jueves, 15 de marzo de 2012

12. Muñecas y Cicatrices





Mis ojos amarillos se abren de golpe ante su voz, enfoco mis pupilas y lentamente la imagen se hace clara, sí, es ella... no ha sido un sueño... mis brazos se alzan a su cuello al tiempo que ella misma se inclina hacia mí para alcanzarme con una inmensa sonrisa, esa que tanto adoro, esa que tanto había añorado... De repente todos mis recuerdos vuelven a mi mente y me doy cuenta de que ha sido real, y no sólo un sueño lo que hemos vivido estos días al lado de Selena...
Mientras la estrecho entre mis brazos hundo mi nariz en su pelo y su olor a nube me embriaga. Alzo la vista y veo a papi apoyado en la mesilla, con los pies y brazos cruzados y una maravillosa sonrisa. Algo en él ha cambiado, su sonrisa es más intensa, su color de piel más rosado, sus ojos brillan más, y sus brazos, aunque cruzados debieran parecer en tensión, se ven relajados... Unas lágrimas se resbalan por mis mejillas incapaz de contenerlas... sorbo con la nariz fuerte y Selena me aparta para mirarme, preocupada; ella también está más guapa, más... feliz... Los miro a ambos y sonrío entre sollozos; acepto sus caricias y asiento a su pregunta. Me toco la barriga y suelto una carcajada.
- Ruge como un león!!!
Todos se ríen y vuelvo a mirar a Selena.
- Papi ya me deja vestirme sola, pero... *agarro sus brazos con fuerza como si temiera que fuera a esfumarse* me bañarás tu esta vez...?
Papi se acerca a besarme y, tras intercambiar miradas con Selena, sale de la habitación; pero cuando está la puerta a punto de cerrarse su cabeza aparece de nuevo por la rendija.
- No quiero estorbar las charlas de las señoritas, pero cuando estén listas y tengan el gusto de bajar, las estaré esperando abajo, en el comedor... Me concederían el honor de tomar la última comida con este servidor...?
Suelto una carcajada, él nos guiña un ojo y cierra despacito la puerta sin esperar respuesta. Miro a Selena entusiasmada y expectante y antes de que se levante de la cama vuelvo a estrecharla conmigo muy fuerte, posando mi mejilla en su pecho, cerca del latir de su corazón, que bombea alto y claro.
- Me alegro tanto de que estés aquí...



Observar el despertar de Nalla es como ver salir el sol; lo he visto en la televisión de la mansión, en alguna película que me ha puesto Lassiter, y realmente no encuentro otra forma de describir lo que siento al ver sus ojitos amarillos iluminar todo el cuarto con su brillo. Me abraza con toda la fuerza de sus pequeños brazos y mis labios se posan en su pelo con ese olor único que me hace suspirar feliz pensando en el hogar.Sus lágrimas me preocupan, pero enseguida comprendo que son la respuesta a la felicidad que la embarga, no un síntoma de tristeza o dolor. Zsadist sale tras darle un beso y se asoma de nuevo por la puerta para lanzar su invitación, relajada y graciosa como nunca le había visto. Lo que ha sucedido en su cuarto hace unos minutos se nota en su actitud y su aspecto, y supongo que lo mismo sucede conmigo. Nalla se frota la barriguita con movimientos circulares y respondo a su pregunta con un asentimiento enérgico.
- Claro que sí, mi niña. Venga, culete arriba, ¡a la bañera!
Con una carcajada se lanza a mis brazos y la estrecho con fuerza.
- Yo también me alegro mucho de estar aquí, cariño. No podía vivir más tiempo lejos de vosotros.
Ya está. Lo he dicho. No sé si se ha dado cuenta de que he incluido a su padre en la frase, pero es lo que siento y mi respuesta ha sido espontánea. Con ella en mis brazos, anclada a mi cuerpo con brazos y piernas, abro los grifos de la bañera y vierto el gel espumoso que he olido en ella anteriormente. Con la mano agito la superficie del agua rápidamente y la espuma se multiplica al punto de hacerla reír a carcajadas. Recuerdo que cuando era bebé le gustaba jugar a comérsela y tenía que limpiarle la boca cada dos minutos cuando se quedaba a mi cuidado... ¡cómo he echado de menos esos momentos! Ahora voy a construir recuerdos nuevos, sin mirar atrás, sin recordar lo que era y no volverá a ser. Mi niña ha perdido lo más querido en esta vida, al igual que su padre, y nada ni nadie podrá reemplazar jamás a Bella, pero puedo ser su amiga, su hermana, la hembra que más la ame después de su mahmen, todo lo que ambos me permitan ser.Cuando el agua está en su punto y la espuma a punto de alcanzar el borde de la bañera, meto a Nalla dentro entre risas y brincos.
- Estate quieta, renacuaja, que me estás poniendo perdida y no tengo tiempo de cambiarme de nuevo. Tu padre nos espera y no vamos a llegar tarde, sería una descortesía, ¿no crees?
Sinceramente, no la veo preocupada por ese tema. Chapotea y me sopla espuma hasta que mi pelo parece cubierto de nieve y tengo que soplar a mi vez para no tragarme sus pompas. Cuando termina el baño, se envuelve en su albornoz, la pongo encima de la cama y ordeno la ropita que ella se va poniendo como toda una señorita. Parece mucho mayor de lo que es realidad, actúa como una jovencita y me entristece pensar que en unos años dejará de ser niña... será como perder a mi bebé, aunque una parte de mí desea verla convertida en una joven hembra, verla vivir su vida feliz y libre, como yo nunca pude hacer. Me miro y me doy cuenta de que estoy empapada. Gracias a la Virgen, la casa mantiene una temperatura constante y no siento frío, porque no pienso cambiarme por un poco de agua jabonosa. La miro a los ojos y le pregunto muy seria.
