jueves, 21 de marzo de 2013

21. Camino a Casa





El respiro que me brindó la lucha en las calles tras la conversación con Rehvenge fue grato. Ni siquiera Tohr frunció el ceño al verme llegar bastante rato después de haber dejado a Beth en la mansión. Sin duda imagina donde estuve tras nuestra “charla” de esta mañana... 

Rechazo el coche para trasladarme de vuelta a la mansión. Necesito sólo un par de minutos para recomponer mi postura y serenarme antes de traspasar el umbral a mi nueva vida. Sin secretos, sin reservas. 

Cuando me materializo tras las puertas de la entrada cierro los ojos antes de posar mi cara ante las cámaras. La siento arriba, seguramente vistiendo a Nalla para su salida con Rehvenge. Tras salir de su despacho le mandé un mensaje indicándole que la niña pasaría el día con su tío en los aposentos de él en Caldwell. Sin más texto ni alusiones a la noche de intimidad que , hoy por fin, nos esperaba a ambos. Al entrar miro mis ropas sucias y me encamino al centro de entrenamiento. Una ducha rápida y ropa negra de combate de los surtidos armarios del vestuario. Vuelvo a armarme y me dirijo a la mansión con pasos apresurados. Rehvenge espera al pie de la escalera y me despido de Nalla cuando ésta baja al trote contenta de pasar un día lejos con su tío en una aventura. La recojo en medio de su salto al vacío en mitad del tramo de escaleras y la atraigo hacia mí besando su frente y acariciando su pelo multicolor. 

- Mi niña, debes portarte bien, eh princesa? Tío Rehv y Ehlena quieren pasar más tiempo contigo pero para ello, hoy tienes que demostrarles que eres una buena chica y obedecer en todo lo que te digan...

Trago saliva con un nudo en la garganta. Jamás ha salido fuera de casa, la mansión o el rancho, y la ciudad está llena de peligros tras cada esquina.... pero cuando la deposito en los brazos de Rehvenge, éste asiente y me promete que estará bien. Sé que cuidará de ella como si fuera su hija, pero una parte de mí teme desprenderme de ella, del calor de su sonrisa y del hecho que está creciendo a pasos agigantados... 

Alzo la vista a lo alto de la escalera y Selena me recibe con una sonrisa. Sus ojos me dicen que sabe como me siento y avanzo en la subida al tiempo que ella en la bajada; temerosa de reencontrarnos en un ambiente abierto, a plena vista de cualquiera en la casa. Pero no me importa, deseo abrazarla y besarla como hace un macho enamorado tras volver a casa y reencontrarse con su hembra...



La noche ha sido larga, eterna en este compás de espera que nos ha impuesto. Como cada vez que sale a las calles y desde que tengo memoria, me he sentado sola a rezar por su seguridad, a pedirle a la Virgen que le proteja una noche más. Cada pequeña herida que traía a diario de su lucha me llenaba de angustia, pero yo no tenía derecho a espiarle, a buscar en su cuerpo sangre o dolor. Hoy eso ha cambiado... cuando recibo su SMS pidiéndome que prepare a la niña para pasar el día con su tío Rehvenge, lo primero que pienso es que vamos a estar solos en la casa, que ya nada nos impide estar juntos. Después dejo de pensar en lo que va a suceder y me concentro en Nalla y en su entusiasmo. Hace mucho que no disfruta de la compañía de sus tíos, y estoy segura de que esta visita se repetirá a menudo a partir de ahora. Comprendo que Zsadist ha debido de hablar con su cuñado y un nudo de angustia atenaza mi pecho... no puedo imaginar cómo habrá transcurrido la conversación, pero sé que habrá sido difícil para los dos. El Reverendo idolatraba a su hermana Bella y no puedo menos que preguntarme si me odiará por ocupar su lugar en la vida de Z y Nalla.

