Me materializo en el
porche de casa. Siento las piernas pesadas y una capa de acero apretando
mi corazón, renuente todavía a dañarla cuando las palabras de Tohr
resuenan en mi cabeza. Es algo que ha de suceder, desde que los tiempos
son tiempos y será sólo una vez. Pero pensar en lastimarla por mi
lujuria sigue pareciéndome un precio demasiado alto... Absorto en mis
pensamientos no había escuchado antes el chapoteo del agua. Es tarde
para tareas domésticas de los doggen... Cierro los ojos y busco mi
sangre corriendo por sus venas. Mis pasos se dirigen rodeando la casa, a
la parte trasera.
Por un momento mi cuerpo se paraliza, excitado y
soltando el aire con dificultad. Su cuerpo, su precioso y bello cuerpo
refleja en su piel mojada la luz de la luna. Sus pechos emergen del
agua, balanceándose con el movimiento de pequeñas olas formadas por su
propio cuerpo al moverse bajo el agua. Jesus!!! Existe otra criatura más
bella, más perfecta, sobre la faz de la tierra...? Mi polla apretando
bajo los pantalones responde por mí... un gruñido en mi pecho la alerta
de mi presencia, absorta como estaba sin haberse percatado de mi
llegada. Mis ojos abandonan la visión de su cuerpo desnudo, reticentes,
para posarse en los suyos: alivo, amor, deseo, pudor... Una mezcla de
sentimientos a cuál más excitante... Rasgo mis ropas de un tirón,
despojándome de ellas y de las armas que todavía llevaba sujetas. Avanzo
despacio hacia la poza con pasos largos, cubriendo la distancia en un
par de zancadas. Sus ojos bajan hasta mi miembro, que salta erguido
contra mi vientre mientras ando, cubriendo sus mejillas de un rubor
intenso que brilla más todavía por la luz de la luna reflejada en el
agua... Entro lentamente hasta cubrir la cintura. La atraigo hacia mí,
posando mis manos en sus pechos desnudos en una caricia, manteniendo sus
pezones rígidos, ya erectos por el roce del agua sobre ellos.
- Hola...
Bajo
mis manos hasta sus caderas y la atraigo hacia mi cuerpo desnudo,
enroscando sus piernas en mi cintura mientras acaricio la suavidad de
sus muslos. Acerco mi boca a la suya, soltando el aire poco a poco, con
la respiración agitada. Sus labios tiemblan cuando poso los míos en
ellos, pero enseguida me acompañan en un beso húmedo, cálido y suave...
Me obligo a frenar mis impulsos de tomarla aquí mismo y me separo un
instante de su boca para juntar mi frente con la suya y hablarle apenas a
unos milímetros de sus labios.
- Te prometo que voy a ser
cuidadoso, Selena... voy a ir despacio y voy a intentar hacerte el
menor daño posible... pero Santa Virgen... que me parta un rayo ahora
mismo si logro la fuerza de voluntad para apartarme de ti en este
momento...
Mis manos siguen el recorrido de su silueta,
desde el abrazo en su espalda hasta la parte baja, donde sus nalgas
prietas y suaves reciben mi caricia, demorándome en abarcarlas por
completo con las palmas y en pellizcarlas ligeramente para notar su
respingo sobre mi vientre. Me siento al fondo de la charca para cubrir
nuestros cuerpos hasta los hombros y me deleito con el descubrimiento de
cada curva bajo el agua. Complacido, suelto el aliento en un gemido
cuando siento sus manos viajar tímidas pero curiosas por mi pecho.
- Así, cariño... no dejes de tocarme...
Me
está mirando; ha venido por fin a mí y sé que no habrá más esperas.
Tendría que cubrirme o mostrar algo de pudor pero, a pesar de la timidez
que me invade, no quiero ocultarme a sus ojos ardientes. Se desnuda
mientras avanza y cuando llega hasta mí, el toque de sus manos en mis
pechos me hace gemir. Mis rodillas se doblan, pero Zsadist me sujeta
alzándome hasta su cintura, enredando mis piernas en su espalda y
sintiéndole en cada poro de mi piel. Su boca me besa con ternura,
lentamente, como si no sintiese prisa alguna, pero todo mi cuerpo parece
electrizado al contacto con el suyo y no sé cómo reaccionar. El alivio
de saber que por fin me tomará, a pesar del dolor, el temor al ver su
descomunal tamaño, el deseo que despierta en mí con sólo mirarme como lo
hace, todo se aúna para enloquecerme y hacerme responder como nunca
pensé que podría hacerlo. Se ha sentado en el fondo de la poza y el agua
le cubre ahora hasta la mitad del pecho. Me sienta sobre su regazo para
permitirme estudiar su cuerpo, acostumbrarme a él, perder el miedo y
aumentar mi excitación, pero nada de eso es preciso, pues mi ansiedad
crece exponencialmente a medida que recorro su piel con los dedos.
Hasta
ahora me había limitado a soñar qué se sentiría, cómo sería su tacto,
su olor, sus caricias, pero ahora mismo es mío; mío para explorarlo,
para besarlo, para tocarlo y saciar mi curiosidad y mi hambre.
- Tu piel es más áspera que la mía... me gusta.
Una
sonrisa recorre su rostro mientras continúo mi viaje a través de su
pecho, tocando la marca de la Hermandad. Estoy intentando ignorar su
enorme erección, que se yergue orgullosa contra mi vientre, pero mis
deseos de saber pueden más y acabo por tomarla en mi puño. No consigo
abarcarla con mis dedos y Zsadist sisea mientras su miembro respinga en
mi mano.
- ¡Ay, por Dios, te he hecho daño!
Me
aparto, asustada y buscando cualquier posible herida, pero él se ríe
bajito y un cosquilleo en mi vientre desciende hasta el lugar entre mis
piernas que ha de acogerle. Me acerco nuevamente, a horcajadas sobre sus
muslos poderosos, y toco de nuevo su sexo, estudiando su forma, la
cresta orgullosa, el tallo largo y grueso como mi propio brazo y las
bolsas gemelas que se asientan en la base. Mis dos manos le recorren
mientras él gime abiertamente y echa su cabeza hacia atrás. Inclino mi
rostro hasta su pecho y mi lengua lame despacio la marca en forma de
estrella. El sabor de su piel es delicioso y me encuentro preguntándome a
qué sabrá ahí abajo, en ese lugar del que no puedo apartar la vista.
-
Tu cuerpo es Pherarsom, guerrero... digno de penetrar a una hembra. Yo
nunca te miré, ¿sabes? En todo este tiempo jamás violé tu intimidad
buscándote desnudo, pero ahora...
Le miro a los ojos
mientras mi mano acaricia su hombro y se pierde en su espalda, donde el
nombre tachado de Bella y el tallado de Nalla se mezclan con las
cicatrices de los latigazos. Susurro en su oído, muerta de vergüenza.
-
Ahora no puedo apartar mis ojos de ti. Siento algo extraño en mi
vientre, un dolor que no duele pero que no cesa, y mi cuerpo está
ardiendo a pesar del agua fría... tu olor me hace desear lamer tu piel
hasta saciarme de tu sabor y mi cuerpo parece tener vida propia y
moverse contra mi voluntad.
Me he dado cuenta de que mis caderas
ondulan contra su vientre de forma involuntaria. Sus dedos me recorren
electrizando mi piel, arrancando de cada poro pequeñas chispas que suman
un placer casi doloroso a las mil sensaciones que estoy experimentando
en este momento.
- Dime qué hacer, Zsadist- Estoy
susurrando a un milímetro de su boca y mi otra mano regresa bajo el agua
a ese lugar que me fascina, a su miembro erecto, que salta bajo mis
caricias- dime qué tengo que hacer para complacerte. Tengo miedo a
cometer algún error y quiero que esto sea perfecto para ti.
Sus
pequeñas manos sobre mi miembro me arrancan un siseo involuntario. Todo
mi cuerpo se pone en tensión y he de hacer esfuerzos para no correrme
en ese mismo momento... Ni siquiera se ha dado cuenta de lo que ha
provocado en mi cuerpo con su caricia. Le sonrío, ronco, cuando se
aparta temerosa y recojo su mano para volver a colocarla sobre mi
erección. No deseo que se aparte, no quiero que se aparte!!! Con las
puntas de los dedos resigue las marcas de mi espalda letra a letra,
provocando mil impulsos nerviosos como fuego donde muy pronto descansará
su nombre, que llevaré con el mismo orgullo que llevo el de Bella bajo
la línea que lo cubre y el de mi pequeña Nalla. Su pregunta de qué hacer
para complacerme me acerca a su rostro, lamo las gotas que bañan su
mandíbula hasta el lóbulo de su oreja, arañándolo con suavidad con los
colmillos y posando mis labios sobre su oído.