- Muy bien, milady. ¿Lista para la cena?
Nalla asiente con una enorme sonrisa y salta a mis brazos. Engancha sus manitas en mi nuca y se apoya en mi cadera mientras abro la puerta y empiezo a andar despacio hacia el salón. Acaba de dejarnos, pero el simple pensamiento de verle de nuevo, me acelera el corazón y provoca que miles de mariposas dancen en mi estómago. Mi frase es un susurro destinado a darme confianza a mí misma.
- Vamos allá; no hagamos esperar a papá...



Antes de verlas ni oírlas mi corazón se acelera. Esa sensación que hace tanto que no sentía... aquí, justo en el medio del pecho, esa sensación que me dice que mi sangre se acerca... y sólo puede ser ella, por lo que hemos compartido hace apenas un rato. No pensé en las consecuencias, y estoy seguro de que ella también puede sentirme y sentir ese latir frenético en mis venas por su presencia... Respiro hondo un par de veces y, aunque el humo del cigarro impregna la estancia, las huelo nada más poner un pie en la escalera; mi niña y MI HEMBRA... No sé porqué he pensado eso, pero yo mismo lo he oído alto y claro en mi cabeza como si lo hubiera dicho en voz alta... Zsadist, demasiado tiempo solo con tus pensamientos... niego con la cabeza mientras sonrío a mi propia locura. Si pudieran leerme la mente ahora mismo, encontrarían mil elucubraciones contradictorias... Pero mi sonrisa se congela en el instante en que las veo. Nalla lleva un traje de gasa blanco precioso, con una mano sujeta la de Selena y con la otra va jugando a dejar volar las capas de su vestido en el aire.Selena lleva la misma ropa que llevaba hace unos minutos, pero su camisa está empapada y se transparenta la ropa interior de encaje, pegada como una segunda piel, a sus pechos firmes y tersos... dios bendito! Mi polla salta en mis pantalones de nuevo, riéndose de lo idiota que soy, o es que creía que después de beber de ella iba a dejar de atraerme ni un ápice...? Ahora, incluso siento su olor a nomeolvides más vívido que antes; se la ve radiante, sonrosada y preciosa... Me obligo a no mirarla más, sobretodo de cuello para bajo, y recibo a Nalla de un salto en mis brazos. Otra vez las faldas de su vestido vuelve a protegerme de mi evidente excitación. Como si ella no pudiese olerlo...
Mientras llevo a la pequeña en brazos a su silla, Nalla hunde su nariz en mi cuello y empieza a olisquearme la camiseta. Involuntariamente aparto mi cuello casi bruscamente de ella, nervioso porque ella pudiera oler lo que emana de mis poros, aunque nisiquiera entendiera lo que significa... Pero me mira con esos ojos grandes y amarillos, brillantes y sonrientes y me susurra al oído, que evidentemente nuestra acompañante oye perfectamente...-”Hueles a Selena”- me sonríe, me besa y la dejo atónito en su sitio..
Paso por al lado de Selena y le retiro su asiento, esperando para acercarla a la mesa. Sé que tan sólo es una madera la que impide que me vea, excitado como estoy; y que cuando la deje en su sitio va a poder verme perfectamente mientras me dirijo a mi asiento. No puedo hacer nada por evitarlo, ella es una hembra adulta y preciosa, y ha de saber lo que provoca en los machos... ha alimentado a algunos de mis hermanos e incluso a los chicos... y dudo que Qhuinn haya sido discreto precisamente... un gruñido se escapa de mi pecho tan sólo de imaginarlo... Apago el cigarrillo y me siento a la mesa, intentando echar esos pensamientos de mi mente y disfrutar de la compañía...
- Está preciosa mi princesa hoy... *Nalla se sonroja y suelta una carcajada de satisfacción* Creo que vas a tener que pedirle a Selena que te ayude a vestirte más a menudo, está claro que ella, como tu mahmen, tiene mejor gusto que yo eligiendo ropa...
Nalla sonríe al oír que nombro a su mahmen en la mesa, y no sólo en su habitación al acostarse o en medio de una pesadilla, cuando le cuento lo bonita, perfecta y buena que era para distraerla. Miro a Selena, esperando no haberla incomodado, pero me parece vislumbrar una ligera sonrisa bajo su sonrojo. He de decirle más a menudo lo bien que le sienta a Nalla tenerla a su lado... aunque no creo que sea capaz de decirle lo bien que me sienta a mí...


Entramos al salón entre risas y vueltas de bailarina, lo que hace un poco complicado el caminar con elegancia; mi mano sujeta la de Nalla en alto y ella va girando como esas muñequitas de las cajas de música, haciendo volar las capas de su vestidito de gasa. Me gusta verla reír, feliz y despreocupada, con sus carcajadas resonando en la casa como campanillas de cristal, reviviendo la alegría e iluminando el hogar que apenas conocía la risa de mi pequeña. De pronto me paro, casi sin darme cuenta, al encontrar la mirada fija de Zsadist clavada en nosotras; en un primer momento observa a su hija, lo sé por la expresión de increíble ternura que transforma su rostro, pero enseguida se convierte en una mirada intensa, ardiente, que parece quemar mi piel a través de la ropa... ¡La ropa! ¡Ahora lo entiendo! Bajo la mirada a mi blusa y comprendo que he cometido un error; tendría que haberme cambiado, pero no pensé que un poco de agua... puede ver mi sujetador, la única concesión a la coquetería que me permito. Beth me regaló un vestuario completo que incluía lencería de una tal Victoria no sé qué más, y lo cierto es que me pareció bonita.