Pero nada de eso importa ahora mismo, porque mi niña ha salido disparada escaleras abajo, directa a los brazos de su padre. En el vestíbulo de la Mansión, Rehvenge estrecha contra su pecho a su sobrina con una expresión de adoración que jamás había visto en su rostro adusto. Zsadist ha estado hablando con ella, supongo que dándole instrucciones, y sé que este momento es difícil para él. Ceder el control, la seguridad de su pequeña a otro macho, aunque sea un pariente, ha de ser un infierno. Sé que su confianza en su cuñado es absoluta o jamás hubiese dejado ir a la niña, pero aún así, su instinto de guerrero, de Hermano, es ferozmente protector, nada inclinado a ceder la custodia de aquellos a los que ama. De repente, su rostro se alza y me sonríe. Todo lo demás desaparece para mí en ese mismo instante. Comienzo a bajar las escaleras mientras él avanza subiendo hacia mí, y mis ojos le recorren de arriba abajo buscando cualquier rastro de daño. Mi mirada se desvía hacia la puerta de entrada, donde el enorme macho, el rey Symphath, me mira a su vez fijamente. Me paralizo en el escalón, incapaz de seguir mi camino o de apartar mis ojos de su mirada escrutadora. Siento una ligera invasión, nada ofensiva, pero sí desconcertante, y sé que está buscando algo en mi mente. No me molesta, entiendo por qué lo hace y en mis ojos nace una lágrima que me niego a dejar libre... mis labios no se mueven, pero mis pensamientos le llegan altos y claros, estoy segura. Busco su perdón, su comprensión y asegurarle que lo que siento es real e inevitable, que nada ni nadie puede acabar con mi amor por Zsadist, sea o no oficial, sea o no aceptado por los demás. Aunque él no me hubiese jurado su amor, el mío permanecería inalterable. Y Rehvenge lo sabe; como macho emparejado, comprende el dolor, la absoluta inevitabilidad de rendirse ante el sentimiento que ha nacido entre su cuñado y yo. Su sonrisa, algo triste pero sincera y abierta, y el ligero asentimiento que me dirige, me confirman su aquiescencia y su bendición a nuestro amor. Se gira y desaparece a través de la inmensa puerta y comprendo de repente que toda la escena ha transcurrido en tan sólo unos segundos. Zsadist continúa subiendo la escalera para encontrarse conmigo, y sé que lo hace lentamente intentando ser discreto, respetando mi deseo de no rebelar nuestra relación.

Este macho ha enfrentado su pasado, se ha reconciliado con el ayer, ha confrontado a su cuñado, ahora lo sé con certeza, y le ha dicho que me ama; en su corazón me ha nombrado ya como una nueva mahmen para su hija, lo que más ama en esta vida, y todo lo ha hecho abiertamente, proclamando con orgullo sus sentimientos a pesar de su habitual mutismo y su dificultad para hablar con otros acerca de estas cuestiones. Sé que algo le habrá dicho a su jefe, a Tohrment, no sé si a su rey, pero algo, una especie de interruptor, suena de pronto en mi interior aclarándolo todo, dándome una visión clara de lo que ha de ser, de lo que debo hacer.

Llego a su altura, tres escalones por encima de donde él se encuentra, para que mis ojos queden a la altura de los suyos. Se ha detenido mirándome en silencio, pero puedo notar el fuego en su mirada, el deseo y la promesa que esconde su boca. Sin dudarlo un instante, siguiendo mis sentimientos y lo que realmente deseo, egoísta por una vez en mi vida, abro mis brazos y le beso tímidamente, aspirando el aroma único de su piel y sintiéndome, por primera vez, con derecho a recibir a mi macho a su llegada de las calles. No sé si alguien nos verá, seguramente, porque oigo a sus hermanos haciendo ruido y llamando a sus hembras al llegar, como él, de la patrulla nocturna. No importa, ya no...

- Bienvenido, guerrero.

Su expresión sorprendida me arranca una sonrisa y sus brazos me sujetan con fuerza, como si temiese que pudiese escaparme o arrepentirme de mi repentina osadía. Me dejo abrazar sintiendo que estoy, por fin, en casa, y susurro en su oído.

