martes, 11 de diciembre de 2012

19. Confidencias a Medianoche




Tras dejar a Zsadist en su antiguo cuarto, he pasado brevemente por la cocina de la mansión, desacostumbradamente vacía; es tarde y el personal estará ya ocupado con la limpieza de los pisos superiores. Tomo un café y me dirijo directamente al cuarto de Nalla. Es temprano y seguramente seguirá dormida, pero no la encuentro en su camita y no parece haber ningún doggen cerca para preguntar por su paradero. Si conozco un poco a mi niña, estará de visita por alguno de los cuartos. Sin ánimo de espiar, escucho con cuidado hasta que oigo su infantil y enérgico parloteo tras la puerta de Tohrment y Serea. Dudo unos segundos, pero supongo que, si está Nalla dentro, no interrumpiré nada, así que golpeo la puerta suavemente con los nudillos hasta que ésta se abre para mostrarme al Hermano ocupando todo el vano.

- Buenas noches, sire. Espero no molestar, pero estaba buscando a mi niñ... a Nalla, y he escuchado su voz.






Nalla es estupenda. Llevamos un par de horas tirados los tres en la cama. Bueno, Nalla y yo echadas y Tohr nos acecha como un lobo con cosquillas, besos e historias de dragones y princesas. Los miro embelesada. Cuando él relata la parte más fiera de la historia, la boquita de la pequeña se abre en una “O” perfecta, resbalando unas gotitas de saliva sobre las sábanas, sin perder de vista los gestos exagerados de Tohr y agarrándome con su pequeña manita, buscando mi contacto para aliviar el miedo. Realmente es una niña excepcional, y el hecho de que haya perdido a su madre es tan trágico... Jamás le faltará el cariño ni el apoyo de nadie, pero mientras siento su manita aferrarse con ansia a la mía paso la mano por mi vientre, acariciando a Darius y pienso en su infancia; recuerdo la conversación con Tohrment, contento y aliviado cuando subió del despacho. Sonrío al pensar que seguramente Nalla no tarde en volver a tener una familia y una nueva mahmen...
Unos toques en la puerta arrancan un grito de la niña y mi sorpresa, cuando Tohr se gira teatral para abrir.


 


Abandono la seguridad del castillo, donde mis doncellas se refugian a salvo de todo peligro, para acercarme, con dramatismo teatral, a abrir la puerta de la fortaleza. Tras la madera, el olor a nomeolvides anuncia la llegada de la elegida Selena. Abro con una sonrisa y apoyo el brazo sobre mi cabeza, en el quicio de la puerta, mientras la hembra tartamudea nerviosa una explicación a su presencia en nuestro cuarto.

- Hola, Selena. Sí está aquí, es fácil oírla, verdad? Hemos estado matando unos dragones, resistiendo un sitio de meses, fortificando las almenas, lo habitual, ya sabes...

Con una sonrisa, me aparto para permitirle el paso. Su expresión sorprendida me recuerda que no todos están acostumbrados a mi humor... o mejor dicho, al regreso de mi buen humor. Selena sólo ha conocido mi faceta más huraña, la del macho peligroso y desesperado que la llevó al borde de la muerte al alimentarme de ella. Me inclino hasta quedar al nivel de sus ojos y murmuro con una carcajada ronca.

- No te preocupes, no me he vuelto loco... todavía. Hemos estado jugando, pero, si no te importa, me gustaría llevarme a la pequeña a la cocina para darle el desayuno.

Ahora me acerco aún más para susurrar en su oído.

- Quizás Serea y tú podáis aprovechar para poneros al día con... bueno, con las noticias y las novedades. Mi shellan no sale del cuarto y sé que apreciará tu compañía, si no te importa dejarme a Nalla un ratito más. Aprovecharé para hacer la visita de recorrido a los otros cuartos.






Mi cabeza se estira en la cama como una tortuga cuando oigo la voz de Selena en la puerta. Se ha curvado una gran sonrisa en mi cara al verla y dejo con suavidad la mano de Serea, besando su pancita con un leve murmullo para Darius “no dejes que tu papi te cuente el final sin mí...” y miro a Serea que asiente con la mirada y me apremia a marcharme tras besarme en la frente con cariño. Le devuelvo la sonrisa y un gran beso y me acerco como un caballo desbocado a mi Selena para abalanzarme sobre ella hasta que me sube a su regazo en un abrazo.

- Te he echado mucho de menossssssssssss!!!! -La beso repetidas veces por toda la cara- Podemos quedarnos un poquito más....? por favor, por favor, por favor.....

Mi ruego sale acompañado de mi manita, que desde lo alto de Selena, busca agarrar la de mi príncipe, resistiéndome a abandonarlo tan pronto...