Ahora mismo me pregunto qué le parecerá a Zsadist, si él la considerará también agradable a la vista o si no le gustará; absurdos pensamientos que no debiera relacionar con el padre de Nalla, el amante y triste viudo de la hermosa Bella, pero al fin y al cabo, si hay alguien en el mundo a quien me gustaría agradar es a él.
Toma a su hija en brazos y al acercarse a nosotras puedo percibir su olor, el intenso aroma que desprende su cuerpo como el calor que irradia su enorme presencia cerniéndose sobre la pequeña para sentarla a la mesa. Por el camino, no puedo evitar escuchar el comentario inocente y divertido de Nalla y un sonrojo profundo me cubre de pies a cabeza. Bien! yo también huelo a él, estoy segura, porque su presencia en mi cuerpo es fuerte, le siento correr por mis venas y siento mi sangrefluir por las suyas hacia su corazón, bombeando con tal intensidad que casi me parece oírlo latir.
Con la gentileza que le caracteriza, retira el asiento para mí y le miro sorprendida al escuchar un gruñido. No... me habré confundido, no hay motivo alguno para ello, que yo sepa. Ha apagado el cigarrillo y habla con Nalla. La palabra que más me llama la atención es el nombre de su shellan, la mahmen de mi pequeña, y me sorprende la naturalidad del comentario, sin dolor aparente, sólo un hecho constatado, un recuerdo alegre que sacar a la luz en familia... como si realmente conformásemos una.
- Bueno, Zsadist, todo el vestuario de Nalla es precioso, así que es casi imposible equivocarse. Lo que sucede es que a las chicas nos gustan los volantes y los vestidos de princesa, cuanto más vuelo, más guapo será el príncipe que nos saque a bailar
Nalla se ríe de mis tonterías mirando a su padre y haciendo muecas graciosas que me hacen reír también a mí.
- De hecho, creo que tengo uno en la maleta con metros y metros de gasa, puede que me lo ponga una noche de estas y organicemos un baile de salón... en el salón. ¿Qué te parece, pequeñaja? ¿Bailando hasta el amanecer, tú, yo y los príncipes encantados?



Sé por su expresión al pronunciarlo, que Selena se ha extrañado de que nombrara a la mahmen a Nalla, pero la sonrisa de la pequeña vale el esfuerzo y el dolor en el pecho para aparentar normalidad.
La cena transcurre entre cuentos de príncipes encantados, besos y sapos y vestidos de gasa blanca. Creo que dejé de escucharlas hace un rato y tan sólo sonrío mientras las miro. Enciendo un cigarrillo y me permito unos instantes de paz alejando de mis pensamientos el dolor que siento en el pecho cada día y a cada instante... Verlas, oírlas, olerlas, sentirlas... me hace sentir en casa de nuevo y puedo creer que somos una familia... Nalla es realmente feliz... y creo que Selena también lo es a su lado. Aunque los adultos podamos enmascarar la pena con una sonrisa, sé que la suya es de verdad y adora a Nalla. Sigo sin entender la razón por la que está ella aquí. No puede ser sólo idea de Wrath para controlarme, ni siquiera Phury mandaría a una elegida conmigo a mi solitaria morada... y ella me ha dejado claro que no es ya una elegida...
Mis pensamientos divagan entre el marco de sus risas hasta que sus preguntas y ruegos me sacan de mi ensoñación. Nalla está sobre mis rodillas pidiendo poder jugar un rato los tres antes de acostarse;Selena me mira con una sonrisa en la boca y una mirada curiosa, como si sus ojos quisieran saber donde andaban mis pensamientos... Miro la hora y arrugo la frente, pero Nalla protesta con mil mimos y acabo aceptando entre carcajadas siguiéndola cuando nos coge a ambos de las manos arrastrándonos hasta el sofá, donde nos sienta uno al lado del otro. Sé que es pequeña y no entiende los impulsos del deseo, pero el simple roce de mi cuerpo a su lado mezclado con su aroma despierta de nuevo esas sensaciones olvidadas en mi cuerpo y tan presentes desde que ella está con nosotros... No quiero engañarme con respecto a sus sentimientos, sus azoros y sus palabras siempre amables para conmigo son sin duda fruto de su educación como elegida. Pero no puedo negar lo evidente que resulta para mí su presencia y su cuerpo menudo y suave rozando el mío... cojo un cojín del sofá y lo coloco sobre mi regazo cubriendo ese deseo, mientras Nalla desparrama las piezas de un puzzle sobre la mesilla. Nuestras manos se cruzan sobre el tablero en más de una ocasión, un leve roce, una pequeña caricia que enciende mi piel y me quema el pecho y la entrepierna... Mientras Nalla parlotea y vamos juntando las piezas del puzzle no puedo negar que sólo mi piel se eriza al tocarnos... qué es lo que estará sintiendo ella...?



Apenas soy consciente de lo que estamos comiendo, porque mi conversación con Nalla me abstrae y me lleva a comportarme, me temo, como una niña pequeña. Nunca, que yo recuerde, hubo demasiado tiempo para cuentos en mi infancia; desde que nacemos se nos instruye, aunque con cariño, en las obligaciones que nos esperan, en lo que hemos de ser hasta nuestra muerte. Escuchar ahora cómo la imaginación de mi pequeña se dispara, libre y feliz, creando mil historias y aventuras imaginarias, me lleva a desvariar olvidando, por unos minutos, la presencia de Zsadist a la mesa. Por unos instantes, como me pasa a menudo con ella, consigo olvidar que jamás se me permitió soñar, que mis primeros años fueron dedicados a repetirme que no era nadie de forma individual, que no era sino una pieza en un puzzle, sin valor a no ser que se viese la imagen totalmente montada. Ahora me sorprendo riendo e imaginando historias, inventando cuentos para hacer reír a mi princesita y soñando con un príncipe para mí misma, un príncipe marcado por el dolor, por un pasado terrible y un presente solitario... un príncipe con rostro y un nombre que acude a mi mente mil veces cada noche y que puebla mis sueños cada día.