- Rhader nos espera con el coche. Ya había salido a buscarnos cuando recibí tu mensaje, y olvidé decirle que sus servicios ya no eran necesarios, que Nalla no vendría con nosotros. Me encantaría dar un paseo en automóvil contigo, pero si prefieres que nos desmaterialicemos...

Dejo mi frase en suspenso, pendiente de su respuesta, pero al observar la forma en que me mira, como si estuviésemos solos en su cuarto, como si nada más en el mundo existiese, se me escapa un pequeño gemido y muerdo mi labio inferior mirando su boca con un hambre que sé que puede oler en mí.

- Te he echado terriblemente de menos, Zsadist. Quiero estar a solas contigo otra vez. ¿Es incorrecto sentirme así? Llevo todo el día pensando en tus besos, guerrero...



Cuando sus brazos por fin rodean mi cuello, dejo escapar un suspiro silencioso. Sé lo que ha debido de costarle dejarse llevar, sobretodo en esta casa y en mitad de la escalera. Pero la única persona a quién podría dolerle este gesto ya está informada. No quiero más esperas. Jamás me importó lo más mínimo lo que pensaran de mí los demás y no va a cambiar ahora... La alzo por la cintura tras su escrutinio minucioso de mi persona. 

- Hola preciosa... buscando heridas de guerra? 

Bajo la mirada a mi persona, posando la vista en mi erección palpitando contra su vientre y susurro en su oído.

- Un cuerpo sano y robusto, como puedes ver...

Le devuelvo el casto beso que ha posado en mis labios apretándola más a mi cuerpo, renovado y ardiendo ahora que vuelvo a tenerla conmigo. Se oyen voces que irrumpen en el salón y me separo despacio de ella para cogerla de la mano.

- Vamos... despidamos a Rhader, es una noche fresca y tranquila para conducir hasta casa. 

Al bajar la escalera me doy cuenta que las voces de mis hermanos han cesado y que un puñado de guerreros con la boca abierta nos observan desde el rellano. Cuando llegamos abajo giran prudentemente sus rostros hacia otro lado intentando mantener la conversación que llevaban al entrar. Me vuelvo hacia Tohrment, apoyado en el marco de una de las entradas al salón, con los brazos cruzados en su pecho. 

- Nalla pasará el día con Rehvenge en el Commodore. Por favor, que Vishous revise el sistema de seguridad y esté atento a cualquier alarma...

Su asentimiento basta para reanudar mi paso sin más palabras hacia el garaje, con Selena apretando mi palma y ruborizada como un tomate. Abro la puerta del copiloto del monovolumen y antes de que entre la apoyo en la carrocería para besarla de nuevo apresándola entre mis brazos. Esta vez larga y lentamente; esperando paciente, mientras recorro su boca, a que recupere la compostura, se relaje y tome la iniciativa para invadir, con su lengua resbaladiza y curiosa, la mía. Despertando de nuevo mi deseo, ese dolor sordo y delicioso en la parte baja de mi cuerpo que se extiende por todos mis músculos, pero con la certeza de que pronto se verán complacidos...

- Sube, princesa. Vamos a casa.



La idea de encerrarme con él en un coche, por poco tiempo que sea, me resulta excitante; tanto, que casi puedo ignorar las miradas asombradas que se han clavado en nosotros y en nuestras manos unidas. Mientras Zsadist habla con Tohrment, aprieta mis dedos con delicadeza para darme confianza. Sonrojada de los pies a la cabeza, me dejo conducir hasta el garaje y, antes de darme cuenta, estoy gimiendo, terriblemente excitada y nerviosa, contra su boca; mis labios se abren para dejar paso a su lengua, que aprisiona la mía en un beso húmedo y ardiente. Me ayuda a subir al monovolumen alzándome por la cintura como si no pesase más que Nalla y se sienta tras el volante. En sólo un minuto, estamos de camino a casa. El trayecto no será largo, pero este habitáculo parece volverse diminuto al acoger su enorme cuerpo de guerrero. Me ladeo en el asiento tras abrocharme el cinturón de seguridad para mirarle mientras conduce. Mis ojos parecen no poder saciarse al contemplar su imagen, fuerte, poderosa y letal, increíblemente erótica bajo esa montaña de músculos bien definidos.