- Todo lo
que haces me complace, nina... todo... el simple roce de tu mano, tus
besos, tu lengua, tu cuerpo resbaladizo sobre el mío, tu respiración
entrecortada y tu voz sensual como el canto de una sirena...
Pongo
mi mano sobre la suya y la deslizo sobre mi miembro con pasadas largas y
rítmicas. Poco a poco ella toma confianza y ya no es mi mano la que la
guía, sino la suya propia, bajo la mía, la que toma el control. Mi
cabeza cae hacia atrás retumbando un gruñido en mitad de la oscuridad
como un lobo llamando a la luna. Retomo su mirada, y ella se humedece
los labios al ver mis ojos, seguramente de un amarillo intenso aunque
apenas visibles en dos ranuras de felino en celo. Me acerco a su boca y
muerdo sus labios, ella acelera el ritmo de su pequeña mano mientras mis
manos sujetan sus pechos, tersos e hinchados. Con el pulgar pellizco
los rosados pezones, extasiado con sus jadeos.
- Te... duelen...?
Apenas
dos palabras, entrecortadas y con voz ronca, pero su mirada me dice que
no es dolor lo que siente y sigo con esos movimientos mientras con la
palma amaso los pechos y aprieto ligeramente. Siento que ambas manos
cubren ahora el diámetro de mi pene a una velocidad vertiginosa y mi
boca se lanza hacia esos pechos, esos pezones duros y firmes, rosados y
sensibles y arañando con los colmillos la delicada carne, muerdo con un
grito ahogado mientras mi mente retiene MÍA sin cesar. Bebo ávido de
ella, manteniendo en mis manos sus pechos apretados, amasándolos en ese
movimiento ancestral de los felinos extasiados cuando me derramo bajo el
agua en su manos. Mientras duran los espasmos, no cesa en sus caricias y
me retiro despacio de su pecho, sellando su vena con mi lengua y un
beso de agradecimiento. Durante unos minutos en que las contracciones
parecen no cesar y mi respiración es apenas un jadeo constante, mi
frente queda apoyada en la suya, sujetándola por la nuca y buscando en
sus ojos algún signo de alarma. No sé cuánto le explicó la directrix que
podía durar el orgasmo de un macho, un macho que hacía tanto tiempo que
no obtenía una liberación... Pero no veo en ellos más que curiosidad y
deseo... Cuando mi cuerpo deja de contraerse, bajo despacio las manos
por su espalda hasta sus nalgas y la subo sobre las rocas mojadas del
borde de la poza, fuera del agua. Me arrodillo frente a ella y sin dejar
de mirarla buscando su permiso, paso las manos por sus muslos hasta sus
rodillas, abriendo lentamente sus piernas sin que oponga resistencia
alguna. Miro su sexo, mojado y excitado, y paso mis nudillos por él
relamiendo la cicatriz de mi labio partido.
- Preciosa, nina, eres preciosa...
Sus
mejillas están sonrosadas y su mirada es ardiente y curiosa. Me levanto
para besar, agradecido, ese rubor en ambas mejillas y vuelvo a
sumergirme en el agua hasta los hombros para hundirme en lo más profundo
de su sexo, entre sus pliegues calientes e hinchados, resbaladizos por
el agua y su propia excitación. Mi lengua recorre cada centímetro de su
parte más íntima, aquella que jamás antes había mostrado a otro macho y
un gruñido estalla de nuevo, mis colmillos arañando suavemente el
recorrido de sus labios. No me detengo cuando sus manos se aferran a mi
cabeza y a mi cuello y sus gemidos cantan en mis oídos. Esa es mi
hembra, mi hembra conociendo el placer por primera vez... Resigo con la
lengua hasta su abertura y la introduzco hasta donde me permite su
virginidad, lamiendo despacio para salir en busca de su clítoris, ese
botón que por fin la hace temblar en mis labios...
Su
voz en mi oído arranca un gemido de mi garganta, excitada por su tono
ronco, erótico, áspero como el sabor de un buen vino e igual de
embriagador. Acaricia mis pechos y mis pezones se estremecen,
endurecidos y tensos, bajo las primeras caricias de un macho sobre
ellos. Su pregunta me hace mirarle directamente a los ojos, del mismo
color amarillo que los de Nalla y Phury, pero entrecerrados ahora por el
deseo y el éxtasis perezoso que parece recorrerle. Mis dedos aprenden
los caminos del placer sobre su carne dura y suave, como acero y
terciopelo deslizándose el uno sobre el otro, creciendo más y más bajo
mi mano y haciéndome desear lo que no conozco, lo que no comprendo.
- Sí, duelen... no, no es... no lo sé, Zsâdist. Es...
Mi
lengua asoma a lamer mis labios mientras le miro fijamente y sus
caricias se vuelven más firmes, haciéndome estremecer y enviando
descargas de placer, tan sensible que no puedo distinguir si es dolor o
anhelo lo que me asalta. Cuando sus colmillos rasgan mi piel hundiéndose
en la carne blanda de mi seno, mi garganta enronquece con los gemidos
que no puedo contener, sintiendo que se acerca algo... algo intangible
que no sé definir.
- ¡Santa Virgen del Ocaso! Z, necesito... necesito... ¡ah, por favor!
Su
risa ronca contra mi piel provoca un cosquilleo dulce que se suma al
placer exquisito que estoy sintiendo. Mis caderas corcovean sin pausa
sobre su regazo, acercándome cada vez más a su erección, que palpita
enloquecida bajo mis puños, cerrados con fuerza en torno a ella,
sujetándole, deslizándolo, absorbiendo sus gemidos mientras continúa
clavado a mi vena. Siento mi sangre fluir hacia su boca y un instante
después, un chorro caliente bajo el agua me hace bajar la vista al lugar
en el que nuestros cuerpos se tocan. Su sexo se agita expulsando su
semilla hacia mis manos y me veo incapaz de apartar mis ojos de él.
Durante unos minutos, mientras los espasmos se multiplican hasta
atenuarse y desaparecer, su frente se posa en la mía en silencio.
- ¡Eres tan hermoso, guerrero! No sabía que sería así... quiero sentirte hacer esto dentro de mí, Zsadist...
No
sé hasta qué punto es correcto lo que estoy pidiendo, si es vergonzoso
hablar con tal falta de pudor acerca de mis deseos, pero nada me parece
incorrecto entre sus brazos. El deseo que siento nace por él, se
alimenta con sus besos y sus caricias tiernas, atentas y cuidadosas por
mi falta de experiencia. Pero no hay motivos para ello... le necesito
con una desesperación que no creía posible. Cualquier dolor, cualquiera,
vale la pena con tal de vivir esto, con tal de poder sentir sus
caricias y su cuerpo excitado buscando el mío y llenándolo hasta
completarme. Me dejo alzar cuando me saca del agua y me apoyo en mis
antebrazos para observarle, aún sumergido casi por completo. Sólo sus
hombros poderosos, la firme columna de su cuello y su cabeza rapada
asoman al exterior. Me toca suavemente, incitándome a mostrarme por
primera vez ante su vista codiciosa. No siento vergüenza, no con él,
sólo algo de temor a no resultar agradable a sus ojos. Esa parte de mi
cuerpo es desconocida incluso para mí, y no entiendo que pueda querer
observarla, pero recuerdo la gloriosa visión de su pene erecto y la
excitación que me recorrió con sólo mirarle derramar su semilla, y
comprendo que quizás a él no le resulte fea o poco digna de su
apreciación. Veo su rostro acercándose al vértice entre mis piernas y ya
no puedo notar nada más, porque mi cabeza cae hacia atrás entre
gemidos, mi cuello incapaz de soportar el doloroso placer que me asalta.
Imagino, mientras le siento lamerme, su boca marcada, sus labios
dibujando figuras donde nadie se ha posado nunca, su lengua penetrando
mi sexo y haciéndome jadear al tiempo que mis caderas bailan,
enloquecidas, buscando tenerle aún más cerca. Muerdo mis labios con mis
colmillos plenamente extendidos; la naturaleza, el instinto de la raza,
supongo, reclaman su sangre, me piden hundirse en su carne oscura y
firme, atravesar su piel con aroma a sexo y a bosques, a especias
picantes y oscuras, y hacerle penetrar en mi interior de todas las
formas posibles.