Las súplicas de Nalla consiguen que aparte mi mirada de su padre, que fuma relajado y con aire ausente mientras nos pide que juguemos con ella antes de acostarse unas horas más. Supongo que estará pensando en su shellan, a la que ha nombrado hace un rato de forma sorpresiva. Dejamos la mesa y nos sentamos juntos en el sofá como dos muñecos obedientes que la niña ha colocado para jugar a las casitas, pero mi cuerpo no se siente de trapo o plástico ahora mismo... mi piel arde en cada punto de contacto con el de Zsadist. A través de la ropa puedo sentir la dureza de acero de los músculos de sus piernas, de esos muslos poderosos, y le observo colocar el cojín en su regazo. Reconozco mi ignorancia en muchos aspectos de la vida, pero no soy tan estúpida como para no entender lo que su gesto significa. Una sonrisa curva mis labios al imaginar, al atreverme a suponer que mi cercanía le afecta igual que a mí la suya.
Puede que cualquier hembra provoque la misma respuesta en su cuerpo, pero ahora mismo soy yo la que está a su lado, y mis dedos se demoran bajo los suyos mientras ambos acudimos a colocar las piezas del puzzle en el mismo hueco. Su mano cubre la mía con suavidad y me ayuda a encajar la pieza en su lugar. El mismo juego, el mismo gesto inocente se repite hasta que siento que el aroma de su piel se quedará impregnado en mi piel toda la noche. Apenas me atrevo a moverme, a respirar en profundidad, por miedo a que deje de tocarme, a que considere que el juego ha dejado de ser algo inocente. No es nada y lo es todo; no hay nada sexual en nuestro tacto, nada de lo que avergonzarnos, sino la confianza recién nacida entre los dos, la naturalidad de un contacto que ya no nos incomoda como antes.
El juego termina demasiado pronto para mi gusto, pero Nalla ha dormido pocas horas y necesita su sueño. Un pequeño bostezo que intenta disimular me indica que es la hora de irse a la cama de nuevo.
- Vamos, mi niña. Es la hora de dormir.
Se lanza a los brazos de su padre sujetándose a su cuello y enredando las piernas en su cintura. Su cabecita se apoya en el hombro de Zsadist mientras subimos la escalera. Al llegar a la puerta de su cuarto, dudo unos instantes. Me paro frente a ellos, sin saber qué hacer a continuación, si entrar o dejar que su padre la acueste. Zsadist atraviesa el umbral con ella y la deja sobre la cama mientras me mira interrogante.
- Bueno... ¿queréis escuchar el final del cuento? Si estás demasiado cansada lo dejamos para otro día, cariño, no pasa nada.



Hoy ha sido una noche dura; todavía siento el gusto de su deliciosa sangre en mi boca embriagando mis sentidos y fortaleciendo mi cuerpo que tanto he castigado hasta el ayuno extremo. Será así a partir de ahora...?La noto subiendo las escaleras tras nosotros. Es una sensación tan familiar que incluso podría acostumbrarme a ella; el cuerpo de mi pequeña en mis brazos y el aroma de Selena a menos de un metro de nosotros, acompañándonos en lo que hasta ahora era una empresa privada: tan sólo mi hija y yo, solos en nuestra rutina. Ahora ella llena ese hueco que ocupa una mahmen: en presencia, en palabras, en hechos y en amor. Dejo a Nalla con cuidado en la cama y me giro a observarla. Se ha quedado en la puerta, seguramente indecisa, sin el valor de acercarse más, y yo siento infinitamente que no lo haga; que no sienta la familiaridad y lo mucho que significa para nalla, (para mí!) el hecho de que comparta nuestras vidas. Pero... de qué me extraño? Si desde que está aquí no he hecho más que asustarla...?
La pequeña levanta su cuerpecito de golpe con un chillido de gozo al escuchar sus palabras. Sé que está exhausta, pero también sé que va a ser imposible quitarle esa idea de la cabeza, así que abro los brazos con una leve reverencia en dirección a Selena, invitándola a pasar, a entrar de nuevo en nuestras vidas, a cerrar el círculo de una noche en familia, una noche que podría ser más que un sueño...Me siento en la pequeña cama con Nalla en mi regazo procurando dejar un espacio, aunque es casi inexistente, para Selena.
- Su turno, bella dama. Estamos deseosos de adentrarnos de nuevo en ese cuento que tiene para nosotros...



Su comportamiento distendido, la nueva confianza que parece haber surgido entre nosotros, no impide que mis pensamientos y deseos me hagan sentirme, una vez más, tímida y nerviosa. Me alegra que no se gire mientras suben la escalera, porque de hacerlo observaría algo realmente curioso, por no decir ridículo: Me vería subir los escalones con los ojos cerrados y una estúpida sonrisa en el rostro...
