratar ciertos temas que todavía son nuevos y confusos, dada mi limitada experiencia.

- No hablamos de la parte física, porque la directrix nos instruyó en todo eso del dolor y lo que teníamos que esperar la primera vez; no me importa lo que duela y no me asustaré por ello. Hablamos más que nada de ser pareja de un guerrero, de criar a una niña que forma parte de la glymera... no sé, esos detalles que me preocupan un poco, el temor a ser inadecuada para vosotros.

Le miro y su ceño fruncido, sus labios formando una línea tensa, me desconciertan una vez más. Sé que no da importancia a esos temores míos, pero no acabo de comprender que le molesten al punto de enfadarse conmigo.

- ¿Qué sucede, Zsadist? No he sido indiscreta, de verdad. Sólo charlamos de mujer a mujer; ella tiene una visión de primera mano de todo esto y confío en ella. Sé que estos miedos míos desaparecerán, pero necesito algo de tiempo; todo ha sido muy repentino.



La escucho atento y complacido, no quisiera que se sintiera con miedo a hablar conmigo de lo que sea que le preocupe. Imaginarla en la intimidad con una hembra como la shellan de mi jefe me agrada. Temo que con mi egoísta empecinamiento de vivir tan alejado del resto de nuestra raza, nuestra familia, la aparte del mundo como hice con Nalla. Ella ha pasado prácticamente del Otro lado a emparejarse con un guerrero... De repente mis ojos se abren desmesuradamente y recreo de nuevo sus palabras en mi mente ...dolor de la primera vez...? Mi ceño se frunce imaginando mil cosas a las que pueda referirse sin acabar de entender esa alusión. Por mi cabeza han pasado en un minuto todas las conversaciones que mantuve con mi shellan sobre sexo y en ninguna se habló de dolor físico... Mi cuerpo está tenso y paro el coche en la cuneta de la tranquila carretera que conduce a las afueras de Caldwell. Espero unos segundos con las manos apoyadas en el volante y me giro para encararla más asustado de lo que desearía aparentar.

- Qué es eso de la directrix y del dolor, Selena...?



El coche detenido en la cuneta y su silencio acaban con mis nervios. Sin saber qué esperar o qué hacer, desabrocho el cinturón dispuesta a salir del coche, pues supongo que para eso habrá parado. De repente, su pregunta suena fría y seca en el interior del vehículo. La temperatura ha descendido varios grados y la piel de mis brazos se eriza por el frío que emana de Zsadist como una onda. Mi voz suena insegura, sin entender por qué le ha molestado esa parte concreta de mi comentario.

- Bueno, ya sabes... cuando se nombró al nuevo Primale, a tu hermano, la directrix nos instruyó a todas las elegidas para satisfacerle, y nos explicó lo del dolor de una hembra virgen. ¿Qué sucede, Zsadist? ¿Es eso lo que te molesta, que no tenga experiencia? No entiendo... no sé qué sucede; puedo notar tu enfado. Si es impropio que hable del tema no lo haré más, disculpa mi ignorancia, pero no conozco las convenciones sociales sobre el tema del sexo, ni lo que es impropio tratar con tu pareja. Yo creía que contigo podría... bueno, no importa.

Me giro ahora mirando al frente, al paisaje tranquilo que muestra el parabrisas, al borde de las lágrimas. ¡Bonita forma de empezar lo que iba a ser el día más especial de mi vida!




Apenas la estoy escuchando. En mi cabeza solo el temor a dañarla me impide pensar con claridad. Veo sus labios tiritar y mi mirada se fija en su boca, intentando leer en sus labios una respuesta que lleve luz a mi pregunta, a mis dudas cada vez mayores... pero sus palabras no son de calma y tranquilidad sino que su semblante se ha vuelto enfadado y me reprocha el parecerme mal su virginidad y su miedo por creer que ha sido indiscreta. Santa Virgen!!!! Pongo mis manos en sus hombros y la obligo a mirarme a los ojos cuando por fin detiene sus palabras. Están brillantes a punto de derramar lágrimas y me siento como un completo imbécil porque mi ignorancia lo haya provocado. Beso sus ojos, obligándola a cerrar los párpados y provocando así que se derramen por sus mejillas esas gotas saladas de impotencia. Con los pulgares las recojo antes de que caigan en su vestido y la apremio con una caricia en sus mejillas para que abra de nuevo los ojos. 

- Mírame, Selena... Como podría estar enfadado por eso...? Para mí es un orgullo que me hayas elegido entre todos los machos... pero yo... 