El
orgasmo me sacude entre sus brazos mientras me retuerzo bajo sus manos,
incapaz de mantener la compostura o conservar la cordura. Grito su
nombre entre latigazos de fiero placer que me hacen perder el sentido
por unos instantes, sintiéndome flotar bajo las caricias de su boca, que
no cesa de lamerme despacio y suavemente. Me estremezco entre sollozos y
siento las lágrimas correr por mis mejillas y la sangre brotando de las
heridas que yo misma he perforado en mis labios. Su rostro se alza,
sonriente y tierno, sobre mi vientre, y yo me incorporo con dificultad,
todavía jadeante y con la respiración entrecortada; mi lengua asoma a
lamer las gotas de mi labio inferior, pero es mi guerrero el que acaba
por hacerlo, cerniéndose sobre mí en toda su estatura, un cuerpo inmenso
cubriendo el mío y excitando mis pechos con el metal que perfora sus
pezones. Mis piernas se abren para acoger entre ellas sus caderas, y
todo su peso se apoya en sus antebrazos, tensos por el esfuerzo,
mientras el calor que desprende su piel mojada arranca vaharadas de
vapor que se pierden en la noche que muere. Alzo mi mano acariciando su
rostro, recorriendo con la yema de mis dedos la cicatriz que lo divide
en dos y acabo lamiendo sus labios, mordisqueándolos sin ser apenas
consciente de que le he herido también, hasta que su sangre fluye a mi
boca y mi lengua se deleita con el sabor adictivo, con el picante rastro
que deja en mi garganta al llevarle a mi interior.
- ¿Hay más, Zsadist? ¿Puede haber algo más hermoso que esto?
Me
niego a creer que sea posible sentir más placer que el que él me ha
dado. No puedo haber una sensación más increíble, más dulce y profunda
que el estallar en su boca, el sentir que cada molécula de mi cuerpo se
descompone para llenarse de su olor, de su sabor, y materializarme una
vez más convertida ya en parte suya, habiéndole absorbido en cada fibra
de mi ser.
Le veo salir lentamente de la piscina de roca y
musgo que nos ha acogido en sus aguas y arrodillarse frente a mí,
apoyado, como yo, en sus talones; ambos desnudos, ambos conociendo por
primera vez el cuerpo del otro. Sus ojos me recorren suavemente dejando
un rastro de calor allí donde se posan, pero mis manos no pueden
aquietarse ante su hermosura, ante el glorioso poder que desprende su
cuerpo, y comienzo a explorarle cuidadosamente, necesitando grabar en mi
mente y en la memoria de mis dedos cada resquicio de piel expuesta del
macho al que amo, el macho que tomará mi cuerpo llenándome con el suyo.
Desciendo con mis dedos una vez más a la gruesa columna de su sexo,
nuevamente erguido, de nuevo listo para derramarse, y una parte de mí
ruega que la próxima vez lo haga en mi interior. Recuerdo su rostro
extasiado en medio del orgasmo mientras bombeaba en mi mano y siento que
no puedo esperar más. Sé que el dolor llegará; su inmenso tamaño, que
intuyo, aún en mi ignorancia, descomunal comparado con otros machos de
la raza, me hace temer la imposibilidad de acogerle en mi cuerpo. Él es
un Lhenihan, un macho de un tamaño preternatural , y yo soy demasiado
menuda, ni la mitad de su estatura, ni la tercera parte de su
complexión, pero no me importaría partirme en dos con tal de recibirle
en mi interior. Nada impedirá que le tome, que me tome, porque mi
necesidad de él crece por momentos mientras vuelvo a acariciarle como me
ha enseñado, acunando en la palma de mi otra mano el saco pesado bajo
su miembro.
- Tómame, Zsadist. He soñado con entregarme a
ti durante demasiados años. Estoy cansada de soñar, amor... he llegado a
ti como una newling pero quiero ser tu amante, además de tu amada.
Sus
ojos, su boca, todo su cuerpo arqueado hacia mí y esa miel todavía en
mis labios... Sé que no merezco lo que esta hembra me ofrece, pero como
que existe el fade que voy a tomarlo...
Acerco mi boca a la suya,
invadiendo con mi lengua su cavidad, lamiendo cada rincón, mordisqueando
sus labios y recorriendo el contorno de sus colmillos excitándome hasta
el límite. Mi voz sale ronca de deseo:
- Oh dios!! No puedo esperar más cariño... sujétate fuerte!
Mis
manos se curvan bajo sus nalgas y anudo sus piernas a mi cintura
intentando no poseerla en este mismo instante. Salgo del agua sin dejar
de susurrarle al oído promesas de no hacerle daño, de cuidarla y mimarla
hoy y por el resto de nuestros días y la conduzco por el camino detrás
de la casa hasta mi cuarto, nuestro cuarto... Al abrir la puerta siento
su aroma en mis brazos y en la estancia, y ronroneo recordando que tan
sólo horas antes estuvo echada en mi cama mientras hablábamos por
teléfono... Cierro la puerta con la mente dejando atrás las pisadas
mojadas sobre las baldosas, no lo suficientemente frías para calmar el
ardor que siento. La tiendo con cuidado sobre las sábanas negras,
resaltando su piel de alabastro, todavía brillante, cubierta de mil
diminutas gotas de agua que decido atrapar con mi lengua una a una....
Cuando
su risa inunda mis sentidos y he reseguido cada rincón de su cuerpo, mi
mirada le dice que ha llegado el momento... Despacio y apoyando todo mi
peso en ambas manos al lado de su rostro la beso despacio mientras la
penetro, temblando y asustado por dañarla, pero sin más destino que
hundirme en su cuerpo y fundirme con ella hasta que no sepamos dónde
empieza uno y termina el otro. Poco a poco la penetro hasta que un grito
ahogado de su boca me dice que he encontrado la barrera, una fina y
caliente pared que presiona en la punta de mi miembro clamando por
volverme loco... la beso en el cuello y mis colmillos arañan su piel
hasta hundirse en ella, haciendo que todo su cuerpo se tense antes de
relajarse y sentir su sangre fluir por mi garganta. Noto como los
músculos de sus piernas se aflojan en mis caderas y empujo hasta que
venzo la resistencia y me hundo despacio hasta el fondo, sin trabas,
sintiendo su suavidad, su calor y presión alrededor de mi pene hasta
acomodarme en ella, pequeña y estrecha pero ajustada como un guante. Un
grito desgarra mi garganta haciéndome desclavar los colmillos de su
cuello y buscar sus ojos, su aprobación y su promesa de que el dolor ha
cesado... Sus párpados están cerrados y los beso uno a uno hasta que
siento su aliento entre jadeos en mi cuello. Sonrío ronco y dejo llevar
mis caderas hacia atrás y otra vez adelante cuando su cuerpo, movido por
esa danza ancestral innata, empieza a moverse al unísono con el mío.
- Te quiero, Selena... eres perfecta...
Sello
la herida de su cuello, de la que todavía brotan gotas de sangre que
saboreo en la punta de mi lengua como la ambrosía y acerco mi cuello a
su boca para sentirla buscarme de todas las maneras posibles.
- Así pequeña, soy tuyo... tómame...
No
habrá más esperas, no más sueños acerca de cómo sería tener a mi amante
a mi lado; ha llegado el momento de hacerme una hembra completa entre
sus brazos, y no puedo ocultar la sonrisa que atraviesa mi rostro
mientras mi guerrero me sujeta con fuerza contra su pecho. El camino
hasta su cuarto está marcado por el ritmo acelerado de mi corazón. No
siento miedo, sólo anticipación, impaciencia y un amor profundo que
busca expresarse a través de besos y caricias, de palabras susurradas al
oído de mi amante. Su fuerza todavía me sobrecoge, asombrada, al verle
caminar con paso firme y rápido, sin vacilación, como si yo no pesase
más que Nalla. Mis manos se cruzan en su nuca; mi rostro enterrado en el
hueco de su cuello, hambrienta, tímida, excitada, aspirando su aroma,
que provoca en mi vientre un cosquilleo de ansiedad y entre mis piernas
un hambre de algo que sólo puedo imaginar.
Estoy tumbada
una vez más sobre sus sábanas, pero esta vez su mirada marca la
diferencia; puedo notar el rubor inundando todo mi cuerpo, brillante por
las gotas que permanecen en mi piel, pero sus ojos se clavan en mi
desnudez llenándome de calidez y deseo. Se ha tumbado sobre mí, inmenso,
cálido, preocupado, lo sé bien, por hacerme daño. No siento temor; mis
piernas se separan haciendo sitio a sus caderas y él sujeta su peso en
sus antebrazos, tenso y sudoroso, luchando por mantener el control, a
pesar de que su excitación es tan evidente, tan gruesa y larga que ha de
resultar terriblemente doloroso para él. Mi corazón se acelera, mi boca
se seca, nerviosa por lo que sé que llegará, pero mi cuerpo se retuerce
bajo el de Zsadist de forma involuntaria, buscando la plenitud que sólo
él puede darme y ese placer demoledor que me ha mostrado hace apenas
unos minutos y que nunca hubiese imaginado posible.