Por primera vez, si me concentro, puedo sentirle; puedo sentir mi sangre corriendo por sus venas, y sé que seré capaz de localizarle allá donde vaya; jamás estará lejos ahora que ha bebido de mi vena, y siempre podré percibir su presencia... mi cuerpo entero se estremece de placer ante este hecho en el que no había pensado hasta ahora... tenerle conmigo de este modo, saber que con sólo cerrar los ojos y extender mis sentidos hasta él, podré ubicarle, incluso percibir su dolor y su calma, cualquier cosa que esté sintiendo en ese momento. Es absurdo, porque le tengo a un metro de mí, pero estoy deseando encontrarme a solas en mi cuarto y buscarle, fingir, quizás, que está a mi lado, tendido junto a mi cuerpo en esa cama solitaria que reclama su presencia aunque no sepa bien qué haría conmigo o qué haría con él; quizás sólo abrazarle, recorrer sus brazos con dedos lentos, dibujar sus cicatrices con caricias pausadas, permitirme ese contacto que evito con cuidado para no ofenderle, porque siempre supe que no soportaba que lo tocasen... sólo Bella, quizás su hermano en algún momento, o algún gesto casual de Mary, la shellan de su hermano Rhage; nadie más, nada más... Nalla es la excepción, por supuesto, y Zsadist parece disfrutar sobremanera de cada caricia y mimo de su niña, de cada gesto de cariño, de cada beso y abrazo que ella prodiga con generosidad.
Llegamos al cuarto de la pequeña y les observo desde la puerta. Soy testigo de una escena cotidiana, de una intimidad que hasta hace unos meses era sólo de ellos dos. Sé que seré bien recibida, no es eso lo que me hace dudar, sino el hecho de haber venido a alterar sus vidas por completo, sin derecho a ello; ser su amiga, su profesora, su niñera, incluso, es una cosa, pero reconozco que me he ido metiendo poco a poco en sus rutinas, también en las del padre, y son esas las que no tienen disculpa. Él no me quería aquí, no solicitó mis servicios para atender sus necesidades de alimentación, pero ya es tarde... no me siento capaz de alejarme de Zsadist, de Nalla, de la familia de la que me han permitido formar parte. Fingiendo una tranquilidad que no poseo, me acomodo como puedo en el pequeño espacio que me han dejado libre en la diminuta cama. Sé que en unos minutos el cansancio de la postura forzada nos llevará a un contacto que temo y anhelo a partes iguales. He tomado un libro al azar de la estantería; ¿qué más da, si el cuento no figura en ninguna página?. Lo abro mirándolos a ambos y, poniendo cara de suspense, empiezo a "leer":

‎"Sihrena estaba preocupada... su nueva e inseparable amiga jugaba con ella, sonreía, cantaban canciones juntas y le leía cuentos cada noche, pero la había sorprendido en más de una ocasión mirando, melancólica y silenciosa, por la ventana del cuarto. Una noche sorprendió una lágrima en su mejilla antes de que le diese tiempo a enjugarla. Era una niña, pero muy inteligente, más perceptiva que ningún adulto, y con una sabiduría que sólo poseen las almas antiguas. Se dio cuenta de que la muñeca hecha real, Dhariel, seguía necesitando algo que nunca había nombrado, algo que no quería confesar. Tras muchas noches de verla sufrir en silencio, la pequeña decidió encarar el problema: las mejillas de su querida amiga se humedecían cada vez más y más a menudo sin que nada pudiese frenar sus lágrimas.
- ¿Qué te pasa, Dhariel, por qué lloras? ¿No eres feliz conmigo? ¿Quieres regresar a tu hogar?
La niña pensó que quizás echaba en falta su casa, su mecedora, en la que se sentaba a mirar por la ventana.
- Ay, cariño... me hace muy feliz vivir contigo, nunca pienses lo contrario, es sólo que...
La muñeca-mujer bajó su rostro y su largo cabello rubio cubrió sus facciones ocultando una nueva lágrima que resbaló hasta sus manos unidas. Sihrena se arrodilló frente a ella, cogió las manos de su amiga con las suyas y le dijo bajito.
- Puedes contármelo, de verdad, no se lo diré a nadie... ¡si sólo te tengo a ti!
Al escuchar a la niña, Dhariel la tomó en sus brazos y la estrechó muy fuerte contra su pecho.
- Mi casa era solitaria y triste, mi niña. Los días eran iguales a las noches, las semanas iguales a los meses y cada año era un siglo de soledad. Pero... *su rostro se ilumina de pronto como la niña nunca vió* cada noche, al sonar las cuatro en el viejo reloj, en la casita de enfrente, en el otro árbol, veía tras el cristal a un macho maravilloso... un soldado fuerte y feroz que llegaba, herido y cansado, de proteger los bosques de cualquier amenaza que osase perturbar nuestra paz. Nunca nos hablamos, porque pertenecíamos a árboles distintos y yo nunca salí del mío hasta que te conocí, pequeña, pero... *se ruboriza de un modo encantador, con sus ojos brillantes y su voz cargada de luz y color* le miraba, ¿sabes? Simplemente le miraba hasta que desaparecía con las sombras. El resto de mi día y de mi noche consistía en esperar su regreso. Le echo en falta, Sihrena... es como si algo de mi interior se hubiese quedado allí, pero no te preocupes, de verdad... soy feliz a tu lado y nunca, nunca te abandonaré mientras me quieras contigo.
Con una caricia distraída volvió a mirar hacia el jardín, donde las hojas de otoño se arremolinaban alrededor de la fuente vacía. Sihrena se quedó pensativa un largo rato, besó a su amiga en la mejilla húmeda y fría y se puso su pijama favorito. Se metió en la cama y llamó a Dhariel para que fuese a dormir a su lado. Cuando pasado un rato largo oyó que su amiguita dormía profundamente, cerró los ojos con fuerza y susurró tres veces: A soñar, a soñar, a soñar!