- ¿Sabes? Nunca habíamos estado solos en un coche. Parece que esta noche es la de las primeras veces.

Al ver su sonrisa, con los colmillos asomando en su boca, comprendo en qué está pensando y me sonrojo de nuevo, azorada y tartamudeando una explicación.

- No... no me refería a ... quiero decir... bueno, mi primer beso, y todo eso, es que en sólo una noche...

Su carcajada me mortifica porque soy consciente de mi torpeza y cruzo las manos en mi regazo, estrujándome los dedos y pensando cómo arreglar las cosas. Pero una certeza se instala en mi mente y en mi corazón: Con Zsadist no tengo que intentar arreglar nada, porque con él todo es correcto. Le miro nuevamente.

- He estado hablando con Serea... ya sabes, ella ha llegado hace poco del otro lado y se ha emparejado con un viudo, también... me ha aclarado muchas cosas.




Su nerviosismo y sus disculpas arrancan una carcajada en mi pecho. La miro, orgulloso, excitado, feliz... ella está recostada de medio lado en el asiento, girada hacia mí y otra vez sus mejillas están teñidas de ese delicioso rubor. Llevo mi mano hasta su pierna, consciente de su calor bajo mi palma, de que únicamente la fina tela de su falda separa su piel de la mía. La escucho sin apartar la mano de su muslo mientras me habla de su conversación con Serea, mis cejas se alzan, extrañado ante la confesión, aunque aliviado y agradecido de que tenga alguien con quien hablar y compartir confidencias. Mi mano sube hasta su rostro, para acariciar sus mejillas sonrosadas.

- Selena, sé que soy parco en palabras y algo taciturno a veces. Si estás asustada o deseas que vayamos más despacio, puedo entenderlo... quieres contarme lo que hablaste con Serea...?




Su mano, áspera por el uso de las armas durante siglos, quema primero mi pierna y luego mi rostro, excitándome con su simple roce.

- No ha sido nada trascendental, pero... sentí que necesitaba hablarlo con alguien que hubiese vivido una situación parecida.

Su mirada está pendiente de la carretera, pero se desvía continuamente en mi dirección. El sonrojo parece formar ya parte de mí, pero es inevitable al tratar ciertos temas que todavía son nuevos y confusos, dada mi limitada experiencia.

- No hablamos de la parte física, porque la directrix nos instruyó en todo eso del dolor y lo que teníamos que esperar la primera vez; no me importa lo que duela y no me asustaré por ello. Hablamos más que nada de ser pareja de un guerrero, de criar a una niña que forma parte de la glymera... no sé, esos detalles que me preocupan un poco, el temor a ser inadecuada para vosotros.

Le miro y su ceño fruncido, sus labios formando una línea tensa, me desconciertan una vez más. Sé que no da importancia a esos temores míos, pero no acabo de comprender que le molesten al punto de enfadarse conmigo.

- ¿Qué sucede, Zsadist? No he sido indiscreta, de verdad. Sólo charlamos de mujer a mujer; ella tiene una visión de primera mano de todo esto y confío en ella. Sé que estos miedos míos desaparecerán, pero necesito algo de tiempo; todo ha sido muy repentino.



La escucho atento y complacido, no quisiera que se sintiera con miedo a hablar conmigo de lo que sea que le preocupe. Imaginarla en la intimidad con una hembra como la shellan de mi jefe me agrada. Temo que con mi egoísta empecinamiento de vivir tan alejado del resto de nuestra raza, nuestra familia, la aparte del mundo como hice con Nalla. Ella ha pasado prácticamente del Otro lado a emparejarse con un guerrero... De repente mis ojos se abren desmesuradamente y recreo de nuevo sus palabras en mi mente ...dolor de la primera vez...? Mi ceño se frunce imaginando mil cosas a las que pueda referirse sin acabar de entender esa alusión. Por mi cabeza han pasado en un minuto todas las conversaciones que mantuve con mi shellan sobre sexo y en ninguna se habló de dolor físico... Mi cuerpo está tenso y paro el coche en la cuneta de la tranquila carretera que conduce a las afueras de Caldwell. Espero unos segundos con las manos apoyadas en el volante y me giro para encararla más asustado de lo que desearía aparentar.