   



Con el ímpetu que la caracteriza, Nalla salta sobre mí mientras sujeta firmemente la mano de su tío, lo cual me impide, al mismo tiempo, alejarme de él. Todavía me intimida verme al lado de estos enormes machos, a pesar de su gentileza, y Serea, desde la cama, percibe sin duda mi incomodidad, pues extiende su mano hacia mí mientras se sienta en la cama con cuidado. Su vientre apenas redondeado atrae mi atención como nunca antes lo hizo, dejando en mi cabeza una imagen del mío propio, en un futuro, redondeado a su vez con un hijo de Zsadist. Ahora no es sólo un sueño vano y loco, no es un imposible... ya no. Me sonrojo sin poder evitarlo mientras me siento en el borde del lecho y beso a la dulce shellan, la hembra que vi durante siglos en el Otro Lado sin apenas ser conscientes la una de la otra.

- Hola, hermana, que la Virgen os proteja a tu hijo y a ti. Ha pasado mucho tiempo...

Mi voz, embargada por la emoción, comprende en sólo un instante que, si hay alguien capaz de entender lo que ahora estoy viviendo, es Serea, casada con un viudo, con un guerrero, con un Hermano.

- Lamento mi ausencia, han sido meses de adaptación un tanto complicados, han pasado muchas cosas y...

Tomo su mano entre las mías y admiro su sonrisa de felicidad absoluta. Ella ha superado ya todos los miedos, todos los obstáculos, y puede ahora disfrutar de su amor sin trabas.

- Me alegro muchísimo de verte, Serea, y no es preciso que me digas que eres feliz, porque basta mirarte para darse cuenta de ello. La Madre te ha dado la dicha que ambos merecéis y doy gracias por ese don.

-¿Qué tal te encuentras?

Durante este breve interludio, Nalla sigue aferrada a mí como un monito, casi estrangulándome con la fuerza de su abrazo. La beso en la mejilla con fuerza mientras la inclino hacia Torhment, que la sitúa sobre sus hombros, peligrosamente cerca del altísimo techo, y provocándome un estremecimiento.

- Por el Fade, Nalla, no te retuerzas de ese modo, cariño,¡ si te caes de ahí arriba te matas seguro!

Con una carcajada teatral, imitando a un malvado rufián, el gigantesco Hermano sale del cuarto a toda velocidad. La Virgen vela, sin duda, por la pequeña, porque ésta se sujeta apenas con una mano, riendo despreocupada y gritando feliz, azuzando a su enorme montura para que corra aún más. La puerta se cierra y mis ojos vuelven a Serea, que los ve desaparecer con una expresión increíblemente tierna.

- ¿Alguna vez se acostumbra una a lo grandes que son estos machos? Zsadist no me intimida, pero los demás...

Me sonrojo mientras mi amiga ríe suavemente... de nuevo he dicho más de lo que quería sin darme cuenta.

- Bueno, es que Z es... Zsadist, Zsadist es...

Dejo mi tartamudeo y la miro consternada.

- Ay, por Dios, no te imaginas lo que ha cambiado todo en tan poco tiempo, no sé cómo asimilarlo, Serea, no sé si estoy preparada para algo que he soñado durante décadas... ¿Puedes creerlo?


  



Mis ojos no pueden mostrar más felicidad cuando veo salir a mi macho con la pequeña sobre sus hombros. Lo imagino así, en esa misma postura portando a nuestro hijo y mi pecho se desborda de orgullo y amor. Un guiño que sólo los dos hemos visto es su despedida, su “hasta luego” antes de abandonar su castillo...

Tiendo la mano a Selena, que me ayuda a incorporarme y me acompaña al sofá donde con una palmada sobre el cojín, la invito a sentarse conmigo.
Durante más de 3 siglos convivimos juntas al otro lado y jamás nos permitimos hablar de nada personal... acaso teníamos vida o sentimientos para tener esa necesidad de expresarlos...? Me doy cuenta de que ambas, aunque distintas y por diferentes motivos, pasamos una reclusión parecida al otro lado y ahora, en la tierra, nuestra vida, por un extraño designio de la Virgen, parece haber seguido un destino idéntico...

Le sonrío ante su comentario sobre los machos.

- Yo todavía me asusto, Selena... Como a ti, para mi, Tohrment es el único macho al que no temo... Fue el primer paso para enamorarme... Ellos pueden parecer fieros y es cierto que son letales, pero jamás he visto a uno de ellos alzar la mano frente a su shellan o a cualquier hembra. En la intimidad del hogar esos enormes guerreros dejan las armas en la puerta y se despojan de su coraza, convirtiéndose en el amor más puro que pueda existir.

Veo ese brillo en sus ojos al reconocer en su macho mis palabras y siento su corazón acelerado al igual que sus mejillas encendidas al pensarle.

Su inquietud ante los acontecimientos me hacen cogerle con suavidad la mano mientras le hablo despacio.