Al abrirlos otra vez, la niña se encontró una vez más en el bosque y de nuevo recorrió el camino hasta su centro. En sus brazos, la muñequita que un día encontró descansaba ahora sonriente y rejuvenecida: sus rubios cabellos, pulcramente peinados, enmarcaban un rostro limpio y relleno de serrín nuevo y oloroso, con mejillas plenas bien pintadas de rosa y una boca de hilo rojo muy sonriente. Sus ropas elegantes, de tela cuidada y de elaborada textura, le daban un innegable aire de muñeca nueva y de buena familia. Sihrena entró en la casita, se dirigió a la mecedora y entonces comprendió la raíz del problema: Sobre el mueble de madera, balanceándose despacito y casi perdido en la enormidad de la silla, un corazoncito de trapo esperaba, solo y perdido, a que lo devolviesen a donde pertenecía. Estaba ajado y tenía un desgarrón que lo atravesaba de parte a parte esparciendo su relleno por la madera. Su primer impulso fue abrir el vestido de la muñeca y colocárselo, pero la conocía bien y sabía que no había hueco en el que meterlo y no podía hacer un agujero que sirviese a tal fin. Preocupada y sin saber cómo solucionarlo, salió de la casa y se encaminó al árbol siguiente. Como la vez anterior, llamó a la puerta, como la vez anterior nadie respondió, así que abrió lentamente, anunció su llegada y entró despacio. La sala era muy similar a la de la casa de Dhariel... de hecho, casi diría que era una copia de la otra. Sobre una mecedora, triste y solitario, mirando por la ventana hacia la casa de enfrente, un muñeco de trapo, un soldado con un uniforme de cuero negro, se mecía en silencio.
- ¿Puedes ayudarme?- preguntó la niña- Mi amiga se dejó aquí el corazón cuando nos fuimos y ahora no sé cómo colocárselo de nuevo... está triste y quiero devolverle la sonrisa.
Esperó y esperó, pero el soldado no dijo nada, ni la miró ni apartó su vista de la ventana. No sabía qué hacer, ni cómo resolver el problema, así que, siguiendo su instinto una vez más, cogió al muñeco bajo un brazo, a Dhariel bajo el otro, y volvió a la entrada del bosque: "A dormir, a dormir, a dormir!" y despertó de nuevo en su camita. Se levantó, fue al rincón de los juguetes, y depositó con cuidado, sobre un mullido cojín, las dos figuritas de trapo. Acomodó a su amiga lo mejor que pudo y estudió con cuidado al nuevo inquilino de su cuarto: Estaba lleno de parches y remiendos, seguramente hechos por él mismo, pues la factura no era muy delicada, y había perdido hasta el último de sus cabellos. Sihrena se encogió de hombros, pensando que algo tendría para gustar tanto a Dhariel, se acostó de nuevo y luchó por dormirse, porque sabía que los mayores milagros suceden mientras visitas el mundo de los sueños.
Escuchó una especie de murmullo, un siseo que no sabía explicar pero que no le daba miedo. Se desperezó despacito y en silencio y se dirigió de puntillas al rincón de los juguetes. Se sentó en el suelo y al observar la escena que allí se desarrollaba, lloró suavecito: El duro soldado, el guerrero poderoso, tenía en sus manos el corazón abierto y vacío de Dhariel. Tomó un pequeño cuchillo que llevaba en un arnés y se abrió un profundo corte en la cara. Comenzó a vaciar su propio relleno y a remeterlo con cuidado en el corazón de tela que tenía en sus manos. Después se arrancó el hilo que daba forma a su boca, y enhebrando con él una pequeñísima aguja, comenzó a coser el corazón con sumo cuidado, vigilando que cada puntada fuese perfecta. Cuando hubo terminado, quedaba tan poco hilo que no pudo cerrar su propia rotura. Tan sólo unas puntadas chapuceras que apenas conseguían mantener el relleno restante en su interior. Llevó el corazón reconstruido hasta el lugar que antes ocupaba su boca, pero había renunciado a su voz, a su palabra, para devolverle la vida a la hembra que amaba, y no pudo besarlo, como era su deseo. Sólo una lágrima de serrín de pino cayó desde sus ojos de botón y penetró la tela del corazón de su amada. Se durmió con él abrazado firmemente contra su pecho mientras su mano libre acariciaba el cabello de su muñeca perfecta.Sihrena volvió a la cama hipando y suspirando bajito para no alterar el sueño de sus amigos. Cuando despertó de nuevo, sonrió feliz... Dhariel había regresado, brillando de salud como nunca antes lo había hecho. En su pecho palpitaba una luz maravillosa que sonaba, al latir, como la voz de un ángel. Inclinada sobre la figura de un enorme guerrero, un macho inmenso que parecía ocupar toda la pequeña habitación, acariciaba con adoración su rostro, marcado por una larga cicatriz, y besaba dulcemente unos labios que la herida había deformado. Se acurrucó contra su pecho a esperar a que su soldado despertase, miró a Sihrena y le sonrió mientras cerraba los ojos... ahora sí lo tenía todo".