Respiro hondo un par de veces antes de continuar. 

- Yo no sabía que eso iba a dolerte... joder lo siento!!! Mi shellan no era virgen cuando nos conocimos y no me educaron para el sexo, como a ti... Y tampoco he hablado jamás con otros machos del tema. Yo... Selena, me aterra la idea de que tomarte pueda dañarte, es sólo eso... 

Aparto la vista y vuelvo a encender el coche. Debo llevarla a casa y antes de volver a tocarla debo aclarar con alguien cuánto dolor puedo causarle...



Ojalá pudiese decirle que no habrá dolor, que no será para mí una experiencia temible, pero no es eso lo que la directrix nos explicó antes de que yo bajase a vivir en el Rancho. Siento su temor, su repulsa a dañarme, y por un instante me pregunto si este macho tozudo y decidido será capaz de no tocarme con tal de librarme de un mal rato.

- Zsadist, no des importancia a eso, por favor... mi virginidad es algo que pensé llevar conmigo al Fade hasta que tú me dijiste que me amabas. Ahora quiero que seas tú el que la tome, el que me tome. Quiero sentirte, que me hagas una hembra en todo el sentido de la palabra, y no me importa lo que suponga o lo que cueste. Sé que no me dañarás, no serás tú, sino la biología que exige que esa barrera sea traspasada para alcanzar la unión completa.

Le veo encender el coche nuevamente y regresar a la carretera. Falta muy poco para llegar y no quiero que este silencio se prolongue entre los dos. Necesito saber que su mente no está dando vueltas al mismo tema, porque bastante tengo ya con mi nerviosismo ante lo que sé que sucederá en cuanto lleguemos.

- ¿Qué te ha dicho Rehvenge, Z? No parecía enfadado cuando vino a recoger a Nalla, aunque supongo que no estará demasiado contento con la idea de verme a vuestro lado...

No sé si responderá o si se empecinará en su mutismo. Veo la casa a lo lejos y toda yo empiezo a temblar, nerviosa y algo asustada, pero totalmente decidida a entregarme a mi macho por primera vez, sin que nada ni nadie nos estorbe nuevamente.

- Yo te deseo, Zsadist, y quiero entregarme a ti. Quiero sentirte como una hembra siente a su macho. Por favor... no me rechaces; eso sí me dolería.


Intento aferrarme a sus palabras, a su pregunta, y aunque obligo a mi boca a responderle, mi cabeza no deja de pensar en lo mismo. En que yo pueda causarle dolor. En que pueda dañar de algún modo a esta preciada hembra que ha decidido entregarme su vida, su amor y su cuerpo. No, Zsadist, quítatelo de la cabeza, no vas siquiera a tocarla!!!!! Mi mirada sigue fija al frente, al camino que se estrecha para introducirse en el bosque hacia nuestro hogar.

- Rehvenge estuvo bien. Jamás hablamos de nada tan íntimo, pero es un macho emparejado, y sabe lo que sentía por su hermana y lo que siento ahora por ti. No necesitamos muchas palabras. Temió dejar de ver a la niña y, si no hay ningún problema después de su salida de hoy, creo que estaría bien que ambos pasaran más tiempo juntos. Ya la he alejado demasiado de su familia...

Me doy cuenta de que he hablado sin parar aún sin pretenderlo. Pero siento que he estado manteniendo a Selena ocupada para no tocar de nuevo el tema ante su insistencia en que puede soportar el dolor. Sus palabras todavía retumban en mi cabeza: “la biología que exige que esa barrera sea traspasada para alcanzar la unión completa” Dios santo, miro su menudo cuerpo de reojo y me imagino dañándola, rompiéndola por dentro, para poder estar con ella... No, eso no va a suceder, no por ahora...

Aparco el coche en el garaje y salgo. Recorro el tramo hasta su puerta en un par de zancadas para abrirla. Sus ojos escrutan los míos pero la evito, al igual que sus labios que me llaman como la playa a las olas...

- Has pasado el día fuera, supongo que querrás pasar un rato a solas para asearte o... bueno, lo que sea... yo he de hacer una cosa. No tardaré en regresar.

Mis labios se posan en su frente en un casto beso y bajo las escaleras al trote para desmaterializarme hacia la mansión. Tohrment... Tohrment es un macho inteligente y estuvo emparejado con Wellsie antes de nacer ésta. Seguro que para ella fue el primero... él sabrá...