-Aquí en la tierra, parece que las cosas sucedan a una velocidad de vértigo... entiendo tus temores, Selena. Pero seguro que Zsadist sabe comprender tus miedos y tendrá la paciencia necesaria. No es fácil cambiar años de rutina de repente, pero el resultado vale más que la pena... -paso mi mano por mi vientre en una caricia- jamás me sentí completa hasta que estuve al lado de Tohrment. Él me da seguridad, amor, felicidad... Y aunque intuyo que tú hace tiempo que amas a Zsadist, su situación es la misma en la que él se encontraba no hace mucho... -Hago una pequeña pausa para escrutar su rostro- Háblame de tu Zsadist, Selena...

Espero que mi ruego le de pié a contarme lo que desee, no voy a incomodarla con preguntas que no quiera o no sepa responder todavía...






Su pregunta me sorprende por el simple hecho de que, hasta ahora, no he podido hablar abiertamente con nadie más; nunca he confesado en voz alta mi amor ni he explicado a persona alguna lo que sentía o pensaba con respecto a nada. El único que se acercó alguna vez a mí en ese aspecto fue Lassiter, pero no volveré a poner a mi macho en la tesitura de tener que contenerse y frenar sus impulsos naturales con respecto al hecho de que otro macho se acerque demasiado, sea o no amigo. Sentadas ambas en el sofá, siento que, por vez primera, tengo una amiga en la que confiar, una amiga que comprende lo que me está pasando y lo que estoy sintiendo.

- Dice que me ama, Serea... he esperado años, muchos años, para oírselo decir, porque le amo más que a mi vida.

Alzo mis ojos hacia ella mientras me revuelvo inquieta en el sofá. Acabo por descalzarme y sentarme sobre mis pies, apoyando mi cabeza en el respaldo como si eso me ayudase a soltar lo que siento en voz alta.

- Solía soñar con el momento en el que Zsadist me declararía su amor. La escena variaba, las palabras cambiaban, pero siempre terminaba con nosotros dos besándonos, felices, y... no sé, nunca iba más allá, supongo que un "Felices para siempre" sería el final lógico.

Serea me mira sonriendo en silencio, como si supiese exactamente de qué hablo.

- No sé qué esperar exactamente en el aspecto físico, pero sé que será bueno conmigo, lo malo es lo demás, hermana, es...

Suspiro, exasperada, por no saber explicarme con claridad.

- No podría amarle más, ¿sabes? y haría por él lo que me pidiese, cualquier cosa, costase lo que costase, pero esto... Z quiere hacerlo público, presentarme como su shellan ante todos. No quiero que piense que me avergüenzo de él ,¡Santa Virgen! Nada más lejos de la realidad; es precisamente al contrario...Soy torpe, Serea, muy torpe socialmente. A pesar de ser una Elegida de la Madre, sabes que me he pasado casi toda mi vida como Archivera Recluída. Salí de mi encierro para recibir las lecciones sexuales de la antigua directrix, con vistas a servir al Primale, y esa es toda la experiencia social que poseo. Voy a humillarle en público, lo sé, y sé que no dirá nada porque me quiere, pero...

No puedo seguir hablando. Mi nerviosismo me lleva a retorcer entre mis dedos la tela de la frágil blusa hasta casi destrozarla.

- Y está Nalla... sé que me quiere, pero, ¿Cómo voy a ocupar el lugar de su mahmen, Serea? ¿Cómo podrá verme al lado de su padre sin recordar a quién le dio la vida? No quiero perder el cariño de mi niña, no lo soportaría y sé que Zsadist tampoco podría ser feliz si le hiciésemos daño con nuestra relación. ¿Cómo puede complicarse todo tanto por decirle a alguien que le amas?

Sonrío despacio al recordar los besos de Zsadist, sus caricias dulces, su voz ronca susurrando su amor en mi oído.

- Y a pesar de todo, sé que puedo parecer una loca demente, pero... soy tan feliz, Serea, que no cambiaría estos días, estos momentos, por nada en el mundo. ¿Crees que tiene algún sentido lo que digo?






Subo los pies descalzos en el sofá y recojo las piernas en un abrazo mientras la escucho. Parece que hayan pasado siglos desde que Tohr y yo nos prometimos, aunque en realidad no hace mucho que me sentía muy parecido a como ella se siente... la cojo de la mano, algo temerosa del contacto íntimo que supone, pero intentando infundirle un poco de fuerza que acompañe a mis palabras...

- Tohr jamás vio mis defectos como tales... y siempre conseguía ensalzarlos hasta que parecieran cualidades extraordinarias... mi cojera se convirtió en una caricia para saber si me dolía y un acelerar o desacelerar el paso según mi ritmo; mis miedos fueron una paciencia infinita hasta que estuve preparada para seguir adelante con nuestra relación; mi timidez fue un mundo a explorar hasta que fui yo quien lo busqué por primera vez sin miedo o vergüenza...
Selena... apenas conozco a Zsadist, pero sé que Tohrment lo respeta, lo admira y lo ama y pondría su vida en sus manos... creo que hasta la mía... Y sabes...? Ellos dos no son muy diferentes...
Tú eres una hembra culta, una elegida respetada y admirada... porqué crees que podrías avergonzarlo...? Ni él ni ninguno de sus hermanos piensan como lo hace la glymera, jamás lo hicieron... Darius me acogió en su casa hace más de cuatrocientos años sin importarle que mi familia me hubiera repudiado...
Selena, te he visto con su hija y veo amor en tus ojos y en los de ella. Podría él no verlo...? Podría Nalla desear o querer otra mahmen que no fueras tú...?