Escucho su voz mientras meso los suaves cabellos de Nalla. Hacia la mitad del cuento, siento su pequeño cuerpo relajarse sobre mi pecho y sé que se ha quedado dormida. Pero no voy a moverme, no voy a dejar que pare... beso a la pequeña en la coronilla y echo mi cabeza hacia atrás sobre los almohadones. Siento un ligero temblor en su voz cuando lo hago y respiro hondo cerrando los ojos, aspirando el aroma que emana de sus cabellos, de cada uno de sus poros. No es miedo ni repulsión; es quizás inquietud mezclada con esperanza, anhelo, deseo de algo inalcanzable para ella...? Las palabras del cuento se suceden una tras otra dando forma a una historia, que si bien el primer día creí que sería para agradar a Nalla por la similitud con la realidad, hoy hace tambalear mi seguridad y los muros que he construido en torno a mí y a mi corazón roto. Puede ella realmente anhelar mi compañía? Tanto daño le han hecho para conformarse conmigo...? O es que realmente pueda alguien sentir algo tan bello y puro por mí, justo ahora que estoy derrotado? Aunque no soy el desalmado que podía parecer hace unos años; la falta de mi compañera y apoyo han hecho de mí un ser solitario, huraño, poco sociable y hasta desagradable... Cómo podría ella sentir algo tan dulce por mí?
Hace unos minutos que ha cerrado el cuento que ni siquiera leía y hace rato ya que reina el silencio; aunque en el aire flotan mil sentimientos y palabras no dichas, escondidas, temerosas de salir... Desclavo mi cabeza de la almohada e incorporo el torso despacio para no despertar a Nalla. Selena sigue inmóvil, su cabeza apenas a unos milímetros de la mía, y su piel erizada al contacto con la mía. Sin saber muy bien porqué, y sin miedo alguno, paso un dedo despacio por su brazo desnudo en una suave caricia, apenas un roce, hasta su hombro cubierto por la fina tela de la blusa. Miro su rostro, y por él resbala una pequeña lágrima que inunda el ambiente a sal y nomeolvides... paso el pulgar por su mejilla, atrapando en una caricia esa gota e impidiendo que se pierda fundida por el calor de su rostro encendido. Me llevo el dedo a los labios y beso la sal de sus ojos impregnada en él; sabe a flores, a fruta, a miel...
- Es un cuento precioso, Selena... ojalá pudiéramos... ojalá supiera...
Nalla se revuelve en mis brazos y bajo para acomodarla en su cama. La arropo y beso su frente y sus labios y salgo hacia la puerta; dándole unos minutos a Selena para despedirse de su niña. La espero apoyado en la pared del pasillo, con las manos en los bolsillos y todavía parco en palabras, como siempre...
- Gracias Selena... por ella...*señalo con la cabeza la puerta de Nalla, que ahora ella cierra despacio* y por mí...



Nalla duerme relajada, perdida en su propio mundo de cuentos y sueños, mientras su padre la acaricia suavemente. Ha echado atrás su cabeza, que sobresale por encima del pequeño cabezal de la cama, y ha cerrado los ojos, en apariencia relajado al igual que su hija. Yo no puedo hacerlo. He cerrado el libro hace un rato, mientras terminaba de contar mi historia, y mi particular soldado de trapo es ahora el centro de toda mi atención y el objetivo de todas mis miradas. Pocas veces puedo examinarle de este modo, sin temer que su mirada sorprenda la mía, y mis ojos lo recorren desde su cabeza rapada hasta sus pies, que sobresalen casi un metro del pequeño lecho. Su brazo roza el mío por la falta de espacio, e intento controlar incluso mi respiración para evitar que se dé cuenta y se aparte. Su aroma a macho, a limpio, a bosques y a pino, flota en el ambiente mezclado con el mío, que identifico con la añoranza que siempre me ha acompañado en el Otro Lado; añoranza de una familia, de una identidad propia, de pertenecer a alguien y de sentir que alguien me ama por cómo soy yo, no por ser una Elegida, por comportarme como una Elegida, por sentir como una Elegida. Porque lo que siento ahora mismo no es algo que me haya sido inculcado con mi exquisita educación de servidora de la Madre; una parte de mí se avergüenza de permitir estos pensamientos, estos deseos que son ya evidentes e imposibles de ocultar. He reclinado también mi cabeza y termino el cuento sin dejar de mirarle; mi voz se ha suavizado y noto que se ha deslizado en ella una parte del anhelo que siento por este macho... ya no hay cuentos tristes ni soldados de trapo, sólo muñecas y cicatrices, sólo sueños y confesiones veladas en el ambiente sereno y en penumbra del cuarto de nuestra niña.
Dejo de hablar pero no de observarle, y de repente se alza su torso para mirarme a su vez. Mi respiración se suspende por unos instantes, esperando su gesto, su palabra, su rechazo o... no sé lo que espero. Le conozco, sé lo que siente, el dolor, la tristeza, la sensación de haber perdido el corazón en su pecho y de mantenerse a flote sólo por su hija. Sé que la guerra es su forma de vengar a su shellan perdida, de hacer este mundo más seguro para todos, y sé que en su mente sólo ha habido, desde la primera vez que vio a Bella, sitio para ella. Pero creo que una parte de él, una pequeña parte de sus pensamientos, llevan mi nombre, y eso me llena de esperanza.
Su dedo comienza a dibujar una caricia lenta, un paseo por la piel de mi brazo que llega hasta mi hombro y me roba la respiración y la poca calma que conservaba. Una lágrima se me escapa al morder mis labios intentando contener un gemido y me asombro a mí misma al dejar que un suspiro sea mi única respuesta. Cada poro de mi piel se eriza en respuesta a su contacto y sé que puede oler mi excitación, el deseo que no conocía hasta que entré a formar parte de sus vidas. Su dedo recogiendo mi lágrima y llevándoselo a la boca, me hace exhalar bruscamente el aire contenido, y mi lengua asoma a lamer el labio que yo misma he herido con mis colmillos. Ya no finjo, ya no pretendo desconocer las reacciones de su cuerpo o del mío; al menos en lo que a mí respecta, cada milímetro de mi piel arde a su contacto, cada centímetro de la hembra que soy desea al macho que él es, aunque no sepa con certeza qué esperar o qué ofrecer en ese aspecto.