- Entra, amor... necesito sentirte dentro de mí.
Mis
ojos se cierran y mis colmillos asoman a morder mis labios cuando
siento la invasión de su miembro abriéndose camino a través de mi
cuerpo. Soy demasiado pequeña, es mi primer pensamiento al notar su pene
estirándome y presionando las paredes de mi sexo, y él es enorme,
dotado de un modo increíble... pero la sensación es maravillosa, el
momento que he soñado durante décadas, y el aroma que sale de su piel me
enloquece. Mis piernas abrazan sus caderas, tensas, esperando la
invasión total, la entrega plena de mi virginidad al macho que he
elegido, al macho que amo, pero todo nerviosismo desaparece
instantáneamente cuando sus colmillos perforan la vena de mi cuello,
bebiendo de mí y hundiéndose más profundamente, rompiendo la frágil
barrera que se lleva mi inocencia. El grito sale de mi garganta sin
poder evitarlo, ante la sensación de mi cuerpo abriéndose en dos,
estirándose hasta límites insospechados, forzándome al máximo, pero le
siento muy dentro de mí, formando ya parte inseparable de mi cuerpo,
llenándome por completo, sin que un sólo milímetro quede entre los dos.
Por un segundo se detiene, totalmente inmóvil, consciente del dolor de
la penetración, pero mis caderas salen a recibirle y la succión en mi
vena envía tirones de placer a mi vientre. Esos breves momentos en los
que se detiene sobre mí, dentro de mí, me ayudan a adaptarme, a dejar
que el dolor se disipe, aunque todavía puedo sentirle clavado a mi
cuerpo, profundo y duro, hierro y seda en mis entrañas. La sensación de
dolor va dejando paso a un calor intenso, a una necesidad ardiente de
algo más, algo que intuyo ahí mismo, al alcance de mi mano. Sus ojos
están fijos en los míos, del más profundo amarillo, preocupados,
temerosos de dañarme con su pasión, pero mi lengua asoma a buscar sus
labios y su sabor me arranca un gemido hambriento. De repente un
ligerísimo movimiento de Zsadist me hace jadear de placer.
- Otra vez... haz eso de nuevo, amor, hazlo otra...
Su
risa ronca y baja me excita aún más. Ya no puedo pensar en vergüenza o
timidez. Necesito desesperadamente lo que me está haciendo sentir. El
movimiento es lento, fuego y miel deslizándose sobre mi carne, y mis
caderas corcovean, mis piernas enredadas a su espalda, mis uñas
clavándose en la piel marcada y cubierta de cicatrices. Busco un
contacto más profundo, llevarle aún más adentro y con más fuerza. Estoy
jadeando en el hueco de su hombro, sintiendo latir su corazón en la vena
del nervudo cuello que me desata mi hambre, convirtiéndome en una
hembra sin control, desesperada por tenerle.
- No duele; ya no duele, Z. Quiero... ah, amor ¡por favor!
Ni
siquiera sé qué estoy pidiendo, pero mi amante sí sabe lo que necesito.
Con una pequeña carcajada, inclina su cabeza ofreciéndome su vena, y
mis colmillos se hunden en su carne firme, haciendo fluir su sangre a mi
boca mientras le succiono con fuerza, casi con salvajismo, aferrada a
su cuerpo. Comienza a retirarse de un modo imposiblemente lento y un
grito de protesta escapa de mis labios separándolos de su carne. Intento
obligarle a entrar de nuevo y su risa dentro de mi boca envía
escalofríos al vértice entre mis piernas. Su cuerpo se mece sobre el
mío, abandonando casi el refugio de mi sexo y hundiéndose de nuevo lenta
y profundamente. Una ola de placer intenso comienza a formarse en algún
punto de mi interior, provocada por su cuerpo bailando con el mío,
meciéndonos ambos al mismo ritmo, que no tardo en aprender de sus
movimientos suaves y tiernos. Me hundo de nuevo en su cuello y su gemido
de excitación me incita a unir mi vientre al suyo, a salir al encuentro
de cada uno de sus embates. Estoy recibiéndole en mi cuerpo de todos
los modos posibles... su sangre ,su semilla, sus besos en mi pecho
mientras me alimento de él, su voz ronca hablándome de amor y
promesas... el placer estalla en mi interior tensándome, arqueando mi
espalda y llevándole aún más adentro mientras le siento derramarse a su
vez con un siseo y un gemido ronco. Pronuncio su nombre entre jadeos,
incapaz de decir nada más, de pensar en nada que no sea él. Nunca,
jamás, ni en el más loco de mis sueños, pensé que fuese posible sentir
algo semejante. El éxtasis que experimento entre sus brazos va más allá
del placer físico, del goce sensual. Es mi pareja, el macho que deseo a
mi lado hasta que la Madre nos lleve al Fade. Miro sus ojos mientras
acaricio su rostro y una lágrima de felicidad escapa de mis ojos.
- ¡Gracias, amor... gracias por quererme y por hacerme tuya!
“No
duele...” es lo único que alcanzo escuchar, lo único que necesito saber
para seguir adelante. Beso sus labios con desespero, resigo con la
lengua la línea de su cuello con reverencia, beso las dos marcas de mis
colmillos, todavía visibles en su piel y hundo mi rostro entre sus
pechos, aspirando ese aroma a hembra y a nomeolvides que emana con más
intensidad de cada poro de su piel... Su voz entre jadeos pidiendo más
me enloquece y apoyando todo mi peso en una sola mano, bajo la otra por
su cintura, apretando su carne a mi paso, sintiéndola estremecerse bajo
mi caricia hasta su muslo, justo debajo de su rodilla y muy despacio la
elevo a la vez que la separo de su cuerpo, ensanchándola, permitiéndome
entrar en ella más y más profundo, acelerando las embestidas y
penetrando cada vez con más fuerza. Siento sus pequeños colmillos
desgarrar la gruesa vena de mi cuello y sonrío en una carcajada ronca y
ahogada, sintiendo como mi sangre viaja por su cuerpo, como sus músculos
se nutren con mi fuerza. Su succión es cada vez más fuerte, siguiendo
el ritmo de sus caderas que corcovean acelerándose al encuentro de mis
embestidas. Santa Virgen!! Sentirla es delicioso!! Mi vista está a punto
de nublarse pero me obligo a mantenerla fija en su rostro cuando la
invade un feroz orgasmo que la hace desclavar sus colmillos de mi cuello
y abrir los ojos apenas un segundo. En ese instante en que nuestras
miradas se cruzan, espero que vea en mí el placer, el amor y la
felicidad que ella, y sólo ELLA ha puesto ahí. Cuando todo su cuerpo se
tensa bajo mi peso noto las paredes de su sexo contraerse, apretar y
ordeñar mi miembro, duro e hinchado hasta el límite de mi resistencia,
para derramarse en su interior en una maravillosa sacudida que me hace
perder el sentido. Las palabras de amor dichas entre jadeos mueren en mi
boca y pierdo el control de mi cuerpo, que se sacude en un intenso
orgasmo unido al suyo durando minutos, manteniéndonos enlazados,
aferrados el uno al otro, con la respiración entrecortada hasta que poco
a poco frenan las sacudidas de ambos.
Lamo despacio esa
lágrima que brota de uno de sus ojos y la encaro, asegurándome de que ni
mi peso ni mi grosor, todavía en su interior, le están causando ningún
daño. Pero su mirada es serena y su cariño infinito, llenando mi corazón
hasta sentirlo a punto de estallar.
- Te quiero, mi
vida... gracias por darme tu cuerpo y tu alma... prometo no fallarte
nunca... prometo amarte y honrarte hasta el fin de mis días...
Lentamente
me salgo de su cuerpo mientras la beso despacio, en un beso perezoso,
suave, calmado, tranquilo. Pero al deslizar mi pene siento otra vez la
calidez de sus paredes apretadas contra él, despertando de nuevo mis
ansias, haciendo que mi miembro vuelva a endurecerse... Sonrío soltando
el aliento dentro de su boca.
- Cariño, espero que te haya gustado, porque no voy a cansarme jamás de estar dentro de ti...