  



Trescientos años viviendo como un ser anónimo, formando parte de un todo sin ser una hembra independiente, no me han preparado para el contacto con otros. La mano de Serea en la mía es suave y delicada, frágil incluso, y su toque ligero me resulta cálido y reconfortante, aunque totalmente distinto al de Nalla o Zsadist.

- Sé que Zsadist no hará caso de las murmuraciones de la glymera, que siempre le ha traído sin cuidado el qué dirán, y no dudo del amor de Nalla, Serea. Es su futuro el que me preocupa, porque la niña pertenece a la aristocracia. Es su lugar, que quiera o no tomarlo cuando sea adulta será decisión suya, pero no quisiera que se le negase aquello a lo que tiene derecho por una acción incorrecta por mi parte... Tienes razón; a lo mejor estoy haciendo una montaña de un grano de arena. Tengo que aprender a tomar esta felicidad y atesorarla, disfrutarla en lugar de sufrir por el miedo a perderla.

Observo a mi más reciente amiga, y aún me siento sorprendida por el cambio radical que ha sufrido.

- Te observo y veo la felicidad saliendo por cada uno de tus poros, Serea. Sólo hay que mirarte para darse cuenta de la dicha que te rodea, del amor absoluto que tu hellren siente por ti y de la ilusión con la que ambos esperáis este bebé.

Soy yo ahora la que toma su mano y la estrecha suavemente.

- Os tendré presentes en cada una de mis oraciones. Gracias; de corazón... la verdad es que a veces me siento algo perdida en este lado, sin nadie con quien comentar ciertos aspectos... bueno, ya sabes; supongo que tú habrás pasado por lo mismo. Me gustaría volver a visitarte con regularidad, si te parece bien, claro. Y traería conmigo a Nalla. Veo que entre tu hellren y ella hay algo muy especial; mi niña habla continuamente de su príncipe.

Me pongo en pie para marcharme y me giro hacia mi dulce amiga; sonrío y le guiño un ojo antes de cerrar la puerta.

- No te levantes o el príncipe se transformará en dragón... Hasta pronto, Serea, hasta muy pronto.

  

18. Adiós, amor... bienvenida, amor.






Beso a la pequeña y salgo sin hacer ruido del cuarto. Apoyo mi cabeza en la puerta. No se oye absolutamente nada ni parece haber nadie en los pasillos. Todos mis hermanos estarán con sus shellans y esta mansión se me antoja enorme y absolutamente llena de recuerdos.... me dejo caer hasta el suelo, incapaz todavía de atravesar esa puerta al pasado... Froto con las manos mi cabeza rapada intentando en vano aclarar mis ideas. Desde que abandoné esta casa he vuelto casi cada noche, pero jamás había vuelto a subir estas escaleras hasta hoy... maldito Tohrment, porqué has tenido que traerme y encerrarme en esta inmensa cárcel...?

Me levanto y echo a andar en dirección contraria al cuarto, atravieso la puerta bajo las escaleras y me dirijo al gimnasio. En uno de los armarios encuentro unos pantalones de deporte y una camiseta. Miro alrededor y centro mi vista en el saco de boxeo... siempre fue mi entrenamiento predilecto... mis pies empiezan a danzar sobre la lona calentando mis músculos mientras me ato los guantes. Uno, dos, tres... los golpes se suceden uno tras otro cada vez más fuertes contra mi adversario imaginario: contra la parte de mí que no es capaz de afrontar los recuerdos, contra esa culpa que siempre corroerá mi alma por no haber podido protegerla; por esa soledad y ese abatimiento que no he dejado salir en casi dos años, impidiendo que calara en mí lo suficiente como para abandonarme y no volver a tocar la superficie. Por la promesa que nos hicimos de seguir adelante...
Parece que mi presencia grita a los cuatro vientos que nadie es bienvenido en mi lucha y en estas cuatro paredes tan solo se oyen mis jadeos, los golpes contra el saco y mis pies danzando hacia él, impidiéndole escapar de mi beso mortal.
No sé cuanto tiempo llevo aquí, pero mis dedos, engarfiados dentro de los guantes, se han quedado insensibles; mi cuerpo está bañado en sudor y mis colmillos han perforado el labio inferior demasiado rato para dejar que la herida sane por sí misma. Detengo el saco con ambos brazos y apoyo mi frente en él hasta que deja de balancearse y tan sólo se mueve con el ritmo de mi agitada respiración. Alzo la vista al reloj de la pared; ya he tentado demasiado la suerte y no creo que tarde mucho en aparecer alguien para empezar su tabla de ejercicios. De un mordisco rasgo las ataduras de los guantes y los echo a la lona. Me saco los pantalones y la camiseta de camino a las duchas y los echo en uno de los cestos. Abro el grifo del agua fría, el calor no podría calentar mi cuerpo ni subiendo el termostato a 50 grados. Apoyo ambas manos en las baldosas mientras el chorro de agua helada va calando en mi espalda y en mi cuerpo. El vapor que emana de mí es lo único que indica ahora mismo que sigo vivo y mi corazón latiendo sangre caliente... Apago el grifo de la ducha y con una toalla seco mi torso y las piernas antes de enfundarme de nuevo en mis ropas. Salgo despacio de nuevo escaleras arriba. No hay absolutamente nada que me detenga en mi camino hasta la puerta del cuarto que compartí durante seis años con Bella...