- Qué es eso de la directrix y del dolor, Selena...?



El coche detenido en la cuneta y su silencio acaban con mis nervios. Sin saber qué esperar o qué hacer, desabrocho el cinturón dispuesta a salir del coche, pues supongo que para eso habrá parado. De repente, su pregunta suena fría y seca en el interior del vehículo. La temperatura ha descendido varios grados y la piel de mis brazos se eriza por el frío que emana de Zsadist como una onda. Mi voz suena insegura, sin entender por qué le ha molestado esa parte concreta de mi comentario.

- Bueno, ya sabes... cuando se nombró al nuevo Primale, a tu hermano, la directrix nos instruyó a todas las elegidas para satisfacerle, y nos explicó lo del dolor de una hembra virgen. ¿Qué sucede, Zsadist? ¿Es eso lo que te molesta, que no tenga experiencia? No entiendo... no sé qué sucede; puedo notar tu enfado. Si es impropio que hable del tema no lo haré más, disculpa mi ignorancia, pero no conozco las convenciones sociales sobre el tema del sexo, ni lo que es impropio tratar con tu pareja. Yo creía que contigo podría... bueno, no importa.

Me giro ahora mirando al frente, al paisaje tranquilo que muestra el parabrisas, al borde de las lágrimas. ¡Bonita forma de empezar lo que iba a ser el día más especial de mi vida!




Apenas la estoy escuchando. En mi cabeza solo el temor a dañarla me impide pensar con claridad. Veo sus labios tiritar y mi mirada se fija en su boca, intentando leer en sus labios una respuesta que lleve luz a mi pregunta, a mis dudas cada vez mayores... pero sus palabras no son de calma y tranquilidad sino que su semblante se ha vuelto enfadado y me reprocha el parecerme mal su virginidad y su miedo por creer que ha sido indiscreta. Santa Virgen!!!! Pongo mis manos en sus hombros y la obligo a mirarme a los ojos cuando por fin detiene sus palabras. Están brillantes a punto de derramar lágrimas y me siento como un completo imbécil porque mi ignorancia lo haya provocado. Beso sus ojos, obligándola a cerrar los párpados y provocando así que se derramen por sus mejillas esas gotas saladas de impotencia. Con los pulgares las recojo antes de que caigan en su vestido y la apremio con una caricia en sus mejillas para que abra de nuevo los ojos. 

- Mírame, Selena... Como podría estar enfadado por eso...? Para mí es un orgullo que me hayas elegido entre todos los machos... pero yo... 

Respiro hondo un par de veces antes de continuar. 

- Yo no sabía que eso iba a dolerte... joder lo siento!!! Mi shellan no era virgen cuando nos conocimos y no me educaron para el sexo, como a ti... Y tampoco he hablado jamás con otros machos del tema. Yo... Selena, me aterra la idea de que tomarte pueda dañarte, es sólo eso... 

Aparto la vista y vuelvo a encender el coche. Debo llevarla a casa y antes de volver a tocarla debo aclarar con alguien cuánto dolor puedo causarle...



Ojalá pudiese decirle que no habrá dolor, que no será para mí una experiencia temible, pero no es eso lo que la directrix nos explicó antes de que yo bajase a vivir en el Rancho. Siento su temor, su repulsa a dañarme, y por un instante me pregunto si este macho tozudo y decidido será capaz de no tocarme con tal de librarme de un mal rato.