Sé que sigue dándole vueltas al mismo tema, pero la única manera de tranquilizarlo, será demostrarle la verdad de mis afirmaciones. Esquiva mi mirada y su beso se parece más a los de Nalla que a los que yo necesito de él en estos momentos, pero agradezco su deferencia al tener en cuenta mis necesidades. Llevo demasiadas horas con esta ropa, me siento sudorosa y desaliñada, y no es ese el aspecto que una hembra desea tener la primera vez que se desnude ante su macho. El simple pensamiento de quitarme la ropa ante alguien más me llena de vergüenza, pero sé que Zsadist me ama y que mi cuerpo le resulta agradable, al menos cuando estoy vestida; espero que no cambie de opinión al verme...

He llegado a mi cuarto casi sin darme cuenta, ocupada en mil absurdas reflexiones, pero al verme frente al cuarto de baño, me detengo y ladeo mi cabeza mirando el cubículo de mármol y cristal; algo no se siente correcto en todo esto. No soy ya una elegida, pero no puedo apartar de mi mente el ritual ceremonial de las vírgenes del Otro Lado. Mis trescientos años reservando mi cuerpo para mi macho han de culminar del modo adecuado. Tomo rápidamente todo lo que necesitaré, busco mi antigua túnica y salgo disparada hacia la puerta de entrada. Aún falta más de una hora para el amanecer, tiempo suficiente para hacer lo que tengo en mente.

El arroyo tras la casa discurre tranquilo y profundo, pero justo al pasar el recodo que lleva al bosque, forma una poza grande, muy similar a la piscina de piedra que teníamos al Otro Lado. Dejo sobre la roca las esencias y el aceite y me desnudo lentamente, con los ojos cerrados y murmurando las oraciones a la Virgen. Tomo en mis manos un poco de aceite y dibujo sobre mi frente, mi corazón y mi vientre un signo arcano, cuyo significado se pierde en los albores del tiempo.

- Mi mente se hace una con la Virgen creadora de vida. Que la pureza de mi pensamiento sea grata a ojos de la Madre y tome de mí la verdad que guarda.

- Mi corazón late al unísono con la Madre fuente del amor. Que la pureza de mis sentimientos sea grata a sus ojos y tome de mí el anhelo de entrega que lo guía.

- Mi vientre genera vida como la Virgen lo hizo. Que su promesa de futuro sea grata a los ojos de la Madre de toda madre y guarde en sus manos el alma de mis hijos hasta que Ella me conceda la dicha de la creación, que le fue dada antes del mundo y todo lo que lo puebla.

Me arrodillo lentamente en el agua y dejo que lama mi cuerpo, enfriándolo y limpiándolo. Vierto a mi alrededor las esencias que parecen adherirse a mi piel en intrincados dibujos. Mi mano desciende lentamente hasta la zona entre mis muslos que sólo he tocado para lavarme desde el día en que nací y cerrando los ojos, invoco la imagen del macho que amo, del macho al que deseo entregarme.

- El cofre sellado de mi cuerpo se muestra ante la Madre reclamando la llave que lo abrirá poniendo en su interior el regalo de la creación, la semilla del macho que crea vida. Que lo que ha sido separado se convierta de nuevo en uno rompiendo la barrera que nos divide y que la entrega de mi virginidad sea grata a vuestros ojos, Mi Señora, pues el macho que ha de tomarla es digno de recibirla. He sido preparada, he sido instruida, he sido adecuadamente ungida y escojo ofrendar mi cuerpo a Zsâdist Hijo de Aghony, guerrero de la Hermandad de la Daga Negra. Que nuestros hijos sean Hermanos para defender a la Raza, que nuestras hijas os sirvan con lealtad y devoción. El ritual ha sido cumplido.

Abro los ojos y dejo que el peso de las fórmulas pronunciadas se asiente en mi alma lentamente. Si yo fuese una Ehros nada de esto sería necesario, pero la virginidad de una Elegida era, desde que tengo memoria, un bien atesorado que sólo se entregaba a miembros escogidos de la glymera, aunque pocas veces la voluntad de la hembra era tenida en cuenta. El poder escoger a mi guerrero, al macho que tomará mi cuerpo por vez primera, es un privilegio que jamás soñé. El nerviosismo parece haber desaparecido; me sumerjo por completo, feliz e impaciente, y dejo que el agua resbale libremente por mi cuerpo, limpiando los rastros de aceites y perfumes con el suave jabón sin olor que he traído de la casa. El único aroma que quiero sobre mi piel es el aroma a pino y a especias oscuras que desprende Zsadist cuando estamos juntos.