Las persianas, como las del resto de la casa, están bajadas y la estancia sumida en la penumbra. Nada más abrir la puerta, su aroma se ha colado en mi nariz como si siguiera viva, como si su cuerpo dormido todavía reposara en esa inmensa cama que jamás toqué hasta que dormí junto a ella... Con pasos lentos y pesados me acerco al destello que distrae mi atención en la mesilla de noche. Sobre una bandeja de plata está el collar de diamantes de Bella, aquel que encontré en el suelo de su apartamento y que llevé en mi cuello hasta que se quedó demasiado pequeño para abrocharlo. Miro alrededor, nada parece haber cambiado ni haber sido movido de sitio...
El peso de esos seis años y su recuerdo caen como una losa sobre mi cerebro. Todo aquello que había estado reprimiendo para impedirme a mí mismo caer, aflora desde detrás de los muros de ladrillo construidos en mi cabeza y tira mazazo a mazazo cada pieza hasta dejar todas esas sensaciones y sentimientos de nuevo al descubierto... Caigo boca abajo sobre la cama. Sobre esas sábanas que parecen llevar todavía su olor y su calor a mi cuerpo, a mi mente y a mi alma...

- Bella...

Las lágrimas empapan esas cálidas y suaves sábanas de raso negras, acariciando la piel de mi cara como si de sus manos de terciopelo se tratase.

- Oh Bella... cuánto te he echado de menos, mi nalla...

Giro mi cuerpo quedando boca arriba y extiendo mis brazos acariciando la suave sábana hasta donde alcanzan las puntas de mis dedos, pero no alcanzo a tocarla.

- Mi vida... podrás perdonarme alguna vez por no haber sabido protegerte...? Por separarte de tu hija tan pronto...? Oh, amor... cuánto lo siento, mi nalla...

Siguen brotando lágrimas de mis ojos cerrados y poco a poco enfoco su presencia en la oscuridad, salida de mis recuerdos. Noto como el colchón se hunde ligeramente bajo su peso y siento su mano acariciar mi abdómen por encima de la camiseta hasta que su mejilla se posa en mi pecho, como solía hacer cuando regresaba de las calles y me tumbaba a su lado. Puedo sentir hasta su cálido aliento atravesar la tela y calentar mi trémula piel. Mi mano baja hasta su cabello para acariciarlo suavemente, enredando mis dedos entre esos mechones caoba que tanto añoraba, como si no hubieran pasado dos años desde la última vez...

- Nuestra hija está creciendo sana y fuerte... y te echa mucho de menos... ojalá pudiera ser mejor padre para ella... siento haberle negado tus recuerdos todo este tiempo, yo simplemente... no podía... la alejé de todo y de todos, pero sobretodo de ti... he sido muy egoísta con ella... Sabes...? Selena le hizo un regalo precioso... lo que yo no fui capaz de darle... ella le abrió la puerta a los recuerdos que su tierna edad le estaba haciendo olvidar... oh cariño... jamás creí que funcionaría... no creí jamás cumplir nuestra promesa. Te lo juro, nalla... pero ella ha aparecido. Recuerdo que tú la adorabas. Siempre fue tierna con la niña y siempre la ha querido. Y aunque me resistí al principio sé que tu así lo hubieras querido...

Respiro hondo, aspirando su olor...

-Aunque tu nombre esté tachado en mi espalda siempre va a figurar ahí... siempre... Tú me despertaste y me diste amor, confianza, pasión y una preciosa hija que cada día se parece más a ti. Es tan bonita como tú, y obstinada! Oh Bella, tendrías que ver cómo sabe conseguir todo lo que quiere! Tiene tu fuerza... estarías tan orgullosa de ella... Te prometo que jamás voy a dejar que te olvide, amor. Y yo jamás voy a olvidarte...

Apoyo mi barbilla en su cabeza y la estrecho con más fuerza contra mí . Mis lágrimas han dejado de caer. Siento como se revuelve en mis brazos y sus suaves labios besan mis ojos, todavía cerrados. Su cuerpo se aleja de mí despacio, dejando en el ambiente tan sólo su aroma a jazmín. Me giro en la cama y mi enorme cuerpo se hace un ovillo estrechando la sábana vacía entre mis manos donde poco antes había estado su calor.