- Zsadist, no des importancia a eso, por favor... mi virginidad es algo que pensé llevar conmigo al Fade hasta que tú me dijiste que me amabas. Ahora quiero que seas tú el que la tome, el que me tome. Quiero sentirte, que me hagas una hembra en todo el sentido de la palabra, y no me importa lo que suponga o lo que cueste. Sé que no me dañarás, no serás tú, sino la biología que exige que esa barrera sea traspasada para alcanzar la unión completa.

Le veo encender el coche nuevamente y regresar a la carretera. Falta muy poco para llegar y no quiero que este silencio se prolongue entre los dos. Necesito saber que su mente no está dando vueltas al mismo tema, porque bastante tengo ya con mi nerviosismo ante lo que sé que sucederá en cuanto lleguemos.

- ¿Qué te ha dicho Rehvenge, Z? No parecía enfadado cuando vino a recoger a Nalla, aunque supongo que no estará demasiado contento con la idea de verme a vuestro lado...

No sé si responderá o si se empecinará en su mutismo. Veo la casa a lo lejos y toda yo empiezo a temblar, nerviosa y algo asustada, pero totalmente decidida a entregarme a mi macho por primera vez, sin que nada ni nadie nos estorbe nuevamente.

- Yo te deseo, Zsadist, y quiero entregarme a ti. Quiero sentirte como una hembra siente a su macho. Por favor... no me rechaces; eso sí me dolería.


Intento aferrarme a sus palabras, a su pregunta, y aunque obligo a mi boca a responderle, mi cabeza no deja de pensar en lo mismo. En que yo pueda causarle dolor. En que pueda dañar de algún modo a esta preciada hembra que ha decidido entregarme su vida, su amor y su cuerpo. No, Zsadist, quítatelo de la cabeza, no vas siquiera a tocarla!!!!! Mi mirada sigue fija al frente, al camino que se estrecha para introducirse en el bosque hacia nuestro hogar.

- Rehvenge estuvo bien. Jamás hablamos de nada tan íntimo, pero es un macho emparejado, y sabe lo que sentía por su hermana y lo que siento ahora por ti. No necesitamos muchas palabras. Temió dejar de ver a la niña y, si no hay ningún problema después de su salida de hoy, creo que estaría bien que ambos pasaran más tiempo juntos. Ya la he alejado demasiado de su familia...

Me doy cuenta de que he hablado sin parar aún sin pretenderlo. Pero siento que he estado manteniendo a Selena ocupada para no tocar de nuevo el tema ante su insistencia en que puede soportar el dolor. Sus palabras todavía retumban en mi cabeza: “la biología que exige que esa barrera sea traspasada para alcanzar la unión completa” Dios santo, miro su menudo cuerpo de reojo y me imagino dañándola, rompiéndola por dentro, para poder estar con ella... No, eso no va a suceder, no por ahora...

Aparco el coche en el garaje y salgo. Recorro el tramo hasta su puerta en un par de zancadas para abrirla. Sus ojos escrutan los míos pero la evito, al igual que sus labios que me llaman como la playa a las olas...

- Has pasado el día fuera, supongo que querrás pasar un rato a solas para asearte o... bueno, lo que sea... yo he de hacer una cosa. No tardaré en regresar.

Mis labios se posan en su frente en un casto beso y bajo las escaleras al trote para desmaterializarme hacia la mansión. Tohrment... Tohrment es un macho inteligente y estuvo emparejado con Wellsie antes de nacer ésta. Seguro que para ella fue el primero... él sabrá...



Sé que sigue dándole vueltas al mismo tema, pero la única manera de tranquilizarlo, será demostrarle la verdad de mis afirmaciones. Esquiva mi mirada y su beso se parece más a los de Nalla que a los que yo necesito de él en estos momentos, pero agradezco su deferencia al tener en cuenta mis necesidades. Llevo demasiadas horas con esta ropa, me siento sudorosa y desaliñada, y no es ese el aspecto que una hembra desea tener la primera vez que se desnude ante su macho. El simple pensamiento de quitarme la ropa ante alguien más me llena de vergüenza, pero sé que Zsadist me ama y que mi cuerpo le resulta agradable, al menos cuando estoy vestida; espero que no cambie de opinión al verme...