Me
obligo a salir despacio de su cuerpo. Ella tiene que estar cansada
después de su primera vez... no, no voy a volver a tomarla hasta que
haya dormido al menos unas horas... Levanto su cuerpo con una sola mano
desde la parte baja de su espalda y deslizo las sábanas hasta sus pies
para cubrirla antes que la temperatura de su cuerpo descienda y se
enfríe. Ella sonríe y se deja mimar. Beso su nariz y su cuello, ambos
pezones todavía erectos, sonrosados y seguramente doloridos, su vientre,
ambas caderas y en el interior de sus muslos descubro un reguero de
sangre. Mi preciosa newling... esa era la barrera que iba a causarle ese
dolor la primera vez... lamo de sus muslos y su sexo el rastro de su
sangre y deposito un beso en el montículo suave, liso y sedoso. Vuelvo
como un oso bajo las sábanas hasta aparecer ante su rostro de nuevo y
posar otro tierno beso en su boca.
- Gracias, mi niña... gracias por entregarme ese don tan preciado...
Vuelvo
a cogerla de la cintura y nos hago rodar por la cama hasta echarme de
espaldas con su cuerpo tendido sobre mi pecho. La arropo hasta los
hombros y beso su frente con una sonrisa traviesa.
- Duerme, mi niña. Duerme... pronto voy a despertarte para tomarte de nuevo...
Empiezo
a entonar una nana, una que me habrá oído cantarle a Nalla mil veces
mientras mis dedos se enredan en su cabello en suaves caricias. Sus ojos
se cierran y su boca dibuja una preciosa sonrisa. Siento su respiración
rítmica espaciarse cada vez más sobre mi pecho hasta que estoy seguro
de que se ha quedado dormida.
- Descansa, preciosa... yo velaré tus sueños...
Sus
promesas de amarme y cuidarme me emocionan profundamente, aunque
siempre he sabido que este macho es el mejor protector que una hembra
podría desear o necesitar. Sentirme cuidada, querida, es una sensación
desconocida que inunda mi pecho de alegría y calidez. Al salir de mi
cuerpo, las maravillosas sensaciones que ha creado en mí, renacen
mezcladas con cierta rigidez. Lo cierto es que estoy un poco dolorida;
es tan grande y supone una invasión tal en mi interior, que me asombra
cómo nuestros cuerpos se acoplan finalmente como un puzzle en el que
cada pieza encaja a la perfección.
Me dejo deslizar
lentamente hacia la calma, relajada, satisfecha y feliz, cuando de
repente siento la lengua de mi amante lamer con cuidado y reverencia mi
sangre virginal. Es la tradición más sagrada entre compañeros para
nuestra raza, el ritual más íntimo, símbolo de comunión y veneración
hacia la pareja, pero no comprendo cómo Zsadist, que ignoraba lo del
dolor de la primera vez, puede estar al tanto de esta costumbre. Verle
llevándola a cabo me hace sentir la hembra más apreciada, la más mimada,
y siento que el amor podría desbordarse por cada uno de mis poros e
inundarnos a ambos, hacerse visible, incluso, porque no podría ser más
real para mí, tanto, que me asombra que no se haga material.
Descanso
sobre su pecho, sintiendo la vibración de cada nota que emite su
garganta, un regalo increíble de nuestra Señora, y me dejo llevar
suavemente por los senderos del sueño. Puede que ahí afuera nos espere
la suspicacia de quien no comprenda lo nuestro, el asombro, seguramente,
de sus hermanos y las shellans, del rey, incluso, del Primale... en
realidad, la única opinión que me importa ya es la de Nalla, pero no en
este instante. En este momento perfecto sólo existimos Zsadist y yo.
Supongo
que no habré dormido demasiado. He soñado que mi amado me hacía el amor
lenta y dulcemente, que despertaba con caricias suaves y perezosas cada
poro de mi piel al placer más delicioso, que besaba mis labios hasta
que sabían a él y que tomaba mi cuerpo hasta fundirlo con el suyo y
hacernos uno. Pero gracias al Fade, ha sido algo más que un sueño. Z
lame muy despacio uno de mis pechos y toda mi piel se eriza, excitada,
ruborizada, deseándole de nuevo. Sus manos, grandes y ligeramente
ásperas, viajan por mi cintura hasta posarse en mi sexo, haciéndome
separar las piernas con cuidado y acariciándome hasta hacerme gemir
dentro de su boca. Su lengua juega ahora con la mía y yo aprendo a
responderle, buscando los ángulos, el contacto que noto que le gusta,
que le excita como él hace conmigo. No me atrevo a verbalizar lo que
deseo de Zsadist en este momento, porque todo, absolutamente todo lo que
me hace me vuelve loca de placer y no me parece justo exigirle más,
pero el deseo me llena de nuevo, volviéndome húmeda y ardiente entre sus
brazos, haciéndome girar mis caderas en busca de la plenitud que sólo
él me ha dado. Quiero sentirle de nuevo en mi interior, sentirle
creciendo y deslizándose dentro de mi cuerpo hasta que ocupe cada
milímetro de mi ser. No encuentro las palabras apropiadas; la timidez me
impide pronunciar ese "Dentro, Zsadist, te quiero dentro de mí" que
necesito gritarle, pero mis manos descienden por su pecho, acariciando
la gruesa firmeza de sus abdominales hasta llegar a su miembro, inmenso,
majestuoso y temible por el poder que encierra, capaz de hacerme gemir,
suplicar y darlo todo con tal de tenerle. Intento abarcarle con mis
dedos, pero no lo consigo. Un siseo escapa entre sus labios y sus
colmillos arañan mi boca mientras le guío hasta el centro de mi cuerpo. Z
sonríe al notar mis intentos de conducirle y me hace girar hasta quedar
situada sobre sus caderas; me alza despacio sin dejar de mirarme a los
ojos y me siento aturdida, perdida en el amor infinito que veo en esas
pupilas. Ni una sola vez he tenido que preguntarme en quién estaba
pensando, a quién estaba haciendo el amor. Sé que soy yo, y sé que
quiere enseñármelo todo sobre el placer entre compañeros. La postura me
resulta conocida, recuerdo haber oído algo a la directrix acerca de
ella, pero el miedo que sus lecciones habían inculcado ha desaparecido.
El misterio, la sorpresa de cada nueva cosa que Zsadist me muestra, me
hace sonreír mientras me sitúo sobre su sexo para dejarme caer muy
lentamente. Sigue siendo una invasión terriblemente grande, demasiado
grueso y largo, pero ahora sé que puedo acogerle, que mi cuerpo sólo
necesita adaptarse lentamente, estirarse para apretarle como un guante
ajustado. Jadeo ligeramente y pronto la impaciencia me hace buscarle más
profundamente, hasta llenarme de él.
- Ah, amor... tenerte así es lo más hermoso que alguna vez haya experimentado. Nunca hasta ahora me había sentido completa.
Él
ríe, satisfecho, mientras me acomodo, tomándome unos segundos para
aceptarle enteramente. La sensación es maravillosa, y algo me incita a
moverme, a cabalgarle despacio buscando la mayor fricción, el roce de su
miembro deslizándose dentro y fuera de mi cuerpo.
- Quiero esto, Zsadist... lo he querido desde el día en que te vi por vez primera...
Su
pecho se eleva lentamente a cada respiración. Santa Virgen, si hace
apenas un rato que se ha dormido y ya vuelvo a estar duro como un
mástil. Mis manos dan suaves pasadas a lo largo de su espalda, arriba y
abajo, demorándose en recorrer por completo la perfecta redondez de sus
nalgas. Mi pequeña muñeca, tan menuda y tan perfecta. El recuerdo de
unos instantes antes, cobijado por la estrechez de su sexo, me hace
gruñir bajo su cuerpo. Lo siento cálido, suave y extremadamente
sensual... Durante estos dos años no necesité el sexo, ni siquiera pensé
en ello. Pero ahora, con ella, mi polla parece estar permanentemente
despierta. Dios sabe que me he resistido desde que su aroma al bajar de
ese tren, hace meses, inundó mis sentidos y despertó mis instintos
dormidos... Pero ahora se han terminado los rodeos. Y no la quiero a
media jornada. Joder! Si toda la habitación huele a mi aroma
vinculante!!! Ella se mueve sobre mi pecho, haciendo rozar sus pezones
contra el metal de los míos, llevando un latigazo de placer directamente
a mi miembro, que presiona bajo sus muslos, deseando volver a hundirse
en ella. La acomodo a mi lado en la cama; si sigue por más tiempo sobre
mí, voy a poseerla aún estando dormida... y no creo que sea el mejor
recibimiento que espere tras su primera vez... Al sentirse libre de mi
agarre, su cuerpo se desliza por las finas sábanas de satén apenas unos
centímetros lejos de mí. “No, conmigo”. Paso una mano bajo su cintura y
la atraigo nuevamente a mí. La sábana se ha deslizado ligeramente hacia
abajo, mostrando uno de sus senos todavía turgente y parte del otro,
insinuante y erótico, enseñando sólo un ápice de su pezón sonrosado y
erecto. Con un dedo resigo la aureola hasta descubrirlo totalmente,
ahogando un gemido en mi boca y con una sacudida de mi polla que casi me
hace correrme en ese mismo instante. Giro en la cama, quedando de lado y
flexiono el codo bajo mi cabeza mientras que con la mano libre recorro
con un dedo el valle entre sus pechos, arrastrando la sábana con él más
allá de su ombligo y el montículo de su sexo. Ella se estremece bajo mi
contacto, pero aunque dormida, puedo descubrir una sonrisa en sus labios
y cómo su cuerpo se arquea siguiendo mi caricia para prolongar el
contacto...