Me despierto con el satén negro hecho jirones entre mis manos y el latido de mi corazón al otro lado de la puerta. La habitación sigue a oscuras aunque se han alzado las persianas. Enciendo con la mente una vela mientras descorro el cerrojo. Puedo oler sus dudas al otro lado de la hoja de madera; echo un vistazo a la cama desmadejada y bajo mi cuerpo hasta dejarlo caer despacio hasta el suelo, a los pies de la misma, para que no pueda sentirse incómoda, y apoyo la cabeza hacia atrás en el colchón. Pasan unos segundos hasta que una ranura de luz inunda la estancia y su pequeña figura se vislumbra en el umbral.

- Pasa, Selena, por favor... ven, no tengas miedo tahlly...


 



He sentido su presencia en la Mansión, lo cual quiere decir que su misión de acompañar a la reina se ha demorado por algún motivo. Me debato unos instantes entre mi necesidad de verle y mi timidez a la hora de buscarle, y más en público, en esta casa donde todos nos conocen y parecen espiar sus pasos con curiosidad innegable. He visto cómo nos miran, cómo me miran, preguntándose qué tal me va en mi nueva vida, aislada en una casa solitaria con una niña pequeña y con el más oscuro y feroz de los hermanos. Nadie se atreve a preguntar directamente, salvo Serea; quizás porque no hace mucho ella pasó por una situación similar. Sea como sea, he decidido saludarle, cualquier excusa es buena para verle, porque con sólo imaginarle entre estas paredes, mi corazón late acelerado y mi piel se sonroja de emoción. Subo las escaleras despacio, aferrada al pasamanos para afirmar mis pasos y calmar los latidos apresurados en mi pecho. Recorro el pasillo lentamente, pero pronto mi sonrisa muere en mis labios; sé dónde está, tenía que haberlo supuesto, supongo, pero Serea me comentó que le habían asignado otro cuarto y pensé que... ¿Qué más da? Es su derecho, su privilegio; no es eso lo que duele. ¡Santa Virgen! Bella era toda su vida, la mitad de su corazón y el total de su alma, ¿Cómo no iba a regresar al cuarto que fue su hogar durante 6 años?
Apoyo mi mano en la puerta, dispuesta a llamar, pero algo me detiene en el último momento. Aún a través de la madera, puedo captar el tenue aroma de cenizas, mar y hierro, el aroma de su dolor y su llanto. Le he visto llorar una vez, cuando supo que su amada shellan había muerto, y miles de veces en mis sueños, cuando evoco ese terrible momento... y este es sólo suyo. No tengo derecho a violar su intimidad, a irrumpir en esta estancia que era de los dos y donde recuerdo entrar poco antes del final, buscando a Nalla para llevármela a mi cuarto mientras Bella se preparaba para una cita con su hellren.

Su hellren... siempre llevará ese título, y lo hará con honor, como todo lo que mi guerrero lleva a cabo. Apoyo mi frente por unos instantes contra la madera; puede que no tenga derechos legales sobre este macho, pero le amo más que a mi vida, y no soporto la idea de saberle solo y sufriendo, como tantas y tantas otras veces. Abro la puerta, apenas una rendija para dar a conocer mi presencia, pero antes de soltar el pomo escucho ya su voz... sabía que estaba aquí y me llama a su lado. El cuarto está en penumbra, tan sólo una vela ilumina, parpadeante y tenue, su cuerpo sentado en el suelo, apoyado en el colchón. Su voz suena serena, pero percibo el dolor y miles de recuerdos que le rodean como un manto dulce y triste al mismo tiempo. Me arrodillo frente a él y me siento sobre mis talones; no sé qué decirle, cómo consolarle. No sé ni siquiera si tengo derecho a intervenir o cómo acogerá mi presencia en este santuario, fiel al recuerdo de su shellan muerta, que aún guarda su aroma y sus pertenencias como si nunca se hubiese ido. Extiendo mi mano, nerviosa e insegura, y acaricio la mejilla de Zsadist, limpiando el rastro de una lágrima furtiva. Atrevida más allá de mi timidez, apoyo mi cabeza en su pecho y dejo que mi mano se pierda recorriendo su espalda como hago con Nalla cuando está triste.

- No quería estorbar tus recuerdos, Zsadist. No tendría que haber subido, pero tenía tantas ganas de verte que no pensé en nada más.

Alzo mi mirada hasta sus ojos y me sorprende ver el fulgor amarillo del cuarzo citrino, cuando esperaba encontrar el ónice insondable que le es habitual. Me separo lentamente de su cuerpo y comienzo a incorporarme.

-Sólo quería saber si estás bien,te dejaré solo ahora para... bueno, esperaré abajo, por si quieres hablar o... lo que sea.

Nunca me he sonado más inútil, más incapaz de borrar su dolor o de servir de consuelo, a pesar de lo mucho que le amo.

- No estás solo, ¿sabes?... no quiero que te sientas solo nunca más.


 



- No, por favor Selena, no te vayas...