Abandona el lecho tras evidenciar que ha comprendido mi cuento. No sabe qué decir... es lógico. He forzado la mano al máximo, me ha faltado poner nuestros nombres a los muñecos, nada más, pero ya no sé cómo hacerle entender lo mucho que me gusta, lo profundo de mi amor, lo desesperado de mi deseo. No... no es que no podamos, no es que él no sepa el problema, sino su pasado, su historia, su amor por Bella, y mi falta total de... de todo. Ni hembra ni sombra, ni muerta ni con recuerdos propios. Mis sentimientos por él y por Nalla son los primeros y únicos que poseo; ¿Qué puedo ofrecerle? ¿Un cuerpo para saciar sus apetitos, sean estos los que sean? ¿Algo de conversación? Nada que no pueda darle cualquier otra. Salgo cerrando la puerta despacio y me detengo frente a él; apoyado en la pared con aire indolente, las manos en los bolsillos y ligeramente inclinado, como si quisiese disminuir su altura para parecer menos intimidante, no puedo dejar de recordarle en la estación, hace unos meses, cuando fueron a buscarme al tren. Alzo mi mano muy despacio para darle tiempo a apartarse o para hacerse a la idea de lo que voy a hacer, y recorro con mi dedo, como él hizo hace unos instantes, la cicatriz que parte su rostro en dos hasta llegar a sus labios. La piel allí es suave, la carne blanda bajo mi caricia, su boca entreabierta mientras me agradece... no sé el qué. No importa; le siento bajo mi mano y noto su aliento ardiendo en mi piel mientras me demoro en en mi exploración. No es un gesto sexual, no hay deseo, sólo ternura, sólo la búsqueda de su tacto; quiero saber cómo se siente la piel cicatrizada bajo mis yemas, aunque supongo que no tendrá sensibilidad en esa zona. Que me aparte si se siente violento, o si le molesta mi gesto, no me dolerá porque sé que estoy traspasando todos los límites; lo primero que todo el mundo aprende acerca de Zsadist es que no hay que tocarle.
- No quiero presionarte, ni alterar tu vida más de lo que ya lo he hecho... no espero nada, salvo ser parte de vuestra vida... eso me basta hasta que tú puedas... hasta que quieras... bueno, hasta que decidas qué quieres de mí, Zsadist. Yo sí sé lo que quiero.
Me alzo de puntillas y dejo un beso fugaz, apenas una caricia leve, sobre su mejilla marcada; me doy la vuelta y comienzo a caminar despacio hacia mi cuarto. No puedo frenar los latidos frenéticos de mi corazón ni el sabor de su piel en mi lengua, que asoma una y otra vez a lamer mis labios, buscando el más leve rastro de su aroma. Virgen del Fade, parezco una estúpida pretrans... lo siguiente será escribir su nombre en mi diario una y otra vez... sigo siendo una ignorante y patética hembra esperando el rechazo, la condena, la separación impuesta que acabará conmigo. No puedo perderlos, no puedo...



Cierro los ojos y siento tambalear mi fuerza. Mis piernas no son capaces de soportar el peso de mi cuerpo y, arrastrando mi espalda por la pared, me dejo caer hasta el suelo. Echo la cabeza hacia atrás, sintiendo su freno en la fría pared, ahora mi soporte. Por qué...? Por qué ahora...? Por qué ella...? Acaso es esto una señal...? Alzo mi mano hasta mi cara marcada y siento todavía el suave tacto de su piel recorriendo mi cicatriz y el dulce terciopelo de sus labios... Jamás nadie más que Bella y mi Nalla habían acariciado mi cara, mis marcas, mis cicatrices del cuerpo y el alma... Sé que podría haber sido tan atractivo como Phury; su rostro es bello, pero no el mío. Él es bueno, amable y generoso, no como yo... Jamás entenderé qué vio Bella en mí. Ella fue el milagro que me hizo despertar y yo no la merecía, pero la tomé de todos modos.
Ni siquiera mis hermanos mantienen durante rato sus ojos puestos en mi cara, ni sus shellans, ni los doggens. Muchos de los alumnos me temen y soy el terror desfigurado de mis enemigos... Desde que Bella se fue, tan sólo Nalla me mira con cariño. Pero los sentimientos de los niños son puros, no entienden de maldades ni prejuicios, para ellos no hay fealdad si hay amor...
Por qué lo ha hecho...? Por qué yo...? Sus palabras no esconden, no dan lugar a... No, ella no puede amarme, qué puedo yo ofrecerle ? Ella tiene que estar equivocada...Me levanto del suelo y me paro frente a su puerta con la mano en el pomo, pero mi resolución se queda en intención y no consigo traspasar el umbral. Para qué...? Para confundirla todavía más...?
Entro en mi cuarto y dejo que el agua caliente de la ducha golpee mi piel y cale bajo ella, que desentumezca mis músculos y también mis sentidos...No sé cuanto tiempo llevo bajo el agua con mi mente vagando entre el pasado, el presente y el futuro, pero fuera ha caído la noche y abro los porticones de la pequeña terraza y me dejo caer sobre la cama. Ni siquiera la brisa fresca ni litros de jabón podrían borrar su olor en mi piel, en mi cara, en mi mejilla... Dios sabe que lo que siento por ella no es sólo necesidad física ni anhelo de compañía. No necesito el sexo ni a nadie que llene mis horas con conversación; siempre he estado solo, antes de Bella y después de Bella. Pero no puedo negar que la quiero, la deseo y la necesito...
Cierro los ojos y aspiro profundamente su aroma antes de afrontar un nuevo día, hoy es el día de San Valentín...

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