He llegado a mi cuarto casi sin darme cuenta, ocupada en mil absurdas reflexiones, pero al verme frente al cuarto de baño, me detengo y ladeo mi cabeza mirando el cubículo de mármol y cristal; algo no se siente correcto en todo esto. No soy ya una elegida, pero no puedo apartar de mi mente el ritual ceremonial de las vírgenes del Otro Lado. Mis trescientos años reservando mi cuerpo para mi macho han de culminar del modo adecuado. Tomo rápidamente todo lo que necesitaré, busco mi antigua túnica y salgo disparada hacia la puerta de entrada. Aún falta más de una hora para el amanecer, tiempo suficiente para hacer lo que tengo en mente.

El arroyo tras la casa discurre tranquilo y profundo, pero justo al pasar el recodo que lleva al bosque, forma una poza grande, muy similar a la piscina de piedra que teníamos al Otro Lado. Dejo sobre la roca las esencias y el aceite y me desnudo lentamente, con los ojos cerrados y murmurando las oraciones a la Virgen. Tomo en mis manos un poco de aceite y dibujo sobre mi frente, mi corazón y mi vientre un signo arcano, cuyo significado se pierde en los albores del tiempo.

- Mi mente se hace una con la Virgen creadora de vida. Que la pureza de mi pensamiento sea grata a ojos de la Madre y tome de mí la verdad que guarda.

- Mi corazón late al unísono con la Madre fuente del amor. Que la pureza de mis sentimientos sea grata a sus ojos y tome de mí el anhelo de entrega que lo guía.

- Mi vientre genera vida como la Virgen lo hizo. Que su promesa de futuro sea grata a los ojos de la Madre de toda madre y guarde en sus manos el alma de mis hijos hasta que Ella me conceda la dicha de la creación, que le fue dada antes del mundo y todo lo que lo puebla.

Me arrodillo lentamente en el agua y dejo que lama mi cuerpo, enfriándolo y limpiándolo. Vierto a mi alrededor las esencias que parecen adherirse a mi piel en intrincados dibujos. Mi mano desciende lentamente hasta la zona entre mis muslos que sólo he tocado para lavarme desde el día en que nací y cerrando los ojos, invoco la imagen del macho que amo, del macho al que deseo entregarme.

- El cofre sellado de mi cuerpo se muestra ante la Madre reclamando la llave que lo abrirá poniendo en su interior el regalo de la creación, la semilla del macho que crea vida. Que lo que ha sido separado se convierta de nuevo en uno rompiendo la barrera que nos divide y que la entrega de mi virginidad sea grata a vuestros ojos, Mi Señora, pues el macho que ha de tomarla es digno de recibirla. He sido preparada, he sido instruida, he sido adecuadamente ungida y escojo ofrendar mi cuerpo a Zsâdist Hijo de Aghony, guerrero de la Hermandad de la Daga Negra. Que nuestros hijos sean Hermanos para defender a la Raza, que nuestras hijas os sirvan con lealtad y devoción. El ritual ha sido cumplido.

Abro los ojos y dejo que el peso de las fórmulas pronunciadas se asiente en mi alma lentamente. Si yo fuese una Ehros nada de esto sería necesario, pero la virginidad de una Elegida era, desde que tengo memoria, un bien atesorado que sólo se entregaba a miembros escogidos de la glymera, aunque pocas veces la voluntad de la hembra era tenida en cuenta. El poder escoger a mi guerrero, al macho que tomará mi cuerpo por vez primera, es un privilegio que jamás soñé. El nerviosismo parece haber desaparecido; me sumerjo por completo, feliz e impaciente, y dejo que el agua resbale libremente por mi cuerpo, limpiando los rastros de aceites y perfumes con el suave jabón sin olor que he traído de la casa. El único aroma que quiero sobre mi piel es el aroma a pino y a especias oscuras que desprende Zsadist cuando estamos juntos.


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