Mi mano se alza buscando la suya para atraerla de nuevo a mí y poco a poco desciende hasta quedar de nuevo de rodillas entre mis piernas. Acaricio su espalda hasta acomodarla en mi regazo y la mantengo abrazada fuertemente a mí unos instantes...

- No deseo estar solo... he elegido estar contigo el resto de mi vida y... te prometí no apartarte.

Seco un par de lágrimas que resbalan por mis mejillas.

- Aunque la imagen que dé de mi mismo ahora sea deplorable... quiero estar contigo...

 




- ¿Deplorable?

Mi expresión de sorpresa se enfrenta a sus ojos, aún brillantes por las lágrimas no derramadas.

- Has amado a tu shellan con toda tu alma, ¿cómo no ibas a llorarla?

Beso suavemente su mejilla marcada y me acomodo en su regazo, apoyando mi cabeza en su hombro y abrazándole con fuerza, deseando alejar su soledad en estos momentos oscuros.

- Estaré aquí mientras me quieras a tu lado, Zsadist, y si has de despedirte lo entenderé... nunca he pretendido ocupar su lugar, ya lo sabes. Sé lo que fue en vuestras vidas y siempre permanecerá en ellas. No me preocupa que la llores, ni te considero menos valeroso o un guerrero menos feroz por ello. Lo que me preocupa es verte sufrir y saber que no puedo hacer nada para consolarte; pero no me alejaré, Z... y si es esto lo que ahora sientes, lo viviré contigo, si tú me dejas.

 



- Mientras te quiera a mi lado...?

Separo su preciosa cabeza de mi hombro y encaro su mirada a la mía.

- Qué te parece para siempre...? Selena, yo no esperaba volver a enamorarme, jamás lo pretendí! Pero ha sucedido, y tú no eres una sustituta temporal para calentar mi cama o mis días solitarios! Acaso te dí esa impresión cuando te dije que te quería?

Hace el ademán de apartarse de mí pero mis brazos la retienen, impidiéndole alejarse ni un milímetro.

- Te quiero, joder! Y quiero tenerte conmigo, aquí y ahora. He pasado el día en esta habitación encerrado con mis recuerdos. Esos que no he sido capaz de afrontar en dos años. Lo nuestro no va a cambiar en nada mis recuerdos, y mis recuerdos no van a cambiar en nada lo nuestro; salvo que... ahora puedo compartirlo contigo...

 
 



Me separo para enfrentarlo; quizás no me ha comprendido o yo no me he explicado bien, como me sucede con frecuencia. Pero con este macho no quiero confusiones, necesito seguridad absoluta. No me permite alejarme y su exabrupto, su voz ronca y ligeramente enfadada mientras me dice que ama, me excita y me hace sonreír contra su pecho. Detecto en él nostalgia, pero no arrepentimiento ni culpabilidad.

- Yo también te quiero, Zsadist, y para nada me has hecho sentir una sustituta temporal o una ... una calientacamas, si es que esa palabra existe. Sé que es para siempre, pero también sé que hay partes de tu vida, recuerdos y momentos que son sólo tuyos, por más que yo esté ahora a tu lado. Quiero que compartas conmigo todo lo que necesites compartir, pero también quiero que sepas que no necesito que analices para mí cada sentimiento, cada recuerdo o cada deseo. Sé que no eres muy hablador, Z; créeme, llevo observándote más de cien años y, hasta que Bella llegó a tu vida, podría contar sin problemas tus conversaciones con los dedos de las manos.

Me acerco a su oído y susurro en un suspiro.

- Te amo, y es la primera vez en más de trescientos años que digo estas palabras a un macho; es para siempre, lo sé, pero...

Mi voz va bajando de volumen hasta hacerse casi inaudible. No sé si este es el lugar adecuado para hablar de esto, o si es el momento oportuno, cuando él está afectado por el recuerdo de su shellan perdida y lo que haya pasado en este cuarto antes de mi llegada. He vuelto a sonrojarme de la cabeza a los pies; puedo notar el ardor en toda mi piel, unido al calor que desprende su enorme cuerpo de guerrero, pero no me alejaría un milímetro de él aunque mi vida dependiese de ello.

- ¿Ha empezado ya, Zsadist? Quiero decir... hace unos días yo era la tutora de tu hija y tú mi protector y el padre de mi pupila, nada más. A lo sumo, podíamos llamarnos amigos. Ahora, de repente, soy tu hembra y eres mi macho. Sé que hace meses que no regresabas a este cuarto, así que supongo que necesitas, no sé... ¿despedirte? ¿pedir perdón o permiso? no lo sé, Z. No tengo referencia para comparar lo que estamos viviendo y no puedo saber qué sientes con respecto a Bella y a mí en esta habitación. Entendería que te resultase difícil tenerme a tu lado en este escenario en concreto, donde vivisteis toda vuestra vida de pareja. Hasta el hecho de estar aquí, en tu regazo, me parece algo inadecuado, como si en esta habitación le pertenecieses todavía a ella. No son celos, te lo juro... no sé si puedes comprenderme, pero por favor, entiende que no me sentiré mal si me pides que te espere abajo... a eso me refería antes.