- Ahh... cariño, vas a hacerme perder la cabeza...
Resigo
en dirección ascendente de nuevo hasta sus pezones. “Ahí, deseo lamerla
justo ahí”... y antes de formular esa frase en mi mente, mi boca aborda
su pecho, lamiendo despacio sus curvas hasta alcanzar el pezón
endurecido. Lo muerdo, arañando ligeramente su piel, y lamiendo una
pequeña gotita de sangre que explota en mi boca llevando mil descargas
en mi interior hasta mi pene. Paso una pierna a su alrededor hasta
situarme sobre ella, apoyando mi peso en ambas manos al lado de su
cabeza y resigo despacio y concienzudo ambos pechos hasta dejarlos
hinchados, sonrosados y mojados. Justo entonces mi princesa se despierta
perezosamente de su letargo, estirando su cuerpo y buscando
inconsciente con sus manos mi cabeza rapada enterrada entre sus pechos,
justo sobre el latir de su corazón...
Alzo la vista con una sonrisa y las cejas levantadas. Ella sonríe ante mi mirada traviesa, descubierto en plena invasión.
- Hola preciosa... te he despertado...?
La cicatriz de mi labio se tensa en una mayor sonrisa, haciéndose casi imperceptible.
- Tengo hambre de ti...
Antes
de que pueda responder, asciendo entre sus pechos, besándolos renuente a
modo de despedida, con una mueca de desagrado por dejarlos que la hace
soltar una carcajada. Me gusta verla reír... oírla reír!!! Suena como
música!!! Y mi boca atrapa la suya, comprobando satisfecho cómo su
lengua busca la mía, primero con timidez y luego con avidez. Mi mano
acaricia su costado hasta sus muslos, separándolos ligeramente para
permitirme invadir la calidez de su sexo. Sus caderas se curvan buscando
mi contacto y ronroneo de placer en su boca.
- Así,
preciosa... dime qué es lo quieres que te haga... tenemos toda la
noche... y no vamos a salir de esta habitación hasta que la caída del
sol nos reclame...
Sus manos, decididas, se posan en mi
miembro, haciéndome sisear y responderle con un beso más fiero, casi un
mordisco en su boca. Ruedo sobre mi espalda y la coloco sobre mí. Quiero
que se sienta libre de dictar ella el ritmo... Su cadera se alza y sus
pequeñas manos guían mi miembro justo hasta la entrada de su sexo,
haciéndome elevar la pelvis a su encuentro. Su pelo cae libre, golpeando
sus pechos mientras su cuerpo se balancea, cabalgando sobre mi vientre.
Santa virgen... no creo que aguante mucho viendo su precioso rostro
contraerse de placer a cada embestida.
- Mírame, Selena. Mírame cuando te corras, quiero verte llegar y perderme en tu mirada...
Sus
manos han caído sobre mi pecho, sujetándose y arañándome a cada
movimiento y las mías se anclan en sus nalgas, acompañándola en cada
viaje arriba y abajo de mi miembro.
- Aquí es donde estamos, mi vida... y no deseo otro lugar en el que pasar el resto de mis días que dentro de tu cuerpo...
Ella
acelera el ritmo de sus caderas aproximándose al orgasmo y sus ojos se
clavan en los míos, completamente abiertos, mientras todo su cuerpo se
tensa, sintiendo sus músculos prietos a mi alrededor, forzando mi propio
orgasmo y liberándome en su interior hasta llenarla por completo. Mi
boca busca la suya y muerdo su lengua, dejando que su sangre fluya en
nuestras bocas esos segundos antes de cerrarse la herida. Su cuerpo
lentamente suaviza los espasmos hasta apoyarse completamente en mi
pecho. Acaricio su pelo, su espalda, sus redondos glúteos sobre mis
muslos una y otra vez entre mis brazos. Sus ojos se han cerrado apoyando
su cara sobre mi torso, aunque sé que no está dormida.
-
Selena... quiero que celebremos una ceremonia de emparejamiento. Quiero
que seas mi shellan a los ojos de todos, de Nalla y de la Virgen
Escriba.
Ella levanta su cuerpo para mirarme a los ojos,
pero suavemente vuelvo a mantener la parte baja de su espalda sobre mi
vientre. No quiero salir de ella todavía, quiero volver a tomarla cuando
me diga si me acepta para sellar nuestra unión. Ella ha sido una
elegida reconocida durante muchos siglos y no quiero que absolutamente
nadie, pueda dudar que es una hembra de valía. Quiero su nombre en mi
espalda, bajo el de Bella, sellado, y el de Nalla. Sé que está bien y
que ella lo hubiera querido así.
- Quieres ser mi compañera y mi amante para el resto de nuestros días...?
Mientras
mi cuerpo revive el increíble placer que Zsadist me enseñó hace apenas
una hora, una verdad se abre camino en mi mente y en mi alma: Aunque
nunca me sentí amenazada, dada mi condición de Elegida y protegida de
la Madre, nunca, hasta este momento, me he sentido realmente segura.
Los brazos de mi amante, su cuerpo creado para la protección y la
defensa, su alma pura en un cuerpo herido mil veces en las distintas
batallas que la vida guardaba para él, su promesa de quererme y velar
por mí... son mi hogar, el lugar en el que nada ni nadie podrá dañarme,
porque ya no estoy yo sola en el mundo, ya no soy yo sola frente al
futuro. Y esta certeza baña mi alma mientras miro sus ojos de un claro
amarillo que pocas veces asoma a la superficie; mientras le siento
vaciarse en mi interior con absoluta entrega, sin guardarse nada para
él, sin sombras ni dudas de ninguna clase.
Su petición me
pilla por sorpresa... sé que es un macho de valía y que no mancillaría
mi honor ante la sociedad pues, aunque a él no le importe lo que los
demás piensen de él, sí lo hace cuando se trata de Nalla o de mí. No
quiero que sea mi honra la que le obligue a tomarme como shellan; no
necesito eso, porque lo tengo todo si tengo su amor y el de nuestra
niña, pero soy consciente de que no me permitirá vivir a su lado sin
conseguir para mí la aceptación de todos los que nos conocen y la de
los que no me importan en absoluto. Siento cada latido de su fuerte
corazón, cada respiración profunda que eleva su pecho ancho y poderoso
bajo mi mejilla y, por un segundo, mis dedos dejan de jugar con el
piercing de su pezón y se detienen en su exploración satisfecha y
saciada. Intento levantarme, pero su mano me acaricia con suavidad y
presiona ligeramente para impedírmelo; nuestros cuerpos continúan unidos
y puedo sentir su sexo todavía ensanchándome, a pesar de que acaba de
liberarse dentro de mí. La sensación es lo más especial que he sentido
nunca y tampoco yo deseo romper el contacto, pero no sé si es justo
para él que le exija todavía más de lo que me ha dado. Alzo mi rostro
buscando su mirada mientras mi cabello se derrama sobre su torso. Mis
dedos ascienden a recorrer el contorno de sus labios, su nariz, la
cicatriz que rompe su hermoso rostro en dos, y acabo acariciando el arco
elegante de sus cejas mientras mis ojos se clavan en los suyos.
-
Soy tuya en todas las formas que realmente importan, Zsadist: En
cuerpo y alma, en corazón y pensamiento. He vivido negándome la
felicidad por trescientos años; ahora quiero vivir a tu lado los años
que me queden, y ser tu hembra, tu shellan, por tanto tiempo como la
Madre nos conceda. Sabes que no preciso ceremonias ni promesas firmadas,
ni siquiera un anuncio público, salvo el que atañe a Nalla , pero si
tú deseas hacerlo oficial... Sí, quiero. Quiero ser tu compañera y tu
amante por el resto de nuestros días.