 



Escucho su discurso obligándome a mantenerme callado. Mi enfado ya ha desaparecido entre tantas explicaciones y rodeos. Una sonrisa se escapa de mis labios hacia el final de su perorata... Sus cejas se arquean y estallo finalmente en una sonora carcajada.

- Sí, Selena, ha empezado ya... a no ser que tuvieras otros planes para hoy...

Con un dedo aliso suavemente la arruga que se le ha formado en la frente.

- Sé que hace apenas unos días no éramos más que amigos y realmente ha sido un día muy largo, y aunque sé que tenemos toda una vida por delante, quiero que esa vida empiece cuanto antes.

Miro alrededor, señalando el cuarto con la mirada.

- Hay muchos recuerdos entre estas cuatro paredes, pero no van a irse por dejar de mirarlas... Y no quiero que te vayas... quiero que sepas que le gustabas... y que estoy seguro de que se alegra por nosotros y... por Nalla. Sabes...? El día que nació, Bella estuvo a punto de morir. Y ella tan sólo deseaba que Nalla sobreviviera al parto para que no me quedase solo si la perdía. Para que tuviera un motivo para seguir viviendo... Y ahora tengo más de un motivo...

Le aparto un mechón rebelde de la cara y se lo coloco tras la oreja con suavidad.

- No estoy acostumbrado a hablar, pero te prometí que sería sincero y eso hago... He pasado el día aquí encerrado, ahogado en mis recuerdos, enfrentándome a ellos para seguir adelante sin muros, sin barreras... Y si quiero estar solo, no voy a pedirte que te quedes a mi lado, si lo hago es porque quiero estar contigo! Empezara esto ayer, hoy o mañana... no quiero esperar más...

  
 





Su estado de ánimo ha cambiado. Me mira y sonríe con aire paciente, ¡y la Virgen sabe que le hará falta mucha paciencia para tratar conmigo!.

- También a mí me gustaba ella. Siempre me pareció la más valiente y decidida de las shellans, además de la m
ás hermosa.

Siento sus dedos en mi rostro colocándome un mechón tras la oreja y alzo mi mano para cubrir la suya tentativamente, insegura aún con los gestos del amor que las parejas se prodigan con liberalidad. Le miro a los ojos y susurro con voz ronca.

- Yo tampoco quiero esperar, Zsadist. Hace tres siglos que espero y ya no puedo seguir aguardando. Sea lo que sea, pase lo que pase, quiero estar contigo.

Le veo inspirar lentamente y en profundidad. Su pecho se hincha y sus ojos se entrecierran clavando su mirada en mi rostro. Su mano bajo la mía comienza a moverse cuando un zumbido interrumpe la quietud del cuarto. Es su móvil, una vez más, sin duda reclamándole a la realidad de su trabajo diario. Me aparto para permitirle atender la llamada.

- No te preocupes, atiende tus tareas, yo iré a buscar a Nalla y te esperaremos para irnos juntos a casa.

  
 



- Salvada por la campana!

Poso un casto beso en su frente y miro la pantalla de mi móvil. Es Tohrment: “En 5 minutos en el garaje. Ni se te ocurra cagarla o llegar tarde si no quieres que te corte las pelotas” Cierro la tapa del móvil más contento de
lo que jamás Tohr pudiera imaginar por cumplir con mis tareas cuanto antes...
La alzo en brazos al levantarme, estrechándola todavía contra mí.

- No vamos a esperar más, tahlly. Esta noche, cuando se acueste la pequeña, tu y yo tenemos una cita...

Mi voz ha sonado ronca y enseguida siento su cuerpo estremecerse bajo mis brazos... Mis colmillos asoman tras una sonrisa socarrona.

- Hasta esta noche, princesa!

Dejo un beso en sus labios, apenas un roce, y me desmaterializo hasta la puerta del garaje. Esta noche va a ser muy larga...


 



Se ha ido dejándome aturdida, temblorosa, nerviosa y desesperada por más de lo que me ha prometido. Mis rodillas parecen haberse vuelto de gelatina y el recuerdo de su voz ronca, cargada de deseo, y el asomar de sus colmillos en su boca, me dejan sumida en un caos de pensamientos que no ayudan para nada a tranquilizarme. Miro a mi alrededor, al cuarto repleto de recuerdos de lo que fue su vida, y cierro mis ojos un instante.

- Les amo, Bella, más que a mi vida. Juro que intentaré hacerles felices y que siempre, siempre te llevaremos con nosotros. Gracias... por todo.

Me desmaterializo hasta la cocina. Recuerdo la llamada y las palabras de Zsadist, informándome de lo que va a suceder a su regreso. Suspiro en voz alta, tomo aire con fuerza y entro al recinto murmurando para mí misma.

- Hoy, Selena, después de más de cien años...¡todo empieza hoy!