La emoción me vence y
aparto la vista para que no vea mis lágrimas; intento vano, ya que
puede olerlas sin problema, pero siento que no es momento para llantos,
y no comprendo cómo, en el momento más feliz de mi vida, puedo
sollozar como una chiquilla... quizás se deba a que nunca fui feliz
antes de ahora y no sabía que la dicha podía desbordarse a través de
los ojos, incapaces de contener la emoción, y sellar la felicidad de un
instante con la sal de las lágrimas. Abrazo su enorme pecho sin poder
casi abarcarlo y dejo que las gotas saladas caigan sobre su piel. Él
mejor que nadie puede comprender, quizás, lo que siento en estos
momentos; él, que estuvo perdido cien años, pensando que no era de
nadie, que no tenía a nadie.
- Mi familia, Zsadist... Nalla y tú... mi familia.
Con
un dedo alzo su barbilla escondida en mi pecho y la miro a los ojos,
llenándome de ese azul cielo que los pinta. Sé que los míos son ahora
amarillos, porque me siento de nuevo en paz. Demasiados sentimientos
que expresar sólo con palabras...
Beso una a una sus lágrimas y
lamo el rastro mojado con sabor a sal que cae por sus mejillas hasta
que su boca se curva en una sonrisa. Atrapo entonces muy despacio sus
labios, lamiéndolos, bebiéndolos, amándolos sin prisa. Sujeto sus
nalgas sobre mis caderas, que empiezan a moverse muy lentamente,
saliendo despacio de su interior para volver a entrar con la misma
lentitud... cada roce es un cúmulo de sensaciones, soy consciente de la
unión de nuestros cuerpos, pero también de las palabras dichas y no
dichas, de los sentimientos que cuentan nuestras miradas, nuestras
caricias... todos ellos son susurros de futuro, de compañía, de unión,
de familia, de amor...
- Nunca más solos...
Es
un suave murmullo en su oído, justo al despegar mis labios de los
suyos. Mis caderas siguen bombeando en su interior. Ella alza su pelvis y
desciende de nuevo con igual laxitud, prolongando el momento, sellando
promesas. Su cabeza cae hacia atrás en un jadeo, levantando con ello
sus pechos hacia mí. Introduzco uno en mi boca y con la otra mano
masajeo el otro, excitando su duro pezón. Mi lengua recorre ese botón
endurecido, succionando como si fuera mi fuente de vida... cuando la
proximidad al orgasmo nos lleva a acelerar el ritmo de nuestras caderas,
mis colmillos explotan en mi boca y rasgo la piel de su pecho para
beber otra vez de ella. Ella se tensa, y espero hambriento cómo todos
sus músculos se contraen sobre mí y en torno a mí. La sensación de su
cuerpo liberándose sobre el mío, su gemidos culminando en un grito de
placer, sus uñas clavándose en mis hombros, su pelo cayendo como una
cascada sobre mi rostro clavado todavía en su pecho, es infinitamente
mejor que cualquier vez que imaginé tomarla en todos estos meses...
Joder!!! Abandono el mordisco sólo para gritar su nombre mientras me
corro en su interior, acompañándola en sus espasmos, haciendo que gima
acompasada a mis embestidas finales, a mi voz ronca diciendo su nombre
sobre sus labios. Sus manos cubren mis mejillas y sus labios besan el
recorrido de mi cicatriz, llevándome a ensancharme de nuevo en su
interior cuando todavía no han cesado los estremecimientos. Mis
colmillos siguen afilados impidiéndome cerrar la boca y ella los resigue
con su pequeña y osada lengua. Santa Virgen, voy a volver a tomarla o
el dolor va a obligarme a tener que darme placer a mí mismo para
culminar. Mi gata se ha vuelto salvaje y juguetona ante mi reacción
fiera. Nuestros cuerpos, tensos todavía tras el último orgasmo, se
aceleran al unísono al encuentro del siguiente. La hago rodar en la cama
hasta colocarme encima de ella, separo sus rodillas manteniéndolas
flexionadas y embisto con fuerza hasta el final. Ella grita pero sus
ojos me dicen que no es de dolor. Su sonrisa se curva y mi polla embiste
de nuevo más fuerte, mordiendo sus labios, su barbilla y su cuello, en
el que dejo pequeños rasguños en su fina y brillante piel, perlada
ahora de sudor y caliente como el fuego. Beso desesperado sus pechos
sin dejar de empujar con fiereza en su interior una y otra vez. Tan
sólo se escuchan nuestros jadeos y el sonido de nuestros sexos
deslizándose uno contra otro como las olas chocando contra las rocas.
Toda su piel se ha vuelto resbaladiza, y la sujeto firme por la parte
baja de la espalda para evitar que se mueva en sus propias embestidas.
- Muérdeme, Selena!!! Quiero estar completamente dentro de ti!
Jamás
pensé que pudiese ser así; nunca imaginé que mi cuerpo buscaría el de
un macho, desesperada por un contacto aún más íntimo, por una unión más
intensa y totalmente fuera de control. Es Zsadist el que mantiene el
ritmo, la cordura, el que me guía paso a paso en esta nueva experiencia
que esperaba con cierto temor y que se ha convertido en lo más
exquisito que mi cuerpo y mi mente hayan sentido alguna vez.
No
hay miedo, no hay vergüenza de ningún tipo entre sus brazos ni nada
que no desee o no me atreva a llevar a cabo. Sé que me desea, que
encuentra en mí el mismo placer que me proporciona, y eso me da toda la
seguridad que necesito. El placer ha sido tanto y tan intenso que sé
que no resistiré mucho más sin colapsar de puro agotamiento, pero un
último orgasmo se anuncia en su movimiento firme y rápido en mi
interior. Verle cerrar sus ojos de puro placer, sentir su peso
contenido sobre mí, gemir a cada embestida dentro de mi cuerpo, me hace
sentir que estoy al borde de un precipicio, lista para probar mis
nuevas alas y sin miedo alguno, pues es mi guerrero, mi Zsadist, el que
me acompaña en este viaje. Me dejo llevar escuchando su orden y mis
colmillos se disparan en mi boca buscando la vena que palpita en su
cuello. Me hundo en ella y el sabor de su sangre me hace jadear con un
placer multiplicado por cien, por mil... siento su fuerza renovándome,
curándome, aliviando el ardor y el ligero dolor entre mis piernas hasta
dejar sólo el goce que mi amante me proporciona. Sus embates se hacen
más rápidos y profundos y yo me dejo arrastrar en un orgasmo que me
deja sin fuerzas, desmadejada como una muñeca bajo su pecho y
estremeciéndome todavía con los últimos latigazos de un placer que
nunca me hubiese atrevido a soñar. Siento, al mismo tiempo, el placer
de Z convulsionando lentamente, en espasmos cada vez más espaciados,
hasta que su respiración recupera cierta normalidad y sus labios besan
mi rostro con ternura y una delicadeza insospechada en un guerrero
letal y feroz.
Se ha tumbado a mi lado, abrazándome
dulcemente, y yo apoyo mi cabeza en su torso, acariciando arriba y
abajo, muy despacio, cada músculo, cada plano duro y firme de su piel
bajo mi mano, desde su cara marcada, que atrapa mi mirada enamorada,
hasta su vientre liso, sin un ápice de grasa, y descendiendo, osada y
curiosa, a tocar su miembro ahora ya casi fláccido, pero que conserva
un tamaño que sé poco habitual en los machos de la raza. Mi amante me
deja explorarle con una sonrisa satisfecha y yo miro sus ojos, ahora de
un intenso amarillo, preguntándome si mi inocencia le resultará
graciosa o mi curiosidad molesta, pero comprendo que no es así.
Extiendo mi mano al completo sobre sus pectorales, intentando abarcar
con mis dedos toda la superficie posible, y los dejo resbalar
escuchando el sonido del roce de dos cuerpos que se aman. Su piel, al
igual que la mía, está húmeda de sudor, con gotitas que resbalan hacia
los lados por la fuerza de la gravedad. Asomo mi lengua y atrapo una de
ellas antes de que se pierda en las sábanas.
- Nunca me
cansaré de tu sabor, Zsadist. Es como tener en mi boca el mar y el
bosque al mismo tiempo y, ahora que lo he conocido, que sé lo que
puedes hacer en mi cuerpo, me resultará muy difícil mantenerme alejada
de ti...
Su sonrisa me indica que no le importa demasiado
saberme ansiosa por él, excitada por él; incluso podría pensar que le
gusta saber que su hembra es una perversa y libidinosa adicta a su
cuerpo.
- No sé cómo consiguen las demás parejas bajar
alguna vez a comer con los demás. ¿Crees que volveré a ser una hembra
recatada y sensata en algún momento de los próximos tres siglos?
¡Porque te juro que, ahora mismo, sólo puedo pensar en dormir varias
horas seguidas y en repetirlo todo de nuevo!
He
de contenerme para no saltar encima de ella de nuevo cuando su pequeña
mano envuelve mi sexo. Santa Virgen! Me siento como cuentan que se
sienten los machos recién transformados, siempre dispuestos!!! Sonrío
ante su curiosidad y la dejo explorar sin mover un músculo más que mi
miembro, de vuelta erecto bajo sus caricias... Me gusta su mirada al
saberse dueña de mí, de lo que me provoca y de la propia reacción de su
cuerpo ante mi respuesta... Suelto una estruendosa carcajada haciendo
retumbar su cara y sus pechos sobre mi abdomen.
- No sé qué hacen el resto de miembros de nuestra familia en la intimidad... sólo sé lo que yo querría hacer contigo...
Mi mano acaricia el lateral de sus pechos, todavía hinchados y seguramente doloridos.
-
Una y otra vez... Aunque creo que si desapareciéramos por mucho
tiempo, cierta personita no tardaría en echar la puerta abajo si fuera
necesario...
La beso en la arruga que se le ha formado en
la frente, alisándola con los labios hasta que la sonrisa en su rostro
hace desaparecer ese ceño fruncido.
- Todavía quedan unas horas para el anochecer...
La arropo con las sábanas sin dejar de sostenerla sobre mi pecho.
-
Duerme un rato, princesa. Quiero volver a hacer eso que tanto te gusta
un par de veces más antes de ir a buscar a Nalla a la mansión...
Me
dejo arropar con una sonrisa; me siento segura entre sus brazos, como
si ni siquiera la vida real pudiese alcanzarme mientras Zsadist me
proteja, pero sé que es una impresión engañosa, que la vida real nos
espera ahí afuera y no entiende de amantes ni de sueños cumplidos o por
cumplir. La alusión a Nalla me recuerda que, a partir de ahora, seré
más que una amiga, si ella me lo permite, y seré más que una ex elegida
sin hogar ni lazos ante todos los que nos conocen. Suspiro contra su
piel, apoyando mi mejilla en su pecho y permitiendo que las caricias
lentas de sus manos me relajen y me conduzcan lentamente hacia el
sueño. Su olor me atrapa, me rodea, penetrando a través de mis poros y
marcándome como suya; sus brazos me cobijan dándome la bienvenida al
hogar que hemos construido juntos y dejo que todos los miedos, las
dudas, los futuros posibles se alejen por unas horas más.
-
Quiero estar contigo cuando se lo cuentes a Nalla, si te parece bien.
Necesito ver yo misma su reacción para saber que no le lastima que me
convierta en tu compañera. No sé si lo entenderá, Zsadist... ¡es aún
tan pequeña!
Supongo que mi macho no se dará cuenta, pero
vuelvo a sonrojarme al pensar en los detalles que implicará la
convivencia a partir de ahora.
- ¿Prefieres que siga en mi cuarto por un tiempo o...?
No continúo con mi pregunta porque su abrazo se estrecha aún más y alza mi rostro para mirarme a los ojos.
-
No me importa, de verdad, si crees que es lo mejor por ahora. Puedo
visitarte a menudo, si te apetece - sonrojada de nuevo, pero sincera,
como he prometido a mi guerrero- yo sé que sí me apetecerá... muchas
veces.
Mi ceja se
eleva cuando la oigo titubear sobre dormir en su cuarto. Ni siquiera me
mira y ha bajado la mirada. Alzo su barbilla hasta que sus preciosos
ojos azules se posan en los míos.
- Selena, no sé si tus
padres están vivos y quizás hubiera tenido que expresarle a Phury, en
sustitución, mis respetos e intenciones hacia ti, pero.... *mi sonrisa
es juguetona y traviesa* creo que ya es un poco tarde para eso...
Mi dedo índice se pasea por la curva de sus senos en una caricia suave que hace endurecer sus pezones y gruño complacido.
-
No le tengo apego a esta habitación ni a ninguna cosa que haya en ella
en realidad, así que si quieres podemos “dormir” en la tuya o en
cualquier otra de la casa, pero si piensas que no voy a querer tocarte
hasta que esto sea “oficial”... ni lo sueñes...
Mi tono es
jovial y enfatizo algunas palabras que la hacen sonreír y hasta
ruborizarse. Santa Virgen, como adoro ese rubor que tiñe sus
mejillas... La beso en la frente acunándola en mis brazos como haría con
Nalla.
- Venga, nena, si no te duermes ahora voy a volver a tomarte y al final no habrás descansado nada cuando se ponga el sol...
Beso
sus labios con ímpetu, pensando en las ganas que tengo de volver a
hacerle el amor pero me freno. Necesita dormir un par de horas al menos
o la noche va a ser muy larga.
- Estoy seguro de que
Nalla va a adorar la idea de tenerte aquí para siempre... No sé si va a
entender bien lo que implica que seas mi compañera, pero seguro que va
a acostumbrarse a nuestras muestras de cariño y con el tiempo
entenderá...
No hay
mucho más que decir en este momento. Cierro mis ojos con una sonrisa
cruzando mi cara mientras pienso que, como amenaza, lo de volver a
hacerme el amor no funciona demasiado; no cuando lo estoy deseando yo
también, pero comprendo que mi cuerpo no está acostumbrado y reconozco
ante mí misma que estoy dolorida y siento cierto escozor en lugares
demasiado íntimos para nombrarlos. Pienso en Phury escuchando la
noticia, en Nalla, en todos los Hermanos y sus shellans, y algo en mi
interior me dice que todos se alegrarán por mí, pero sobre todo por
Zsadist, por el fin de su duelo, el fin de su soledad y su dolor. Sé
que, al menos las primeras veces, cada vez que Z me toque en público
voy a pasar de repente al escarlata más profundo, pero eso es algo con
lo que tendré que lidiar sola. Es natural para los machos vinculados
mostrar su afecto en público, sea besando, acariciando o, simplemente,
sosteniendo a su pareja en su regazo para darle de comer, como hace
siempre el rey con su shellan. Y una parte de mí, aunque nunca lo
reconocería ante nadie, se siente terriblemente orgullosa de haber
conquistado al macho más maravilloso, al guerrero más oscuro y letal de
la Hermandad, a un macho de su valía, y de haber conseguido traerlo
desde su mundo de miseria hasta la vida nuevamente. Acaricio su pecho
cada vez más lentamente porque siento que me deslizo hacia el sueño sin
poder evitarlo. Justo antes de dormirme del todo, susurro contra su
piel acomodándome más estrechamente entre sus brazos.
- Tu cuarto, amor; he soñado mucho tiempo con él. Será en tu cuarto...
Su
afirmación es casi un susurro contra mi pecho. Sonrío y beso sus
cabellos, que siento cosquilleando esparcidos sobre mi piel,
produciendo suaves picotazos en cada fibra nerviosa, que lleva una
información de posesividad a mi cerebro, calidez a mi corazón y un
oscuro deseo directamente a mi entrepierna...
Mientras la acuno en
mis brazos su respiración se va suavizando hasta quedarse plácidamente
dormida y sonrío orgulloso, guardando mi tesoro y velando sus sueños.
En
pocos días mi vida ha dado un giro completo. Y sé que desde que se
apeó de ese tren, era ella la que estaba destinada a despertarme de ese
letargo de sentimientos con el que aprendí a vivir desde la muerte de
Bella. Jamás creí que nadie, salvo Nalla, llegaría a despertar mis
instintos de protección, mis deseos y la alegría de esperar un mañana
con ilusión... Sé que no le estoy siendo infiel al recuerdo de Bella, sé
bien la promesa que nos hicimos cuando ni siquiera creí que pudiera
ser posible perderla, y sé que ella hubiera querido que esto pasara.
Respiro hondo, impregnándome de su aroma, y me siento en paz. Es ella la
que ha aplacado mis ansias, mi dolor, mi necesidad de sangre, mi
furia... Y de repente me siento deseoso de compartir con Nalla estos
sentimientos, de dejarla ser una niña feliz de nuevo. De oír sus risas
invadiendo la casa y verlas cuchichear. De alzarlas en brazos y amarlas
sin reservas. No más penas, no más sombras, sólo vida...
-
Duerme, princesa. Cuando despiertes quiero hacerte el amor, quiero
contárselo a la niña y hacerte mi shellan ante los ojos de la Virgen
Escriba. Duerme, amor...
Mis dedos resiguen su espalda en
suaves caricias hasta la perfecta curva donde empiezan sus nalgas una y
otra vez hasta que esa sensación de calma y paz me hace sumirme en un
dulce sueño. El primer sueño relajado en mucho, mucho tiempo...